RAY BRADBURY: CENTENARIO DE UN CLÁSICO

Hector González
Cultura
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La ciencia ficción no sería la misma sin Ray Bradbury (1920-2012). Así de claro. El escritor de Los Ángeles se aficionó a la literatura en las bibliotecas públicas. Incapaz de costear sus estudios se vio obligado a trabajar como vendedor de periódicos y a formarse de manera autodidacta.

El narrador no podría haber crecido en mejor lugar. A mediados del siglo XX la ciudad californiana era el epicentro de la producción cinematográfica. Grandes escritores se trasladaron ahí para alternar trabajo literario con la escritura de guiones. Eran tiempos distópicos: guerra, macartismo, desarrollo acelerado de la ciencia… Bradbury devoró de todo, además de cine, cómics y libros.

La lectura de Astounding Science Fiction se volvió fundamental en su formación. Ahí descubrió a Arthur C. Clarke. Más tarde llegó la revista Imagination!, donde comenzó a publicar en 1938.

Su primer texto lleva por título Hollerbochen’s dilemma. Cuenta el escritor argentino Rodrigo Fresán que “trata de un hombre con una capacidad de detener el tiempo hasta que explota; no gusta demasiado”.

Con 22 años comienza a cobrar por su trabajo. Por El lago le pagan 13.75 dólares. A partir de entonces es un no parar. En 1947 publica su primer libro, Dark carnival, y más tarde, aconsejado por su amigo Truman Capote, brinca a las revistas pulp e inicia con relatos de tinte sobrenatural. El reconocimiento popular no tarda en llegar y la prestigiosa The New Yorker lo recluta.

Su talento llega a oídos del productor radiofónico Norman Corwin, quien le pide textos dramatizables. Bradbury propone uno protagonizado por un ama de casa marciana. Así es como se empieza a gestar Crónicas marcianas, cuya primera edición es de 1950.

De inmediato el narrador se convierte en un referente de la cultura popular: El vino del estío, El verano del adiós, El hombre ilustrado y, por supuesto, Fahrenheit 451 lo consolidan como un escritor con un pie dentro de la tradición literaria estadunidense y otro en la cultura de masas.

Influencia

“Escribía muy rápido porque quería ser muy honesto. Siempre he creído en la escritura rápida para sacar las cosas antes de tener tiempo de pensar en ellas”, dijo alguna vez. La inmediatez le permitió conectar con el gran público. A cambio fue menospreciado por la gran crítica, que apenas hace unos años comenzó a incluirlo dentro del canon norteamericano.

Bernardo Fernández Bef, novelista y dibujante todoterreno, recuerda que el primer libro que leyó de Ray Bradbury fue Fahrenheit 451. “Tenía diez años y había escuchado que era el maestro de la ciencia ficción. En casa los niños leíamos historietas y la novela era una especie de graduación. Mi papá insistía en que leyera a Salgari o a Julio Verne, pero en el camino se me atravesó Bradbury”.

El autor de Hilo negro y Escenarios para el fin del mundo recuerda que Fahrenheit 451 era una ciencia ficción distinta a la que esperaba. “Me topé con esta distopía melancólica y una prosa poética que para mí fue toda una revelación. Desde entonces he tenido una relación muy estrecha con Bradbury: ha sido una presencia constante”.

Gerardo Sifuentes, escritor y divulgador científico, reconoce en el estadunidense a un autor formativo y que más allá de la ciencia ficción “trascendió los géneros. Es literatura y punto. Literatura de ideas. Lo bradburyano es una etiqueta o un sello que habla de una época y de un periodo histórico en su país. Vivió una época muy dramática en términos de cambios de ciencia y tecnología. A lo largo del siglo XX se dieron transformaciones muy importantes, en particular después de la Segunda Guerra Mundial, y desde su clásico Crónicas marcianas incitó a la reflexión y a pensar en nuestro lugar dentro de los cambios”, comentó.

“Escribe una historia corta cada semana. Es imposible escribir 52 malas historias seguidas”, fue la frase que marcó su disciplina y que no se cansó de repetir cuando alguien le pedía consejo. En términos de literatura de género ganó los mayores reconocimientos; sin embargo los premios académicos tardaron en llegar.

