Uno de los dioses más antiguos de las culturas mesoamericanas es el Huehuetéotl. Si bien la cultura azteca atribuye a Tezcatlipoca la creación del fuego, el santo patrono del elemento responde a la imagen de este anciano encorvado cuyos brazos y manos reposan sobre sus piernas en posición de loto.
Representaciones de la deidad abundan, pero una de las más detalladas es la descubierta por las expediciones comandadas por Matthew Williams Stirling hace más de 80 años en el Cerro de las Mesas, Veracruz.
Hecha en barro y de tamaño natural, la pieza tardó en ser ubicada como una representación divina. Fue el arqueólogo Alfonso Caso quien en 1950, luego de un primer trabajo de intervención que tomó casi una década (1941 a 1950), la identificó a partir de su iconografía como el Huehuetéotl.
El investigador determinó que el trono era en realidad un brasero, elemento imprescindible de esta divinidad, mientras que el símbolo que rodea al fogón, el quincunce, alude a los cuatro rumbos y al centro del Universo, donde reside el dios.
Hoy la escultura tomó nueva vida tras un reciente proceso de restauración apegado a la iconografía original y a su conservación a través del tiempo.
Los trabajos los auspició la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como parte de un proyecto integral promovido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Gracias a la iniciativa que también financia el Bank of America, monumentos como Coatlicue, diosa mexica de la tierra; las cabezas colosales olmecas; el Chac Mool de Chichén Itzá; el Dintel 26 de Yaxchilán; así como el Guerrero Coyote y los atlantes de la Sala Tolteca fueron sometidos a diferentes procesos de restauración que incluyeron limpiezas superficiales y tratamientos de reintegración mínima.
Entre las piezas del lote las dos que exigieron mayor esfuerzo fueron el Relieve de Placeres de la Sala Maya y el Huehuetéotl del Cerro de las Mesas.
Laura del Olmo Frese, subdirectora de Arqueología del MNA, recuerda que durante la misión de Matthew Williams Stirling, los primeros vestigios encontrados fueron los brazos y las piernas de la escultura. Debajo se ubicaron el torso, con los restos óseos de un niño en su interior, y una cabeza que en principio no se consideró parte de la figura. Como parte de aquellos trabajos la estructura de los brazos y las piernas se reconstruyó con fragmentos de varillas y pernos de madera. Además las extremidades fueron rellenadas con cemento y yeso. El torso se reforzó con mallas metálicas de cemento y resina. Al finalizar el trabajo la pieza tenía un peso superior a siete kilos.
Estructura más ligera
Sergio González García, coordinador del proyecto de restauración de la escultura, recuerda que el contexto del hallazgo definió las primeras interpretaciones de los arqueólogos. En principio se pensó que era una representación femenina y que el recipiente circular correspondía al trono donde estaba sentada. Esto condicionó las decisiones de su primera restauración. “Al intentar articular el personaje, y dado que no existía la parte correspondiente a la cadera, resultó imposible colocar las piernas en la posición correcta. Esto produjo una alteración en el orden natural de la figura, cuyas proporciones anatómicas son tan reales que hasta asusta porque parece un viejito de verdad”.
Desde 2010, subraya González García, los especialistas advirtieron a las autoridades de la necesidad de volver a realizar trabajos de conservación en la pieza. Un dictamen mostró problemas estructurales producto del envejecimiento de los materiales, errores de armado y desfases en las uniones. Los daños se incrementaron por el peso adicional ocasionado por los rellenos de cemento y refuerzos internos.
El especialista detalla que su estado general era inestable y por tanto consideraron importante intervenirla, puesto que el Huehuetéotl es una pieza socorrida para exposiciones dentro y fuera del país, como fue Teotihuacán: Ciudad de dioses, presentada hace diez años en París, Zurich, Berlín, Roma, Barcelona y Madrid.
Con base en el diagnóstico, en febrero de 2019 inició su restauración integral. Se eliminaron los rastros de las intervenciones anteriores y de los materiales añadidos. La reconstrucción se hizo con materiales reversibles y se corrigieron los errores de armado y desfases detectados, colocando una nueva estructura interna más ligera.
Sergio González concluye que el Huehuetéotl del Cerro de las Mesas se restauró con el objetivo de dotarlo de una estructura interna estable y presentarlo en su posición correcta, posibilitando su apreciación de una forma más cercana a como pudo ser originalmente. “En el Museo Nacional de Antropología pensamos que la pieza debe contar su propia historia, por lo que en la restauración dejamos evidentes las uniones de los fragmentos. La información que ofrece parte de su material original, así como las cicatrices adquiridas con los siglos lejos de empobrecerla enriquecen su valor y carácter histórico”.