No hemos detenido la vista en un análisis acucioso ante la amenaza que para el desarrollo económico puede representar el avance de la posible pandemia de COVID-19. Es este un escenario de fragilidad que, aparejado a un fuerte ralentizador del funcionamiento económico, podría constituir una auténtica fórmula para el desastre que tendería a manifestarse con toda la perniciosa cauda de consecuencias a mediados del presente 2020.
Partamos desde el foco de atención originario, la zona cero del brote: China, donde las estimaciones apuntan a una desaceleración en el crecimiento económico para el primer trimestre. Se prevé que exista una reducción real en el avance del PIB del orden de casi 1% menos, es decir, pasaría de 6.1 a 5.6% para el arranque de este año.
Lo anterior a pesar de las medidas adoptadas por la banca central a efecto de mantener la estabilidad cambiaria del yuan, así como las tasas con tipos de interés que rondan 3.15% a mediano plazo.
El Fondo Monetario Internacional aporta previsiones para dos escenarios posibles: uno optimista, donde dicha contracción encuentra un repunte en trimestres posteriores ante la pronta contención y erradicación del temido virus; en otro caso, el que seguramente nadie desea, la propagación del coronavirus se explaya radicalmente y la economía del gigante asiático experimenta un decrecimiento más pronunciado.
Si pensamos que a estas fechas las noticias apuntan a una expansión de la enfermedad a 35 países adicionales a China, tendríamos que encauzar las observaciones hacia el escenario más radical. Tal camino se apoya adicionalmente en el dicho del titular de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom, a efecto de estar preparados para una eventual pandemia, lo que no solo conlleva al alistamiento en torno del ya de por sí delicado tema de la calidad de atención en materia de salud sino también a la previsión para la suficiencia de fondos de contingencia, además de las medidas de protección eficaces en el entorno económico y comercial que, sin duda, derivarían de un escenario de emergencia más profunda.
Previsiones
En el eventual avance del contagio a nivel, en principio, asiático-europeo, y posteriormente mundial, sería natural que las cadenas de suministros que se anclan en los países asiáticos se vean severamente afectadas. Además sería por igual natural una caída en las dimensiones del intercambio comercial y la prestación de servicios, principalmente turísticos, lo que debido a la gran interconexión de nuestro vecino del norte no tardaría en presentar sus repercusiones en nuestra contraída economía mexicana.
Y existe la confirmación de la fase recesiva de la economía, donde la principal caída se recarga en la producción industrial (del orden de 1.8% a la baja), sector que, sobra decir, depende de igual manera en su avance positivo en diversas cadenas de suministros tanto asiáticas como americanas. Tan solo en lo que hace a la industria automotriz México recibe un aproximado de dos mil 500 millones de dólares en autopartes al año provenientes de China; desde una sofisticada computadora de viaje, hasta un minúsculo tornillo.
Por otra parte el nerviosismo de inversionistas ante el contexto de propagación ha tenido como consecuencia las pronunciadas caídas en el ámbito bursátil. México no fue la excepción, con un declive de 2.2% en el Índice de Precios y Cotizaciones.
Si nuestro país capitaliza oportunidades, subrayadamente en el ramo turístico, en la proveeduría supletoria, y mantiene la estabilidad tanto de finanzas públicas como de política cambiaria y financiera, estoy seguro de que no todo será tragedia. En apoyo a lo dicho México se ubica como la divisa con un mejor desempeño acumulado para 2020, unido al ingreso de grandes capitales de inversión en mercados de dinero, que se atraen por las tasas de interés que el país oferta. Por ello, entre otros efectos, el contexto ha estimulado que el tipo cambiario permanezca estable e incluso con una ligera apreciación sobre el dólar.
El momento para iniciar las previsiones sobre atención, cuarentena y fondos contingentes para solventar las necesidades de salud ya nos ha alcanzado a los mexicanos. Si tal entuerto se solventa con responsabilidad financiera y planeación suficiente, seguramente estaremos a la altura de una nación que sorteará la tormenta con un íntegro navío a flote.