Con el peso a 18.80 por dólar y el petróleo mexicano a 18.90 por barril mal se ven las cosas para la economía mexicana. Nuestro país no está solo, es cierto. Muchas otras naciones sufren las consecuencias de una oleada de incertidumbre que agobia al mundo. Pero el mal de muchos no impedirá que México pague serias consecuencias por un deterioro enorme de las condiciones económicas globales.
La caída del precio del petróleo es resultado de una sobreproducción en un mercado de consumo débil en todo el mundo. Los precios altos que se mantuvieron durante varios años generaron enormes incentivos para la producción de crudo. Las nuevas tecnologías de producción de aguas profundas y de fractura hidráulica, por otra parte, permitieron sacar petróleo en condiciones muy complicadas o arrancarlo literalmente de las piedras.
Estas nuevas formas de producción solo pueden ser rentables con altos precios de petróleo, pero una vez que se han desarrollado y puesto en marcha no pueden ser detenidas simplemente cerrando una llave.
Hay en estos momentos mucha producción petrolera que ya no es rentable pero que no se puede apagar de un momento a otro, simplemente porque implicaría mayores pérdidas. Se necesitarán varios años para que los precios del petróleo vuelvan a subir.
Tampoco es la caída del tipo de cambio algo que solo esté ocurriendo en México. En todo el mundo se han desplomado las divisas frente al dólar. De hecho, si bien el peso se ha desplomado frente a la moneda estadunidense, el tipo de cambio frente al euro se ha mantenido razonablemente estable. Esto significa que el euro se ha depreciado a la par del peso. El problema para México es que si bien los países de Europa realizan la mayor parte de sus transacciones entre ellos a precios fijados en euros, nosotros llevamos a cabo 80% de nuestro comercio con Estados Unidos y cotizado en dólares. Sufrimos así una caída importante en nuestro poder de compra.
Fiebre
Quizá lo peor de todo es que los desplomes del tipo de cambio y del petróleo son síntomas de una misma enfermedad. La economía del mundo simplemente no crece al nivel que se esperaba. Estados Unidos está creciendo a un mediocre 2.5% anual, al igual que México.
China, que durante años se había convertido en el motor de la economía mundial, ha visto caer su expansión que promediaba entre 8 y10%, a solo 6.9%. Se espera que esta cifra baje a 6.5% este 2016.
En principio parecería que una tasa de crecimiento de 6.5% debería ser suficiente, en una economía más madura como la que tiene hoy China, para salir adelante airosamente. El problema es que muchos especialistas simplemente no creen en las cifras oficiales de expansión de China. Tanto las exportaciones como las importaciones del gigante asiático están cayendo. También se está contrayendo la producción de electricidad. Estas cifras no cuadran con la idea de un país que crece a 6.5% anual.
Lo peor de todo es que las recetas tradicionales no solamente se han desgastado sino que parecen ser parte del problema. Los bancos centrales de Estados Unidos, China y Europa se han cansado de inyectar dinero artificial a sus economías.
En un principio esto pareció funcionar, pero al final los mercados están regresando a sus ciclos normales de expansión y contracción. Los años de inyecciones de grandes cantidades de dinero a las economías han funcionado como un medicamento que ha generado resistencia en el organismo.
Hoy las tasas de interés de casi cero o los programas de “facilitamiento cuantitativo”, que no son otra cosa que inyecciones de dinero artificial a las economías, ya no tienen efectos sobre los países en que se han aplicado remedios durante años. Las naciones tendrán que aguantar ahora sí que se les pase la fiebre para una recuperación gradual.