COMPLEJO CULTURAL LOS PINOS: UN ESPACIO QUE SE REINVENTA

Foto: Especial
Hector González
Hector González
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El 1 de diciembre de 2018 Los Pinos abrió sus puertas al público en general por primera vez. Ese día el espacio entonces reservado para los presidentes registró una asistencia de poco más de 15 mil personas. Desde entonces el hoy conocido como Complejo Cultural Los Pinos trabaja para consolidarse como un espacio de arte y conocimiento.

Sin embargo no es fácil despojar al sitio del aura de oscuridad y leyendas negras que lo envuelven.

Construido a capricho del presidente en turno, el lugar busca una nueva identidad. Su actual director, Homero Fernández, quien despacha en el edificio Guardias Presidenciales, sabe que no es fácil cambiar el estigma del espacio, pero asevera que va por buen camino.

—¿Cómo evalúa la estrategia para posicionar a Los Pinos como espacio cultural?

—No hemos podido atacar al lugar físicamente. Hemos planeado e imaginado mucho, pero el espacio sigue siendo el mismo. El arte y la cultura entran poco a poco. Seguimos batallando para despojar a Los Pinos de la vibra que lo rodea. Nuestro objetivo es redignificar y resignificarlo. Todavía hay muebles, de los pocos que dejaron, que exhiben la forma tan absurda en la que creció el lugar. No sé si hubo desinterés o fue porque sabían que era un sitio muy privado, pero lo cierto es que predomina el mal gusto. Pero, bueno, vamos en camino de hacerlo más accesible y sobre todo con el propósito de que no haya vuelta atrás.

—¿El gobierno anterior se llevó todo?

—Prácticamente. Hay cosas, pero en mal estado. Angélica Rivera se construyó una mansión completa. Horrible y nueva. En el techo todavía se ven los cables sueltos de las lámparas que se llevaron. Dejaron absolutamente vacía la casa. El edificio donde estamos (Guardias Presidenciales) lo construyó Nuño y aquí despachaba a pesar de que no les hacía falta y de que él tenía su oficina en la SEP.

Centro de arte y conocimiento

—A más de un año de su apertura, ¿qué promedio de asistencia tiene?

—Semanalmente vendrán entre 50 y 100 mil personas. La programación infantil generada en colaboración con Alas y Raíces ha sido bien recibida. Desde el principio descubrimos que la música ayudaba mucho a superar el shock que supone venir aquí. La Cabaña Fox ya empieza a tener un carácter de museo. Estamos a punto de empezar con el proyecto Gran Chapultepec y aquí las obras serán de limpieza y apertura.

—¿Cómo será su incorporación al proyecto Gran Chapultepec?

—Vamos a ser muy cuidadosos a fin de que las obras no afecten el disfrute del complejo. Habrá un puente que saldrá de Plaza Madero hacía el Cárcamo; lo diseña Benjamín Romano. Será de doce metros de ancho y sin escalones; nos unirá con la Segunda Sección. Optimizaremos el estacionamiento para que se pueda entrar por Parque Lira. Quitaremos bodegas y estudios que tapan el acueducto original del siglo XVIII y XIX y que hasta ahora no se ha visto. La cancha de tenis se adaptará para conciertos techados. El sexenio pasado cambiaron muchas de las especies botánicas de los jardines y algunas al ser muy exóticas erosionaron el suelo. En colaboración con la UNAM pretendemos mejorarlo. La Casa Lázaro Cárdenas será un museo de sitio con guion del historiador Salvador Rueda. El Molino del Rey, un edificio del siglo XVI, será el Museo del Maíz, a cargo de Óscar Hagerman.

—Una de las primeras acciones de este gobierno fue abrir Los Pinos al ciudadano de a pie. ¿Cómo se ha insertado el complejo en la política cultural?

—Es un estandarte de este gobierno y ha sido muy popular. Pero para la Secretaría de Cultura lo más importante es la cultura comunitaria. Nosotros realmente no tenemos mucho presupuesto. Nos asignaron 60 millones de pesos, mismos que hemos optimizado gracias a colaboraciones con Alas y Raíces, Imcine o el Cenart; esto nos permite programar sin gastar tanto. Nuestra programación en tanto crece constantemente. Hay ciclos de cine mexicano. Este año cerramos una colaboración con la Coordinación Nacional de Literatura. El último domingo de cada mes vendrán poetas a declamar al Salón Carranza. Este año tendremos cerca de 150 actividades literarias.

—¿Cómo le gustaría ver a Los Pinos en un año y al término del sexenio?

—Necesitamos diseñar un modelo donde toda la sociedad tenga participación. Los Pinos no es museo y es un lugar poco común. Tenemos la posibilidad de armar algo desde cero y tender conexiones con diferentes instituciones. Me lo imagino también como un centro de estudios históricos o científicos.

—¿Lo que encontraron o rescataron da para una colección o una biblioteca interesante?

—No da absolutamente para nada. Sin embargo la Casa Anexa que López Portillo hizo para su madre tiene las características idóneas para ser una biblioteca. Ya vino Max Arriaga y lo estamos pensando. Imagínate, hasta la biblioteca de la casa Miguel Alemán estaba incompleta. Sobre las obras de arte no sabemos todavía si las que dejaron son auténticas, otras no tienen relevancia. Nuestra joya es un Siqueiros de Carranza, pero lo que hay no da para un acervo.