Resulta imposible escribir en dos planas todo lo que el Dr. Atl (alias Gerardo Murillo, a su decir) hizo durante sus 88 años de vida: vulcanólogo, pintor, hombre de letras y sobre todo ferviente soñador, fue homenajeado en El Colegio Nacional el pasado 27 de octubre por el 150 aniversario de su natalicio.
Murillo nació el 3 de octubre de 1875, en Guadalajara, Jalisco. A los 15 años ingresó al taller de Felipe Castro. Luego, en 1896 y con 21 años, se inscribió en la Escuela Nacional de Bellas Artes en la Ciudad de México. Debido a su talento y desempeño el gobierno de Porfirio Díaz le otorgó una beca para especializarse en Europa.
De esta manera cursó algunas materias de dibujo y pintura en la Escuela de Altos Estudios de París, así como de filosofía y derecho en la Universidad de Roma. Fue ahí mismo, en Italia, que comenzó su interés por la vulcanología y colaboró con el Partido Socialista Italiano y con el periódico Avanti.
El impresionismo europeo influyó notablemente en su obra, pues se ocupó durante su larga trayectoria de elementos colorísticos de la imagen y de la representación de paisajes de México a través del lenguaje simbólico. En 1901 presentó su primera exposición de retratos y paisajes en el Círculo Artístico Internacional de Roma.
De vuelta en México, Murillo se incorporó a las actividades culturales del país: impartió clases en la Academia de San Carlos y organizó una exposición para la revista Savia Moderna, en la cual exhibieron sus primeras obras artistas como Francisco de la Torre, Diego Rivera y Rafael Ponce de León.

Asimismo, el paisajista promovió la creación de la Sociedad de Pintores y Escultores y organizó una muestra de artistas mexicanos independientes en respuesta a las exposiciones por el Centenario de la Independencia en las que fueron relegados autores nacionales.
Se dice que, entre 1911 y 1912, después de un viaje complicado en barco debido a una tormenta, Murillo falleció para dar vida a Atl, palabra náhuatl que significa “agua”. Después sería el poeta argentino Leopoldo Lugones quien le daría el título de “doctor” por la sabiduría que el artista poseía.
Enemigo de la quietud y la calma, el Dr. Atl regresó a Europa, donde se insertó nuevamente en la cultura parisina. Colaboró en exhibiciones, diversos diarios y otros proyectos. Además, emprendió una campaña contra Victoriano Huerta. Su estancia fue corta y de vuelta en nuestro país Venustiano Carranza lo nombró director de la Escuela Nacional de Bellas Artes (1914-1915).
Uno de los episodios que más resuenan al pensar en el Dr. Atl es su intensa relación con la poeta y pintora Carmen Mondragón, a quien él mismo bautizó como Nahui Olin (“perpetuo movimiento”) e inmortalizó en sus obras. La pareja duró cinco años en los que ambos tuvieron una fructífera producción artística.
Hacia 1943 el Dr. Atl tuvo la oportunidad de ser testigo del nacimiento del Paricutín. Gracias a esta experiencia elaboró apuntes y pinturas que expuso al año siguiente en el Palacio de Bellas Artes, para luego reunirlos y crear el libro Cómo nace y crece un volcán. El Paricutín (1950).
Este no fue su único libro, pues a lo largo de su trayectoria publicó Les Volcans du Mexique (1911), Las artes populares de México (1920), Las sinfonías del Popocatépetl (1921), Iglesias de México (1926), Un hombre más allá del Universo (1935) y Gentes profanas en el convento (1959), entre otros.
Revolución estética
La exposición Dr. Atl. Este es mi verdadero nombre, una colaboración entre El Colegio Nacional y Arte & Cultura del Centro Ricardo B. Salinas Pliego, se inauguró el pasado 27 de octubre para rendir homenaje a los 150 años del natalicio del Dr. Atl. Un total de 138 piezas entre fotografías, cartas, pinturas e ilustraciones se encuentran exhibidas.
En entrevista con Vértigo el curador de la muestra, Luis Rius Caso, comparte que el título de la exposición “responde a una carta que escribió el Dr. Atl dirigida a los miembros del Colegio Nacional, quejándose de que lo habían nombrado Gerardo Murillo cuando él ya no se reconocía de esa manera; él dice: ‘Mi verdadero nombre es Atl’”.
Sobre la curaduría, Rius comparte: “Como se le considera un gran artista, así como un hombre de letras, la idea es vincular, poner a dialogar estas dos partes a lo largo de seis núcleos”.
De esta manera, cada núcleo responde al manifiesto de los textos o las publicaciones. Por ejemplo, la primera parte muestra el libro Les Volcans du Mexique, que convive con la pintura de gran formato Amanecer en el Popocatépetl.
En la exposición también se muestra el lazo entre el Dr. Atl y el japonismo. Al respecto, Rius apunta que “enfatizamos mucho la influencia en él de las estampas japonesas y de la pintura japonesa. También lo relacionamos con que varias de las portadas que él diseñó para libros tienen este estilo”.
Además, el curador señala que por primera vez se muestran “unas cartas de amor que el Dr. Atl ya mayor le escribe a su vecina; ella las fue guardando. Se llamaba Josefina Vázquez de Mercado. Las cartas son apasionadas y le dice ‘estoy viendo la erupción de un volcán, pero eso no es nada comparado con lo que siento por ti’. Fue un amor platónico y eso se muestra por primera vez gracias al hijo de Josefina”.
Finalmente, Rius destaca que uno de los grandes objetivos de esta muestra, que es de entrada libre y se podrá visitar hasta el 28 de marzo próximo, es “invitar a la gente a que lo lea, porque vale la pena también ese lado suyo”.
Y si todo lo anterior no convence para adentrarse en el universo del Dr. Atl, tal vez la descripción de Diego Rivera sobre este hombre multifacético ayude un poco: “(El Dr. Atl) enseñó a ser insolentes a todos los jóvenes, se demostró prosista y poeta, vulcanólogo, botánico, minero, yerbero, astrólogo, hechicero, materialista, anarquista, totalitarista (…); editó periódicos, organizó batallones rojos, saqueó iglesias, invitó a tés en las sacristías a bellas damas y reunió alrededor de él a un grupo de los jóvenes artistas de mayor valer en aquel tiempo”.

