Cristina Rivera Garza. Terrestre. Penguin Random House. 175 pp.
Hace poco más de un año, el 17 de mayo de 2024 para ser más precisos, la escritora Cristina Rivera Garza (Matamoros, 1964) obtuvo el Premio Pulitzer en la categoría de Memoria o Autobiografía por El invencible verano de Liliana, donde aborda el tema del feminicidio de su hermana.
El reconocimiento puso a la mexicana en el radar internacional, particularmente sajón, toda vez que en Latinoamérica ya era una destacada narradora y ensayista.
En este contexto era de esperarse que su siguiente título despertara una expectación mayúscula. Pues bien, este nuevo libro lleva el nombre de Terrestre y en él reúne un conjunto de “crónicas especulativas o relatos de viaje”, precisa la editorial.
Al margen de esta etiqueta un tanto forzada por Penguin Random House con tal de encasillar al volumen, cada uno de los textos efectivamente narra un viaje que se puede leer desde el pacto de la ficción o desde la perspectiva de quien asume que el uso de la primera persona se usa para dar un testimonial.
Más allá de la denuncia
En cualquier caso, esto es lo de menos: los relatos están protagonizados por mujeres viajeras. “Tal vez todo viaje es un modo de regresar a la niñez”, leemos en Sol de otro planeta, donde las protagonistas son dos jóvenes que atraviesan la Sierra Tarahumara de Chihuahua. A la sombra de la inseguridad que cubre buena parte del país, su aventura se antoja hoy desgraciadamente imposible, pero ellas lo hacen con arrojo, desparpajo e incluso inocencia.
Para efecto de lo que quiere contar Rivera Garza, el territorio es tan importante como las protagonistas. Solo un matiz: al hablar de territorio no solo me refiero al piso sobre el que caminan —que incluye al país entero—, sino a su propia relación con el cuerpo, su cuerpo.
Si en El invencible verano de Liliana la escritora cuenta un feminicidio, ahora cuenta un ejercicio de libertad.
Incluso cuando escribe desde la negación, como en Los leones no están acá, hace del viaje una metáfora de la reapropiación de espacios que mediante la violencia les fueron arrebatados y vulnerados. Por supuesto, las protagonistas tienen miedo, sufren acoso, son perseguidas; y justo porque han experimentado esto de primera mano saben de la importancia de no dejarse amedrentar y toman el toro por los cuernos. Quizá sea en este renglón donde las crónicas incluidas en Terrestre adquieren un tono de luminosidad que trasciende la denuncia y las convierte en un puñado de buena literatura.
Otros títulos de Cristina Rivera Garza son Nadie me verá llorar y El mal de taiga.
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