NADIE ESTÁ POR ENCIMA DEL DEPORTE… NI DE LA PANDEMIA

“Djokovic se une a otras superestrellas deportivas que se resisten a vacunarse”.

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Alejandro Zárate
Columnas
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Se trata del máximo ganador en el Abierto de Australia de la historia; uno de los tres hombres sobre la faz de la Tierra que ha ganado 20 Grand Slams; el actual número uno del tenis varonil. Pero nada de esto bastó para que Novak Djokovic pudiera jugar el primer grande del año: las leyes locales y el sentido común finalmente se impusieron.

El serbio pretendía jugar como un jugador no vacunado de Covid-19 en un país que restringe la entrada a quienes no han sido inoculados, justificado en un supuesto positivo en semanas anteriores. El caso develó irregularidades en sus declaraciones, posibles estadías en otros países y hasta presuntamente haberse presentado contagiado en eventos públicos.

Sus dos detenciones y final expulsión por el gobierno australiano lo dejaron ante la opinión pública como un egoísta, inconsciente y poco empático ante sus compañeros de profesión.

Los tenistas de la ATP viajan por el mundo cada semana para disputar los torneos de la gira. Este cruce de fronteras constante los exhibe como agentes vulnerables ante el virus y también como foco de contagio para los demás. Esto lo entiende 97% del top 100 de tenistas del ranking mundial, que sí están vacunados. Novak representa a ese grupo minoritario de tres jugadores que se niega a recibir una protección.

Ellos viajan de un país a otro con las mismas restricciones que cualquier otro ciudadano del mundo. No debe haber distinciones. En el deporte blanco como en el resto de las competencias el mensaje es claro: mientras más vacunados, más pronto se vencerá al coronavirus, disminuirán los fallecidos y un día se podrá llegar a una cercana “normalidad”.

El Abierto de Australia para Novak es lo que Roland Garros para Rafael Nadal o Wimbledon para Roger Federer. Simplemente el Grand Slam donde forjó nueve de sus 20 títulos grandes que lo tienen disputando el apelativo al mejor tenista de todos los tiempos. Su reciente deportación le significa que no podrá entrar al país oceánico por tres años. Un severo castigo cuando se tiene 34 años.

Máxima

De continuar su postura tampoco podrá jugar el Grand Slam parisino ni el US Open. Automáticamente también queda descartado para los Masters estadunidenses de Indian Wells, Miami y Cincinnati. Con el aumento a las restricciones fronterizas en el mundo, más torneos que no podrá disputar se sumarán.

Djokovic se une a otras superestrellas deportivas que se resisten a vacunarse, como el quarterback Aaron Rodgers de los Packers de Green Bay; el jugador de la NBA Kyrie Irving de los Nets de Brooklyn; o el golfista Bryson DeChambeau. Todos han pasado el calvario de no poder competir al mismo ritmo, sufrir pérdidas económicas y recibir diversas críticas tanto de sus compañeros de profesión como de los aficionados.

Independientemente de sus motivos personales, en todos los casos se demuestra la misma situación: ninguno de ellos está por encima de las reglas de sus equipos o giras, ni de las leyes locales. Nadie está por encima de sus respectivos deportes, mucho menos de la pandemia. Esta máxima incluye a los número uno y a las leyendas deportivas también.

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