MAGIA, AMOR Y MUERTE EN ESCENA: EL REGRESO DE EL HILADOR

“El teatro nos ayuda a mantenernos en contacto con lo que no es posible”.

El Hilador
Cultura
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“Y vivieron felices para siempre” es una frase que El Hilador cuestiona desde el primer acto: en esta historia los finales felices no están garantizados, los cuentos de hadas están rotos y la Muerte ya tiene su asiento reservado en primera fila.

Así vuelve a escena esta obra entrañable y mordaz que ha cosechado elogios tanto en México como en Canadá, y que regresa al Teatro Helénico con funciones todos los lunes a las 20:00 horas, del 23 de junio al 29 de septiembre.

Con dramaturgia y dirección de Paula Zelaya Cervantes, El Hilador se presenta como una comedia negra que reinventa el imaginario clásico de los cuentos de hadas no para destruirlo, sino para ponerlo bajo una nueva lente: la del amor imperfecto, la ironía contemporánea y la ternura dentro del absurdo.

Protagonizada por Ana González Bello, Evan Regueira y Marcos Radosh, la obra cuenta la historia de Elena y Quirón. Ella, amante de todo lo que brilla; él, asistente personal de la Muerte. Viven en un universo de fantasía donde solo pueden estar juntos cuando alguien muere. Ante la imposibilidad de un amor convencional, deciden hacer lo impensable: escapar del cuento que habitan y huir al mundo real en busca de una vida común y corriente.

Este argumento, ya de por sí cargado de ironía y ternura, se convierte en una plataforma para explorar temas como el libre albedrío, la moralidad difusa y la fragilidad de las relaciones humanas.

Con influencias literarias que van desde los hermanos Grimm hasta Shakespeare, pasando por Dante y Milton, el texto juega hábilmente con el legado de la narrativa occidental para desmontarlo pieza por pieza, en medio de carcajadas, referencias pop y una puesta en escena visualmente deslumbrante.

Desde su estreno en 2018 El Hilador ha capturado la atención del público con una mezcla precisa de humor oscuro, reflexión filosófica y romanticismo fuera de lo común.

Lejos de la fórmula tradicional del cuento de hadas, esta obra apuesta por la contradicción como núcleo emocional y narrativo: una historia de amor marcada por la muerte; una pareja en fuga hacia una realidad aún más caótica que su fantasía, una Muerte que no solo acecha, sino que participa como personaje fundamental del relato.

El montaje destaca también por su estética. Cada elemento del escenario contribuye a sumergir al espectador en ese mundo entre lo mágico y lo grotesco; la escenografía de Sergio Villegas, la iluminación de Matías Gorlero y María Vergara, y el vestuario diseñado por Sara Salomón dialogan para crear una atmósfera rica en símbolos, texturas y contrastes. La música original de Iker Madrid y la dirección de movimiento de Pablo Rodríguez y Jimena Saltiel completan una experiencia escénica integral y memorable.

La obra invita a cuestionar el molde con el que nos enseñaron a amar, a vivir y a morir. Lo hace con humor, con una pizca de crueldad, pero también con una sensibilidad innegable. Es una propuesta para reírse del absurdo, pero también para reconocer las propias heridas con una sonrisa torcida.

Vuelta de tuerca

En entrevista con Vértigo Paula Zelaya, dramaturga y directora de El Hilador, habla acerca de la invención y transformación de este proyecto.

—¿Qué la llevó a tomar historias clásicas de amor, arquetipos narrativos y torcerlos, reinventarlos en algo contemporáneo?

—Esta obra fue la primera que escribí, así que lo hice saliendo de la universidad. Traía toda la carga de la literatura clásica y tenía muchas ganas de hacer algo con todos esos arquetipos y modelos muy básicos que vemos de historias. Estaba leyendo muchos cuentos de hadas en esa época, estudiándolos muy a fondo y tuve muchas ganas de hacer algo que pudiera explorarlos como ideas, pero que se sintiera muy cercano al ahora. Y aunque la obra se desarrolla en un mundo de hadas que no es contemporáneo, después los personajes viajan al México actual y se encuentran con que estas ideas y convenciones de los cuentos de hadas no funcionan en la realidad. Y de ahí viene un poco el choque en la historia.

Elena y Quirón son una pareja muy particular: su amor solo existe cuando alguien muere. ¿Qué representa esta paradoja para usted?

—En primer lugar, es muy divertida. El público disfruta mucho esta comedia negra; los dos personajes le entran de lleno a la idea de que para poder tener algunos momentos juntos tiene que morirse alguien. Y se usa como una forma de cuestionar las cosas que a veces creemos que debemos hacer por amor; y también esta sensación adictiva de los comienzos en las relaciones, que es muy emocionante. Es una forma de reproducir ese sentir de complejidad, de duda y de intriga del inicio de una relación, que es totalmente distinta a cuando alguien ha estado en pareja durante mucho tiempo.

—La Muerte no solo es un personaje, sino una presencia escénica muy fuerte. ¿Cómo trabajó su caracterización?

—El personaje de la Muerte lo interpreta Marcos Radosh. Es la muerte así, con su capa oscura, altísima, misteriosa, parece superamenazante; pero una de las cosas muy bonitas de la obra es que tiene un elemento de comedia muy grande y la Muerte se convierte en un personaje que es casi como de Disney, que al final quieres abrazar. No es un personaje al que le guste su trabajo; sabe que es necesario, pero no lo ama y le pesa. Está más que nada como recordatorio de para qué sirve la vida, como esta sombra que está siempre recordándonos el disfrutar las cosas.

—¿Qué cree que hace que El Hilador sea una obra tan querida por el público mexicano en particular?

—Creo que a la gente le gustan muchísimo las historias de amor en cualquier presentación. Cumple muchos de nuestros deseos de lo que queremos ver cuando se trata de una historia de amor y luego los rompe y los tuerce. El elemento de comedia negra también atrae mucho, porque llega a lugares muy oscuros, pero es muy divertida. También el montaje es muy creativo e ingenioso, todo sucede en un teatro viejo y entonces todos los elementos son cosas recicladas. Tiene un elemento juguetón, como si fuera de teatro para niñas, niños, pero es teatro para adultos, así que tiene una sensación juguetona y la gente disfruta eso: regresar a ser chiquitos e imaginarse cosas.

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