LOS MIGRANTES

“Las migraciones son uno de los termómetros más confiables de un sistema económico”.

Sergio Sarmiento
Columnas
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El fallecimiento en un accidente de carretera de 55 migrantes hacinados en la caja de un tráiler en Chiapas conmocionó a la sociedad mexicana. No es la primera gran tragedia que afecta a los migrantes en nuestro país. Quienes cruzan el territorio nacional con el sueño de llegar a Estados Unidos con frecuencia enfrentan privaciones, malos tratos, lesiones, violaciones e incluso la muerte.

Los seres humanos somos migrantes por naturaleza. El Homo sapiens tuvo su origen en África, pero las comunidades humanas se esparcieron por todo el planeta. Las comarcas lejanas siempre tuvieron un atractivo especial. A lo largo de la historia han quedado documentadas las migraciones de individuos o pueblos enteros que modificaron la cultura y la composición étnica de otras regiones.

Una de las razones por las que Estados Unidos se convirtió en una potencia económica en muy poco tiempo en el siglo XIX fue por la apertura de sus fronteras. A ese joven país empezaron a llegar oleadas de inmigrantes: primero ingleses, luego alemanes, africanos llevados en esclavitud y más tarde irlandeses, judíos, italianos y asiáticos. Hoy son latinoamericanos los principales inmigrantes. Todos dejaron su huella y todos inyectaron dinamismo a la sociedad estadunidense.

El rechazo a los migrantes ha sido también una característica de la humanidad. Una y otra vez las sociedades se han resistido a aceptar a quienes consideran bárbaros, poco educados, no hablan la lengua local con la fluidez debida o tienen otras costumbres y otro color de piel. Algunas sociedades mantienen una gran uniformidad étnica. Es el caso de Japón, por ejemplo, donde menos de 2% de la población nació en el extranjero. Otras, por el contrario, se nutren de la migración, como Estados Unidos, donde 13% de la población nació fuera del país, o Canadá, donde la cifra se eleva a 24 por ciento.

Horizontes

México se encuentra en el extremo de mayor rechazo. Solamente 0.5% de la población mexicana nació en el exterior. Sin embargo, cada una de las oleadas de migrantes que han llegado a nuestro país lo han nutrido de manera significativa. Lo hicieron los libaneses de principios del siglo XX, los españoles y judíos que llegaron como refugiados de guerra, los sudamericanos que vinieron de las dictaduras en Argentina y Chile en la década de 1970, y los centroamericanos que en distintas oleadas han arribado a nuestro país.

En México es muy común que nos quejemos del trato que se da a los migrantes mexicanos en Estados Unidos. Es cierto que muchas veces este trato es indigno, pero nosotros no hemos dado una mejor recepción a quienes llegan a nuestro país. Utilizamos la Guardia Nacional, por ejemplo, no para perseguir a los criminales sino a los migrantes.

Sin embargo, los migrantes no dejarán de buscar mejores horizontes. Quienes viven en la pobreza y la inseguridad buscan tener una existencia más digna para ellos y sus hijos. Buscan como destino un país que tiene políticas más liberales, que defiende la inversión privada y la aplicación estricta de la ley, esas políticas que sus gobiernos rechazan en casa.

Las migraciones son uno de los termómetros más confiables del éxito o fracaso de un sistema económico. Por eso vemos a migrantes que huyen de países como Guatemala, El Salvador y Nicaragua, pero también de México, Cuba y Venezuela, y que buscan llegar a Estados Unidos y Canadá. Los migrantes saben lo que quieren. Desean vivir en sociedades más prósperas y libres.