En medio de coloridos trajes, máscaras barbudas, sombreros con flores y penachos emplumados, en el Museo Nacional de Antropología se hizo la presentación oficial del Quinto Festival Nacional de Máscaras Danzantes (Fenamad), una iniciativa que honra la riqueza de los bailes tradicionales de México.
La celebración en sí tendrá lugar los días 14, 15 y 16 de noviembre en el Pueblo Mágico de Coscomatepec de Bravo, Veracruz, y contará con la participación de más de mil 500 danzantes, 300 músicos tradicionales y 80 maestros mascareros de todo el país.
Además, por vez primera, Banco Azteca fungirá como el principal patrocinador del evento, reafirmando su compromiso con la diversidad y las tradiciones que mantienen viva la esencia de nuestro país.
En la ceremonia estuvieron presentes Ninfa Salinas Sada, vicepresidenta del Comité Ejecutivo de Grupo Salinas; Sergio Vela, director de Arte & Cultura del Centro Ricardo B. Salinas Pliego; Antonio Saborit, director del Museo Nacional de Antropología; Manuel Álvarez Sánchez, director del Fenamad; el maestro mascarero Alejandro Vera Guzmán, y Rubicel Gómez Nigenda, danzante y patrón de los Parachicos de Chiapa de Corzo.
Diferencias que unen
Durante la inauguración, Ninfa Salinas Sada agradeció a los asistentes y sobre todo a Álvarez Sánchez, quien ha sido director del festival desde su creación: “Quiero pedir un aplauso para Manuel, porque se lo merece. El día que llegó a mi oficina, no pasaron ni cinco minutos cuando le dije ‘Sí, yo te voy a apoyar’”.
Entre palmas y aclamaciones la vicepresidenta del Comité Ejecutivo de Grupo Salinas explicó el motivo que los reunió esa tarde en el auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología: “Estamos aquí porque yo y mi familia, y todos los que colaboran en Banco Azteca, creemos que trabajar por los mexicanos, esos seres que festejan, que lloran, que sufren, que ríen y bailan, es algo que nos compete a todos”.
De tal manera que con la ayuda del banco “más mexicano” esta edición tomará una fuerza no vista hasta el momento: “Ya que nos juntamos las personas necesarias, haremos de esto un enorme evento que visibilice los valores que hacen de nuestro país un lugar único”, puntualizó Salinas Sada.
Al exaltar “las tradiciones de México que mantienen viva nuestra esencia”, Ninfa Salinas dijo que se prevé contrarrestar “el discurso divisorio que se oye en todos lados”, puesto que uno de los motores de esta fiesta es celebrar lo que hace a cada baile, danzante y mascarero, especial: “No podemos apreciarnos en nuestra grandeza si no observamos nuestras diferencias”.
Para cambiar ese discurso que visibiliza nuestra herencia como resultado “del fracaso y la conquista”, Salinas Sada invitó al público a “transformar esa narrativa” por otra donde el mestizaje y las tradiciones sean motivos de orgullo: “Hoy más que nunca abracemos esta nueva historia. Creo que es lo que necesitamos; no más victimización, resentimiento o conflicto; abrámosle paso a esta enorme calidez, diferencia y hermosura que hay en cada región”.
De este modo, se comprometió a seguir impulsando las tradiciones vivas y “mostrárselas al mundo para que mucha gente se maraville de lo que es México”.
Y tal vez, con un poco de suerte, apuntó, “los mexicanos terminemos también maravillados de lo que somos: un país que celebra sus diferencias con admiración, respeto y compromiso”.

Identidad
Por su lado, Manuel Álvarez definió el festival como “un encuentro que celebra la vida, la memoria y la identidad de los pueblos que han dado forma a México a través de la danza, la música y la máscara”.
Además, el director del Fenamad y difusor de proyectos de arte y cultura de Veracruz agradeció a todos los presentes, y en especial a Ninfa Salinas por recibirlo en su oficina y confiar en el proyecto —“de cada diez puertas que tocamos, solo se nos abren una o dos”—, a Sergio Vela y su equipo de Arte & Cultura de Grupo Salinas, a Banco Azteca, a los empresarios de Córdoba, de Orizaba y de Xalapa, pero sobre todo a los danzantes, a los líderes mascareros y a los músicos, “los actores principales del festival”, quienes viajaron largas horas para tomar parte en la inauguración.