Apenas en 2004 recibió la Medalla Nacional de las Artes de su país y en 2007 una mención especial por su trayectoria dentro de los premios Pulitzer. “Siempre sufrió porque lo etiquetaban como un autor de ciencia ficción —explica Bef—; él se asumía más cercano a la fantasía. De hecho decía que el único libro de ciencia ficción era Fahrenheit 451, porque Crónicas marcianas era fantasía ya que contaba algo que no podía suceder”.

Respecto de la etiqueta de literatura de anticipación el mismo Bradbury declaró: “En mis obras no he tratado de hacer predicciones acerca del futuro sino avisos. Es curioso, en mi país cada vez que surgía un problema de censura salía a relucir como paradigma de la libertad Fahrenheit 451. Los intelectuales, ya sean de derechas o de izquierdas, siempre tienen miedo a lo fantástico porque les parece tan real ese mundo que consideran que estás intentando engañar y, evidentemente, así es (…) Vivimos en un mundo que nos absorbe con sus normas, con sus reglas y la burocracia, que no sirve para nada. Hay que tener mucho cuidado con los intelectuales y los sicólogos, que te intentan decir lo que tienes que leer y lo que no”.

Su crítica a los intelectuales reforzó su permanencia en los circuitos menos ilustrados. En este sentido el escritor Sifuentes apunta que “su valor está en que no escribía para predecir el futuro sino para prevenirlo. Buscaba encender la voz de alarma de la ciencia ficción para advertir que si se juega con la tecnología se podía llegar a un extremo tal. Su valor era que planteaba el peor escenario posible y lo exploraba”.

Bernardo Fernández lo ubica incluso dentro de la tradición de cuento que empieza con Edgar Allan Poe, sigue con Ambrose Bierce, H. P. Lovecraft, y continúa con Bradbury hasta llegar a Stephen King. “Son estos autores de origen popular y que profundizaron en temas macabros o estrambóticos y a partir de ello se convirtieron en referentes de la literatura estadunidense”.

Vigencia

A estas alturas Ray Bradbury sigue reeditándose. Cineastas como Francoise Truffaut, Michael Anderson y Peter Hyams han llevado su literatura a la pantalla grande. Es la puerta de entrada de cientos de jóvenes a la lectura en general. “Esto se debe a que es un gran autor del asombro”, explica Bef. Destaca su forma de imaginar y conectar con el niño interior. “Creó estructuras que siguen siendo válidas dentro de la literatura fantástica, juvenil e infantil. La feria de las tinieblas o El vino del estío son historias de crecimiento, del tránsito de la niñez a la adultez, pero sin perder la mirada de asombro”.

Gerardo Sifuentes no duda en la vigencia de su literatura e incluso destaca su pertinencia en un momento como el actual. “Para comprender lo que estamos viviendo, Crónicas marcianas funciona. El virus podría ser una suerte de entidad extraterrestre, es algo ajeno. Vivimos un ambiente de ciencia ficción, pero como si estuviéramos en un ambiente extraterrestre”.

Valora su oficio para manejar la angustia y la inquietud dentro del ser humano. “Fue un autor que se ocupó de prepararnos ante lo desconocido. Usó el principio de incertidumbre para colocar a sus personajes en situaciones límite. Hay un valor inherente en sus personajes a la hora de enfrentarse a lo desconocido. Es una literatura valiente en este aspecto”.

Bef concluye que ni el propio Bradbury habría podido imaginar lo que hoy vivimos. Sin embargo sus libros “nos invitan a la reflexión porque siempre fue un gran defensor del libro y las bibliotecas, que en estos momentos de encierro han mantenido la sanidad mental de muchos de nosotros. Supo poner su mirada creadora en la noción de que el futuro es un espacio delicado y que cambia constantemente. Bradbury nos invita a reflexionar sobre la necesidad de plantearnos utopías y de la importancia de la lectura y la cultura en este mundo tan bombardeado por la frivolidad y la desinformación”.

En el mismo sentido Gerardo Sifuentes remata afirmando que Bradbury es una herramienta para enfrentar el presente. “Escapó a la moda porque se basó en ideas y sin duda algunos de sus libros podrían servirnos como un manual de supervivencia para esta época”.