ÁMSTERDAM

“Quijotesca, idealista, romántica y quizá dolorosamente sincera”.

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Francisca Yolin
Cultura
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Las películas de David O. Russell siempre están a punto de estallar; sus personajes apenas pueden contener sus grandes sueños y sus aún más grandes personalidades. Pero esta energía desbordante requiere una ejecución cuidadosa para que los procedimientos no se vuelvan agotadores en lugar de exuberantes. Esto funcionó muy bien en Escándalo americano, pero es algo que en su último proyecto, Ámsterdam, no se logra del todo.

Este fantasioso thriller cómico de asesinato y misterio, lleno de actores famosos, lleva el nombre de la ciudad en la que el trío protagonista de la película pasa sus años dorados viviendo, amando y riendo juntos.

Pero el nombre “Ámsterdam” también funciona como sustituto de algunos de los elementos más salvajes, estridentes y desenfrenados de la película.

Nos encontramos frente a un filme que no es realmente lo que crees. Aunque se ha descrito y promocionado como una historia de tres amigos —un médico, una enfermera y un abogado— que se convierten en los principales sospechosos de un asesinato en la década de 1930, en realidad eso es solo la entrada a una fábula mucho más épica, extensa y ambiciosa, que es como un caprichoso cuento de hadas sobre la maldad del autoritarismo y la detención de un complot fascista contra Estados Unidos. Además, se basa en una historia real.

Contada de forma poco cronológica, la película va de un lado a otro, pero el núcleo de la historia tiene lugar en Nueva York después de que Harold y Burt son acusados de un asesinato. Los hilos que se tejen en la historia llegan a estar al borde de lo incomprensible.

Los actores indudablemente son talentosos, pero los enredos y los excesos afectan el resultado final de su actuación, que muchas veces se siente forzada. Por ejemplo, aunque Christian Bale interpreta a su personaje Burt como a un hombre que fue destrozado física y síquicamente por la guerra, pero se niega a abandonar su optimismo sobre las personas, hay una dulzura y una vulnerabilidad ganadoras en el papel, que la trama complicada de la cinta no puede acomodar.

Odisea

Al igual que en Escándalo americano, el guionista y director quiere unir una narrativa divertida con un comentario reflexivo sobre Estados Unidos, pintando un retrato poco halagador de una nación que olvida con demasiada facilidad a los que lucharon en sus guerras mientras se cree el mito de su grandeza sin igual.

Sin embargo, a diferencia de su película anterior el resultado es interesante, pero irregular; la entretenida película de Russell trata de abarcar mucho más de lo que puede; se desmorona hacia el final.

También es muy quijotesca, idealista, romántica y quizá dolorosamente sincera en sus preocupaciones sobre hacia dónde se dirige la idea de la libertad y la humanidad. Es una odisea audaz que lucha por flotar bajo el peso de todos sus adornos y vuelos de fantasía extravagantes.

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