La amistad es como un diente: cuando se va, deja un hueco para siempre.
Filosofía popular
La figura de George Washington, primer presidente de Estados Unidos y líder de la Revolución Americana, ha sido objeto de innumerables mitos y anécdotas. Entre ellas, una de las más persistentes y curiosas es la historia de sus dientes, que estaban hechos de madera.
Esta creencia, aunque extendida, no es del todo cierta. Detrás de la sonrisa rígida de Washington hay una historia mucho más compleja, incómoda y reveladora de su tiempo, que involucra dolor físico, prótesis primitivas y hasta la esclavitud.
Desde una edad temprana Washington padeció problemas dentales. Según cartas y registros médicos de la época comenzó a perder dientes en su juventud: a los 24 años ya había perdido su primer molar y para cuando asumió la presidencia, en 1789, solo le quedaba un diente natural en la boca.
Washington sufría dolores constantes, inflamaciones de encías y dificultad para comer, lo que afectó tanto su salud como su carácter. Sus cartas hacen referencia frecuente a visitas a dentistas, tratamientos dolorosos y el uso de dentaduras postizas.
Los problemas dentales de Washington no eran inusuales para su tiempo. La higiene bucal era precaria en el siglo XVIII y las dietas ricas en azúcar —especialmente entre las élites— contribuían al deterioro de los dientes. Además, los tratamientos disponibles eran rudimentarios, consistentes en extracciones sin anestesia, enjuagues con vinagre o aguardiente y cepillos improvisados hechos de cerdas animales.
Mito
El mito de que George Washington usaba dientes de madera ha sido repetido durante generaciones, incluso en textos escolares. Pero no hay evidencia de que alguna de sus dentaduras postizas estuviera hecha de madera. En realidad, las prótesis dentales de Washington eran elaboradas a partir de materiales variados y sorprendentes: marfil de hipopótamo, dientes de vaca, plomo, oro y —de forma especialmente controvertida— dientes humanos.
La confusión con la madera probablemente proviene del aspecto de las prótesis. Con el paso del tiempo los materiales —el marfil, por ejemplo— podían adquirir una coloración oscura, agrietada y porosa, similar a la madera envejecida. A esto se sumaba el desgaste por el uso y el rudimentario tallado de las piezas, lo que generaba una apariencia tosca. Las dentaduras también se mantenían unidas por resortes metálicos que hacían difícil hablar o sonreír con naturalidad, razón por la cual Washington aparece muchas veces con expresión rígida o cerrada en retratos.
Uno de los aspectos más oscuros del tema es el uso de dientes humanos en las prótesis de Washington. Documentos contables y recibos conservados indican que en al menos una ocasión compró dientes a esclavos. En 1784 pagó a varios por un conjunto de dientes, aunque no hay evidencia directa de que terminaran en su boca. Esta práctica, sin embargo, era común en la época: los dentistas solían obtener dientes de personas pobres, prisioneros o esclavizados para crear dentaduras para los ricos.
Este hecho arroja una nueva luz sobre la iconografía del Padre de la Patria. Aunque Washington emancipó a sus esclavos en su testamento (una acción poco común entre los fundadores de EU), no deja de ser significativo que su propia comodidad física —su capacidad de masticar y hablar en público— dependiera de un sistema de explotación humana.
A lo largo de su vida Washington utilizó al menos cuatro juegos distintos de dentaduras postizas. Uno de los más famosos lo confeccionó el dentista John Greenwood, quien también era veterano de guerra: creó una dentadura que usaba marfil y dientes humanos, montados sobre una base de plomo y sostenidos por resortes. Aunque era un avance para la época, estas prótesis eran incómodas y dificultaban tanto el habla como la alimentación.
Greenwood dejó registros detallados de sus trabajos con Washington. Una de las dentaduras del presidente se conserva hoy en el Museo Nacional de la Historia Americana en Washington DC. La pieza, lejos de ser elegante, parece una trampa metálica y es un testimonio de los límites de la ciencia médica en el siglo XVIII.
El constante malestar dental influyó notablemente en la imagen y comportamiento de Washington. Se cree que su forma reservada de hablar y su falta de expresividad facial estaban relacionadas con el uso de estas incómodas dentaduras. Algunos retratos oficiales debieron ser ajustados para ocultar la hinchazón de sus mejillas, y él mismo solicitó a los artistas que evitaran sonrisas o gestos amplios.
Su lucha con los dientes también lo volvió un paciente meticuloso. Conservaba cartas y registros sobre tratamientos, tenía opiniones firmes sobre dentistas y exigía puntualidad en sus visitas. Es irónico que un hombre que comandó ejércitos y forjó una nación no pudiera vencer una infección dental.