Nació en la Ciudad de México en 1982. Desde pequeño descubrió su pasión por el dibujo, lo que al paso de los años lo llevó a cursar la carrera de Diseño Gráfico y posteriormente Gestión Cultural, encontrando su vocación en las artes plásticas y siendo la pintura al óleo la técnica en la que Ricardo Cruz Fuentes más se ha enfocado y desarrollado como artista.
Muchas de sus obras proyectan su sentido del humor: sarcástico y simplista, como él mismo se describe.
A través de sus composiciones busca “lograr que el espectador se vea envuelto por expresiones de instantes relativamente cotidianos, aderezados con esa gracia que provoca lo absurdo”, así como las facetas propias y a veces contradictorias del ser humano. “Básicamente me enfoco en plasmar esos instantes que dan un particular ‘sazón’ a la vida a través de acciones, ideas y frases que definen a las personas”.
En sus palabras, “el arte no debería pretender ser una representación del mundo que vemos, sino una aportación a la visión que tenemos de ese mundo”.
Y en efecto, su visión del mundo se ve reflejada siempre en su trabajo, por lo que recientemente se le nombró como uno de los 100 mexicanos más creativos por la revista Forbes, noticia que “fue una sorpresa”, puesto que enfocado en su faceta como creador considera que “los frutos llegan solos, es algo que no se planea”.
En el marco de una exposición que prepara para el mes de abril Cruz cuenta a Vértigo que se enteró de su adhesión a la lista por medio de un conocido, quien le comentó que su nombre aparecía en las páginas de la revista. “Fui a comprarla y así fue como me enteré”.
Autenticidad
—¿Cómo definiría su género pictórico más representativo?
—Además del figurativismo, siento que tiende a ser expresionista, algo más visceral, menos preocupado por copiar algún modelo en particular. Por ejemplo, los paisajistas tienen el paisaje como modelo; en mi caso, al no tener un modelo físicamente frente a mí, me permite expresar mi visión sobre el lienzo. Creo que va por ahí y por la forma en que pinto, que es con los dedos.
—¿Cómo se cuidan los detalles cuando se pinta con los dedos?
—Justamente es lo contrario: no me preocupo tanto de los detalles; los elementos aparecen mientras los voy pintando; no es un detalle fino, sino pequeñas manchas en las que juego con las cantidades de pintura para generar distintas texturas. Básicamente, al cambiar el pincel por los dedos empecé a hacer a un lado ese aspecto de cuidar los detalles y a enfocarme más en las texturas y las sensaciones con los colores.
—¿Cómo fue que descubrió su talento para pintar de esta manera?
—Dibujo desde que tengo uso de razón, es algo que siempre me ha gustado hacer. Aunque mi formación académica la llevé a cabo en el Diseño Gráfico, más tarde me adentré en el mundo del arte. De esta manera la vida me fue marcando la pauta para ir creando mis primeras obras. Soy un autodidacta que se ha descubierto a sí mismo por medio de la pintura y de libros. Para saber si estaba haciendo las cosas bien, obviamente, necesitaba un parámetro y también de aquellas figuras de la plástica que sirven como inspiración, como en mi caso sucedió con Pablo Picasso; más allá de su obra, me fijaba en su personalidad y su filosofía respecto del arte; él decía que buscaba divertirse y disfrutar el proceso de crear. Esa es mi “brújula” hasta hoy.
—¿Cómo se siente ser reconocido por algo que le apasiona?
—No tengo una sensación clara al respecto, son muchas sensaciones. Pero evidentemente es algo que ayuda mucho, ya que me motiva y es sin duda una señal de que lo que estás haciendo, por lo menos, no lo estás haciendo tan mal. Por ello leer y aprender sobre técnicas e historia es para mí una manera de darle una estructura y entender lo que uno está haciendo. Anteriormente, en el momento en el que me preguntaban sobre mi propia obra, siempre me costaba mucho trabajo describirla, ya que no sabía cómo explicar el proceso.
Temática mexicana
—¿Alguna vez tuvo miedo de dedicarse de lleno al arte?
—Por supuesto. Creo que no sucede solo en el arte sino en cualquier tipo de emprendimiento donde uno hace a un lado toda la seguridad que puede dar una empresa y se avienta a tratar por sí mismo de iniciar algo desde cero. Siempre va a dar miedo. Y no es un miedo que se quita en dos o tres años; en mi caso, hasta la fecha hay veces que uno se lo cuestiona, sobre todo en temporadas malas, como por ejemplo en la pandemia, donde todo se detuvo; es ahí cuando te preguntas cómo le vas a hacer. Además de las temporadas de sequía, donde no se te ocurre nada y te preguntas qué pintar. Afortunadamente existe esa voz interna que me avienta a pintar sin forzar nada. Son procesos que vas dominando.
—¿Qué es lo que más le inspira para pintar?
—Desde hace unos tres años me he dedicado a pintar cosas con temática mexicana. Utilizo tanto elementos como colores representativos de nuestra cultura, pero siempre en situaciones fuera de lo tradicional. Me gusta descontextualizar a los personajes. Por ejemplo, a unos danzantes que no están propiamente danzando o una Catrina paseando por alguna plaza, cosas así. Actualmente mi fascinación por la multiculturalidad mexicana me lleva a combinar todas estas perspectivas, creando una nueva lectura de la mexicanidad y sus elementos.