CIERRES POR ÓMICRON

“Las cuarentenas y restricciones de viajes se toman por razones políticas, no sanitarias”.

Sergio Sarmiento
Columnas
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El Foro Económico Mundial anunció el 20 de diciembre la postergación de su reunión anual en Davos, Suiza. A pesar del interés de políticos, académicos y periodistas por participar en un evento presencial “la incertidumbre por la variante Ómicron y las últimas medidas que adoptaron los gobiernos hacen esto imposible”.

Algunos países de Europa y otras regiones del mundo, efectivamente, empezaron a establecer nuevas restricciones a los movimientos de personas. Francia y Alemania prohibieron el ingreso a la mayoría de los viajeros provenientes del Reino Unido. Los Países Bajos (Holanda) ordenaron un nuevo confinamiento de su población hasta mediados de enero: solo los negocios “esenciales” pueden operar. Si bien Suiza mantiene sus fronteras abiertas, aunque solo para viajeros vacunados y con pruebas recientes negativas, las posibilidades de que pudiera haber un cierre parcial o total antes del inicio del foro crecían de manera muy importante.

Lo que sabemos hasta el momento de la variante Ómicron del SARS-CoV-2 es que es mucho más contagiosa que otras, pero no necesariamente más grave. Tomar precauciones tiene sentido, pero ya la experiencia nos demostró que los confinamientos y los cierres de frontera, tan dañinos en lo económico, no son eficaces para contener la enfermedad.

Antes de la pandemia, en 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) determinó en una conferencia en Hong Kong que “las cuarentenas de gran escala (…) no se recomiendan porque no hay justificación racional para estas medidas”. Un informe de septiembre de 2019 de la Universidad Johns Hopkins señaló: “En el contexto de un patógeno respiratorio de alto impacto, la cuarentena puede ser la (intervención no farmacéutica) menos eficaz para contrarrestar la difusión por alta transmisibilidad”.

Libertades

Cuando las autoridades chinas impusieron un drástico confinamiento en Wuhan el 23 de enero de 2020 el asesor médico principal del gobierno de Estados Unidos, Anthony Fauci, afirmó que esa medida no se podría tomar en Estados Unidos debido a su respeto a las libertades individuales. Con el paso del tiempo, sin embargo, muchos gobiernos de la Unión Americana impusieron confinamientos, con mayor o menor dureza.

Los confinamientos no frenan al coronavirus. Solamente funcionan en sociedades isleñas aisladas, como Nueva Zelanda, o cuando se aplican con tal rigor que violan abiertamente los derechos humanos, como ocurrió en China. Los cierres de fronteras de países tampoco ayudan a frenar la enfermedad. No hay diferencia entre las cifras de contagios o de mortalidad entre países por la aplicación de confinamientos; sí las hay, en cambio, por el uso de mascarillas, pruebas de detección y vacunas. El fracaso más reciente lo vemos en los cierres de fronteras a personas de Sudáfrica, que no impidieron que la variante Ómicron se difundiera por el mundo en cuestión de días.

Habría que tener en cuenta hoy estas experiencias. Como bien lo anotaba el documento de la Universidad Johns Hopkins de septiembre de 2019, las cuarentenas y restricciones de viajes se toman por razones políticas, no sanitarias. Los políticos quieren aparentar que hacen algo contra la pandemia, aunque lo que hagan no sirva para nada y sí haga daño.

Esto es lo que vemos en el mundo desde que empezó la actual pandemia. Lo peor de todo es que la historia se está repitiendo.