Decía Karl Marx que la historia siempre se repite, pero primero como tragedia y luego como farsa. La interminable saga de El Chapo Guzmán reitera una vez más esta sentencia.
Joaquín Guzmán Loera ha tenido un papel muy importante en la historia de nuestro país desde hace décadas. El Cártel de Sinaloa que él encabezaba —¿o sigue encabezando?— surge en los años ochentas, cuando las autoridades mexicanas logran desmembrar el original Cártel de Guadalajara. Su banda y la de Ciudad Juárez son una consecuencia del éxito que el gobierno tuvo para acabar con esa organización original del tráfico de enervantes en nuestro país: la que le quitó el protagonismo a los colombianos.
Recordemos que El Chapo fue protagonista de la balacera que acabó con la vida del arzobispo de Guadalajara y cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en 1993. Sus sicarios estuvieron involucrados en verdaderas guerras contra las organizaciones de los Arellano Félix en Tijuana y el Cártel de Juárez. El Chapo ha sido detenido tres veces y dos veces se ha escapado de las cárceles de mayor seguridad que tiene el Estado mexicano. Cuando estuvo en esos penales logró de manera inusitada mantener el control sobre su organización, lo cual le permitió recuperar el mando una vez que estuvo en libertad.
Mucha gente se asombra de la capacidad que ha tenido este hijo de campesinos, nacido en el rancho de La Tuna, en Badiraguato, Sinaloa, para lograr y mantener esta relevancia durante tanto tiempo en un campo tan competido y tan violento como es el tráfico de estupefacientes. Cuando se divulgó el video de la “entrevista” realizada a control remoto por el actor estadunidense Sean Penn, mucha gente se preguntaba si ese hombre con forma de hablar de campesino podía ser realmente un capo tan poderoso.
Efectivamente, El Chapo es un hombre ignorante, con solo cuatro años de instrucción primaria, pero quizás eso mismo le ha permitido lograr tanto en un campo en que la audacia es la característica más importante.
Oportunidad
Ese video de El Chapo no es realmente una entrevista formal. El traficante respondió a algunas de las preguntas que le realizó a la distancia Sean Penn, quien al presentar crónica con ínfulas literarias parecía más interesado en presentarse a sí mismo como un valiente admirador del delincuente que como un verdadero periodista. Pero ese video constituye un documento importante simplemente porque el público general nunca había tenido oportunidad de ver y escuchar a El Chapo.
Al final el simple hecho de que se le presenta como un ser humano, que afirma que se vio orillado a hacer lo que hizo por provenir de orígenes humildes, le da un aire positivo. Su chat y coqueteo con la actriz Kate del Castillo subrayan también la parte humana de su personalidad. Ni en el video ni la crónica de Penn cuestionan nunca al traficante ni hacen mención a los cientos o miles de víctimas de los asesinatos que se le atribuyen.
Al final la recaptura de El Chapo no cambiará nada en la lucha contra el tráfico de enervantes: la presencia o ausencia de un capo no aumentará ni disminuirá el flujo de estupefacientes ni su demanda. De hecho, si realmente el Estado mexicano logra evitar que siga dirigiendo su organización, seguramente veremos un aumento de la violencia conforme nuevas organizaciones tratan de tomar posesión de sus territorios.
De lo que no hay duda es que la historia de El Chapo, que tantas veces se ha presentado como una tragedia, ha empezado a asumir los tintes de una farsa con esta nueva captura.