“Construiré un barco con mis propias manos, construiré un barco con el nombre de Amaré. Construiré ese barco para mí y todos mis hermanos, que es casi decir un pleonasmo, porque yo soy tu consabido otro, tu ese otro tan raído como vejado que soy yo, en donde cabe decir que andamos necesitados de ramos y velas, océanos de gente para navegar seamos lo que seamos y vayamos a donde vayamos. Porque simple y sencillamente todo lo que escribo es por ti (no importa quién seas ni cuándo leas esto), para ti por ser lo único en lo que creo”. Así inicia Amaré, uno de mis poemas favoritos de Antonio Calera-Grobet (1974-2025) y que se puede encontrar en el libro Sed jaguar.
Estos versos en prosa resumen mucho el carácter del escritor, restaurantero y editor. En su caso los tres oficios fueron a la par. Imposible anteponer uno y, por el contrario, su forma de vincularlos era más que orgánica.
Hizo de la Hostería La Bota un refugio para los asiduos al Centro Histórico y un epicentro cultural del primer cuadro. Cómo olvidar su clásico Festival de Poesía en Primavera, por donde desfilaron los mejores poetas mexicanos de los últimos 20 años.
Los hechos y el legado
Como editor creó el sello Mantarraya, mediante el cual apostó por la lírica. Además, a bordo de su camioneta, conocida como La Chula, se dedicó a recorrer la capital del país para hacer llegar libros, poesía, cultura a gente no muy acostumbrada a recibir algo a cambio de nada.
A fuerza de ser un poeta todo terreno, Calera-Grobet se convirtió en uno de los personajes más particulares y, en muchos sentidos, querido de la cultura chilanga.
En La Bota no era extraño verlo compartir un vaso de vino o una cerveza con cualquier tertuliano interesado en charlar. Hay que decirlo, otra de sus grandes virtudes era la conversación y su espectro de interlocutores abarcaba desde el policía de barrio hasta el más refinado intelectual.
A lo largo de su vida publicó más de 15 libros, Yendo y Xajays entre ellos, todos cercanos a sus temas: el amor, la muerte, la comida y los toros.
“El poema viene de la realidad, pasa por la mente de un creador, pero regresa a ella y tendrá que ser reconocida por todos como algo que les interesa saber; en ese sentido la poesía se cuenta sola”, me dijo la última vez que nos vimos.
Hoy, tiempo después de aquella charla, pienso, querido Antonio, que llegó el momento de que tu poesía y tu influencia se cuenten solas. Eso sí, siempre bajo el resguardo de las decenas de personas que tocaste con tu generosidad y talento. ¡Buen viaje, amigo!