Sigo siendo medio gamberro: Luis Goytisolo

En entrevista, el autor habla de la reedición de Liberación (Siruela), pieza donde aborda temas como el pasado y la muerte.

Surgirá una nueva forma de relato
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Hector González
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El tiempo parece no hacer demasiada mella en Luis Goytisolo (Barcelona, 1935): a sus casi 80 años, este hombre de cabello blanco camina de un lado para otro y puede presumir de llevar buena forma física y creativamente.

Ganador de los premios Nacional de Narrativa, Crítica y Nacional de las Letras Españolas, ha cultivado una obra sólida que se distingue por su capacidad de reinvención.

En entrevista, el autor habla de la reedición de Liberación (Siruela), pieza transversal en el tiempo donde aborda temas como el pasado y la muerte.

—Recién reeditó Liberación, originalmente publicada en 2004. ¿Se sigue encontrando en sus libros pasados?

—Uno se sorprende porque hay novelas que en principio le gustaron mucho y después se le caen de las manos. Antes de tener un estilo propio, pienso en Las afueras, me atuve al realismo objetivo norteamericano; es decir, donde el autor no interviene para nada y simplemente describe lo que pasa. Aquella fue una buena escuela. La siguiente novela también iba en esa línea, pero no resiste el paso del tiempo. Los autores que me gustaban entonces, como Pavese o Hemingway, hoy me parecen horrorosos. A partir de ahí he mantenido una línea, con algunas estoy más contento que con otras, y Liberación es una de mis favoritas porque me permitió descubrir elementos nuevos. El primer párrafo es una metáfora de lo que sucede en el resto de la obra.

—Hay una presencia importante de la muerte…

—Sin duda. Al final el lector descubre que todos los protagonistas están muertos. Eso me permite hablar sobre la dificultad de conocer la verdad del pasado.

—Justo esta parte me remitió a Pedro Páramo.

—Claro. Rulfo y yo fuimos amigos. Él tenía aprecio a mi trabajo y yo también al suyo. Se habla mucho del realismo mágico, pero Pedro Páramo es muy superior a cualquiera de esas novelas. Él me recibió cuando vine a México, nos vimos mucho en España cuando fuimos jurados del Premio Biblioteca Breve, coincidimos en una reunión mundial de escritores en Bulgaria… Y a pesar de que era melancólico conseguí convencerlo a una excursión por el Mar Negro.

Obsesión

—Sus novelas se caracterizan por su capacidad de reinvención. ¿Qué hace para construir la arquitectura de una obra?

—Me preparo mucho. Normalmente pasan tres años entre una novela y otra. De estos tres, dos y medio me dedico a tomar notas diversas, frases del primer o último capítulo. Ya la escritura en sí es muy rápida y en general mejora la idea previa. Siempre he trabajado así. Antagonía es una tetralogía; la empecé a redactar en 1963 y el primer volumen salió diez años después, mientras que el último apareció en 1980. Es decir, los intermedios salieron con más rapidez porque ya tenía muchas notas.

—Con Antagonía podría confirmarse la máxima de Borges sobre que un escritor siempre escribe el mismo libro…

—Es algo que he pensando mucho porque ahí hay cosas que desarrollé en libros como Liberación. Posteriormente desarrollé otro tipo de estética. Sin embargo, me sigue obsesionando la dificultad para saber ya no lo que pasó, sino lo que pasa. Vemos un paisaje y hay una vida que se nos escapa a la mirada. Esto lo observo también en una de mis novelas posteriores, El oído atento de los pájaros.

—Me parece interesante su aproximación a la Guerra Civil que es, más que un fin, un pretexto para hablar de otros temas.

—Siempre he procurado eliminar el elemento testimonial porque es irrelevante. Lo importante es indagar cómo es que alguien puede asesinar a su vecino. Hay quienes tienen como objetivo dejar testimonio, muy bien, pero no es mi caso.

—¿La literatura es un acto de liberación?

—Para mí sí, en el sentido de que es la manifestación de cómo es uno mismo; sirve para explicarse a sí mismo, pero también para explicarse el mundo e intentar explicárselo al lector.

—¿Qué ha aprendido de la literatura?

—Muchas cosas. Hoy no me creo nada de lo que veo. Pienso en Oriente Medio, actualmente la información es instantánea, casi podemos ver en directo las cosas. ¿Cómo saber que la ruina que nos muestran es real? ¿Cómo saber que los milicianos no están posando? Yo no me creo las fotos.

Innovaciones

—En su ensayo Naturaleza de la novela menciona que la novela ya no es lo que era y necesita cambiar.

—Todavía es lo que ha sido, pero quizá vivamos los últimos tiempos de la novela tal y como la concebimos, porque el desarrollo genera nuevas cosas. Lo importante no es si se lee en pantalla o en libro: al final más o menos es la misma gente la que lee. Lo importante es la predominación del texto breve, de la ocurrencia, el tránsito de imágenes… El hábito social crea un gusto respecto de las grandes novelas.

—Es interesante que usted lo planteé, eso habla de su interés por lo actual.

—A partir de estos nuevos hábitos creo que surgirá una nueva forma de relato. Lo que me preocupa es cómo se sustrae el conocimiento verdadero de lo que es el mundo y de lo que ha sido el pasado, la geografía incluso. Pensamos que con ir a la red averiguamos cualquier cosa, pero no es verdad: necesitamos seguir aprendiendo.

—¿El tiempo lo ha hecho más qué? Y no vale decir más viejo.

—En realidad he cambiado muy poco, desde niño he sido así. Me metía a las casas de los vecinos para curiosear en sus recibidores. Nunca me robé nada, eso sí.

—¿Los temas se han mantenido?

—Prácticamente; ha habido cambios más estilísticos que temáticos.

—¿Qué le dice la muerte?

—Hombre, es algo fastidiosa pero está presente. De niño nunca me preocupé y hoy tampoco demasiado. A pesar de llevar un marcapasos sigo siendo medio gamberro y hago cosas que no debo hacer. Hace poco iba con un nieto paseando por el campo y para no dar la vuelta salté una fosa, por supuesto, él se sorprendió. En realidad confió demasiado en mí porque estoy en buena forma; pero un día me puedo dar un trastazo de verdad.

—¿Confía demasiado en usted, incluso como escritor?

—Estoy satisfecho de lo que hecho. Las afueras es una novela que aguanta, la siguiente no. A partir de ahí creo que aguantan todos mis libros.

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