EL AMOR Y LA MEMORIA FLORECEN EN BONDAD TARDÍA

“La poesía no es un mero ejercicio estético; es una forma de revelación”.

Itzia González
Share

Bondad tardía, de Itzia González, fue reconocido con el Premio de Poesía Joven UNAM-SECTEI 2024 por habitar una voz poética que conjuga la lucidez con la delicadeza.

El jurado —que integraron Brenda Ríos, Valeria List y Adalber Salas— otorgó por unanimidad este reconocimiento al libro debido a su “elegancia lírica, coherencia interna y fluidez narrativa”, además de su capacidad para “abordar con inteligencia y sensibilidad un tema aparentemente agotado: el amor”.

Convocado por la Universidad Nacional Autónoma de México a través de la Coordinación de Difusión Cultural y la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, en conjunto con la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación de la Ciudad de México, el premio distingue anualmente a voces emergentes de la poesía contemporánea.

En el caso de González el reconocimiento no subraya únicamente su madurez literaria, sino también su singular aproximación al amor, la memoria y el lenguaje desde una introspección que une cuerpo y naturaleza en un mismo aliento poético.

Bondad tardía destaca por su paciencia en un panorama literario donde la velocidad y la coyuntura dominan.

En entrevista con Vértigo Itzia González comparte que los poemas fueron escritos a lo largo de varios años y tránsitos: su mudanza a la CDMX, el inicio de la universidad y enamorarse son algunos de ellos.

Al respecto, afirma: “Es un libro de transición, de empezar a descubrir la juventud. Cuando lo formé cuidé que en la continuidad de los poemas se sintiera una conexión, más allá de que los había escrito la misma persona”.

El resultado es un volumen que puede leerse como una cartografía íntima: cada poema se sostiene por sí mismo, pero también dialoga con los demás en una secuencia que respira, se expande y se repliega, como las estaciones de un mismo tiempo interior. Esa estructura, según el jurado, otorga a la obra una “fluidez narrativa” que acompaña su lirismo elegante, ajeno a la afectación o al sentimentalismo.

Aquí el amor se revela no como un sentimiento romántico, sino como un espacio de observación y meditación. La poeta despliega una sensibilidad que se enraíza en lo corporal y lo elemental: el agua, los árboles, la luz. La naturaleza, más que un escenario, es una presencia constante, una forma de existir.

González reconoce esa afinidad con lo natural como parte esencial de su mirada: “Los árboles y la luz son lo que más observo, más allá de que escriba o no al respecto. Hay cosas que considero muy sagradas en el sentido de que son atemporales: están desde el origen. Si pudiera decir algo que lleva milenios siendo una verdad, pensaría en el agua, en los árboles y en la luz”.

La poesía como fe

El camino de González en la poesía comenzó muy temprano. Su primer libro, A dónde habremos de migrar si hay inviernos por todos lados, lo publicó en 2017 la editorial chiapaneca Public Pervert.

La poeta recuerda: “Tenía 14 o 15 años cuando lo armé en conjunto con una profesora. Hay muchas cosas que no se exploran, y cuando lo releo lo siento muy incipiente. No me atrevo todavía a hablar de mí”.

Al preguntarle sobre si existe algún diálogo entre un poemario y otro, reflexiona: “Diría que la conexión entre ambos libros es la naturaleza, pero es muy distinto el tono entre tener 15 años y tener 22 o 23; hay mucha vida. En este libro hay una necesidad muy clara de estar ahí, de que el poema ocurra por lo que se está viviendo”.

Uno de los rasgos más notables de Bondad tardía es su honestidad. La poesía no es un mero ejercicio estético, sino una forma de revelación. En la concepción de González escribir o leer poesía es un acto sagrado, una manera de escuchar algo que está más allá del mundo.

itzia-gonzalez2.jpg

“Constantemente algo que ronda en mi vida es el tema de la fe”, explica. “En medio de todo lo que uno vive y en medio de todo lo que es el mundo, ¿a qué te anclas y qué escuchas? Alguien puede escuchar a Dios o muchos dioses; para mí, la poesía es un poco eso. No solo escribirla, sino leerla”.

Esa relación casi ritual con el lenguaje determina su proceso creativo. “Hay periodos donde no leo ni escribo poesía, pero cuando lo hago tengo que estar verdaderamente ahí. No tengo una metodología. Luego el proceso de edición es más racional, pero los momentos en que escribo son muy sagrados. Si ese día ocurre, puedo escribir varios poemas. Y luego pueden pasar meses o un año en que no escriba más que una nota”.

La poeta encuentra en ese vínculo con lo sagrado una forma de sentido. “Muchos textos sagrados son, en última instancia, muy parecidos a un poema. Son muy poéticos. Y hay muchos poemas que son sagrados. Lo maravilloso de los grandes poemas es que parecen un rezo, como si hubieran entendido algo más del mundo”.

Dentro de la obra se refleja lo anterior. El poema Durante la tarde he rezado coloca a la poesía en este sitio sagrado: “Durante la tarde he rezado/ un poema/ la forma de hablar con/ un alma del mundo”. Se trata de una escritura que se asoma a lo no visible con la certeza de que el misterio es parte de la belleza.

Cada verso de Bondad tardía está impregnado por una concepción intuitiva, profundamente humana. Lejos de la retórica o del hermetismo, sus poemas revelan una búsqueda de claridad. Y no una claridad racional, sino una transparencia emocional, esa que se alcanza cuando el lenguaje logra enunciar lo indecible.

Además de confirmar una voz poética sólida y honesta, Itzia González posee una mirada que comprende que escribir es un acto de fe. Bondad tardía no es una promesa: es una revelación cumplida.

El libro se puede adquirir en la Red de librerías de Libros UNAM y en la tienda en línea libros.unam.mx, donde se integra a un catálogo que ha acompañado el surgimiento de muchas de las voces más prometedoras de la literatura mexicana contemporánea.

×