Una de las losas que carga la literatura mexicana, en su generalidad, es la solemnidad. Son contados quienes se han atrevido a provocar y sacudir el avispero de lo que se conoce como el país de las letras. Por eso figuras como Jorge Ibargüengoitia son tan valoradas. En esta misma línea, José Agustín (1944) destaca con letras mayúsculas.
Hace unos días se supo que el narrador declaró: “Mi trabajo aquí se va terminando”. Con estas palabras, que sonaron a despedida, rubricó una de las carreras más deslumbrantes e influyentes de nuestra literatura.
Luego del accidente ocurrido durante una firma de autógrafos celebrada en Puebla en 2015, nada fue igual para el escritor. La fractura de cráneo y costillas confinó al encierro a un hombre que se distinguía por ser dinamita pura. Desde entonces y hasta ahora vivió horas inciertas, al tiempo que su leyenda se incrementó.
Herencia
El mayor exponente de la literatura de la Onda, movimiento que incluía a Parménides García Saldaña y Gustavo Sáinz, entre otros, fue fundamental para la generación de Juan Villoro, Enrique Serna y Eusebio Ruvalcaba, pero su manto se extendió hasta autores nacidos en los setenta, como Julián Herbert, Yuri Herrera, Juan Pablo Villalobos o Carlos Velázquez.
Si algo le debemos a José Agustín quienes lo leímos durante la juventud es su talante provocador, su valor para escribir como se hablaba en las calles y, en particular, asumir la influencia del rock como herramienta narrativa.
Admirador por igual de Elvis Presley y los Rolling Stones que de Salinger o Kerouac, contó historias tan entretenidas como formadoras. De Perfil, La tumba o Se está haciendo tarde han hecho más por la lectura que muchos programas de gobierno. No fueron pocos los que aprendieron historia con su trilogía Tragicomedia mexicana. Mientras unos buscaron los secretos de la narración en las obras de Salvador Elizondo, José Agustín motivó a sus seguidores a ir más allá del salón de clase, incluso de los libros: fue alguien que incitó a transgredir las convenciones a través del lenguaje, la experiencia y la contracultura.
Si algo hemos visto en los últimos días es que, contrario a quienes en su momento lo vieron como producto de una moda, su obra cada vez más se consolida como una de las columnas fundamentales de nuestra literatura, gracias a que entre otras cosas todavía nos enseña la importancia de ser cada vez más libres.