De ellos reconoció que siempre “están atentos y agradecidos”, cuando los agradecidos, mencionó, “deberíamos ser nosotros de que existan personas de carne y hueso que día a día aportan todo su arte, su capacidad y su talento a nuestro país”.
Y aunque cinco años se dice fácil, el Fenamad ha sido todo un reto: “Lo digo no solo por las complejidades logísticas y presupuestarias, sino porque cada edición implica escuchar, acompañar y aprender de varias comunidades con lenguas, costumbres y formas distintas de entender al mundo”.
Pero, señaló Álvarez, “es ahí donde radica el alma del festival, en generar un espacio de respeto donde cada danza, cada máscara y cada personaje tenga su lugar, su voz y su historia”.
De modo que al presentar esta quinta edición “en el recinto antropológico más importante del país”, lo hizo con la certeza de que logra su misión más relevante: “Decirle al país y al mundo entero que las tradiciones no son pasado: son presente y son futuro”.

Finalmente, el director del Fenamad invitó a no olvidar que el festival “visibiliza todas las voces” y que no hay identidad nacional sin reconocer a quienes “la danzan” todos los días desde sus territorios.
“Celebremos la continuidad, el encuentro y la posibilidad de seguir construyendo un país donde nuestras expresiones más profundas no solo se preserven, sino que también se reconozcan como fuente de orgullo y esperanza”, concluyó.
¡A bailar!
Luego de la ceremonia, varios danzantes engalanados con sus trajes, máscaras e instrumentos se reunieron frente al mural Dualidad, de Rufino Tamayo, para darle al público una probadita de lo que encontrará los días 14, 15 y 16 de noviembre en Coscomatepec de Bravo.
En la Danza de los Tecuanes, a cargo de los danzantes de Acatlán de Osorio, Puebla, un jaguar se paseó travieso, sabiéndose intocable, entre unos viejos narizones y barbudos con enormes sombreros de palma que brincaban al ritmo de la flauta de carrizo y el tambor.
Mientras los ancianos danzantes se enfilaban entre sí, tratando de rodear al felino que, burlón, tiraba latigazos cada tanto, un diablo se paseaba sosteniendo su tridente, carcajeándose de sus fechorías, y una viejecita curandera de cabellos largos restregaba sobre los espectadores ramas de pirul para alejar las malas vibras.
Edwin Flores, un joven que hizo el papel de uno de los viejos, le dijo a Vértigo que esa danza “trata sobre la cacería del jaguar, un elemento mítico en muchas culturas prehispánicas”. El animal era cazado —contó— porque se comía al ganado: “La historia dice que los viejos se echaban la culpa entre ellos, hasta que descubrieron al verdadero responsable”.
El baile no paró ahí. Acompañados de orquesta, continuó la comparsa Jaguares: mujeres que al ritmo de la trompeta y el trombón contonearon sus faldas bordadas con lentejuela que, al girar, se abrieron como sombrillas, ante hombres vestidos de charros que portaron máscaras de señores barbudos con mejillas rosadas.
Samantha Reinoso, una de las bailarinas, contó a Vértigo que ese baile es “un espectáculo de carnaval, originado en el pueblo de la Magdalena, en el Estado de México”, y que posteriormente arraigó en Chimalhuacán, de donde ella es originaria.
El baile, añadió, “fue organizado por una empleada doméstica que trabajaba con Maximiliano de Habsburgo y su esposa, la emperatriz Carlota”, y surgió como “una burla hacia ellos, un acto de protesta por los excesos de la clase alta de aquella época”.
De ahí, mencionó, “que los danzantes utilicen máscaras con barbas rubias, alusivas al emperador”.
Así, ya todo fluye hacia el Quinto Festival Nacional de Máscaras Danzantes que se realizará en noviembre en Veracruz.