BIDEN Y XI EXPONEN SUS LÍNEAS ROJAS

Taiwán, tema prioritario

Claudia Luna Palencia
Internacional
Joe Biden, Xi Jinping
Alex Brandon, Eraldo Peres/AP

Fue una cumbre virtual descafeinada en la que no hubo ningún avance y permanecen abiertas las mismas fricciones: Joe Biden, el mandatario de Estados Unidos, quiere evitar un conflicto a toda costa con China, cuyo mandatario, Xi Jinping, sugiere que ambos países coexistan de forma pacífica, una misión diametralmente ardua debido a la cantidad de aristas en las que chocan las dos potencias económicas más relevantes de la primera mitad del siglo XXI.

En lo que va del año Biden y Xi hablaron en tres ocasiones. La vez pasada, la noche del 15 de noviembre, el encuentro virtual tuvo la intención de rebajar la tensión bilateral. Una cita telemática que solicitó la Casa Blanca, que en varias ocasiones ha intentado sin éxito un encuentro presencial entre ambos líderes, como aconteció en la pasada cumbre de Ginebra (en junio) entre el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el mandatario estadunidense.

Desde que inició la pandemia declarada por la OMS el 11 de marzo el líder chino sigue sin aparecer físicamente en los eventos internacionales, limitando sus salidas desde Beijing a otras provincias. Apenas se deja ver en persona.

Para Biden esta cita virtual de mediados de noviembre que duró casi cuatro horas significa “asegurar que la competencia entre los países no se desvíe hacia un conflicto”, que el mandatario norteamericano matizó como “intencionado o no”.

“Necesitamos establecer algunas barreras de sentido común, ser claros y honestos cuando no estamos de acuerdo, y trabajar juntos donde nuestros intereses se cruzan, especialmente en asuntos globales vitales como el cambio climático”, en palabras de Biden.

A su vez, con rostro bastante sereno, Xi escuchó la alocución del inquilino de la Casa Blanca acompañado de una jarra de té, luciendo impoluto con su traje y corbata azul índigo. Parecía enfocado en el movimiento de las manos de su contraparte.

El líder chino defendió la necesidad de mantener el respeto mutuo, de velar por la cooperación y el entendimiento, así como por la coexistencia pacífica como “tres principios básicos” entre EU y China.

“Somos dos grandes barcos que navegan en el mar y necesitamos agarrar el timón con fuerza para seguir adelante pese a los vientos y evitar chocar el uno contra el otro”, expuso Xi.

No faltaron los gestos entre dos políticos que llevan años de conocerse: Xi trató a Biden como “mi amigo”, mientras este —quien lucía una corbata roja— le pidió tener una “relación abierta y sincera” con base en una comunicación “honesta y directa”. En respuesta, el dignatario asiático le solicitó asumirse como un líder racional y pragmático.

Hay un respeto mutuo entre dos políticos con una larga carrera de fondo: el mandatario norteamericano trata directamente con Xi desde que fungió como vicepresidente en el gobierno de Barack Obama, de 2009 a 2017.

La llegada al poder de Xi Dada (“Tío Xi”, como se le conoce popularmente en su país) aconteció el 14 de marzo de 2013. En más de una ocasión sostuvieron conversaciones bilaterales en diversos foros internacionales. Esta primera cumbre virtual fue un vis a vis ya como presidentes.

¿Cómo recibió Europa este diálogo? Aquí la prensa abordó esta junta como el intento de dos gigantes por remarcar cada uno sus respectivas líneas rojas en medio de una tirantez creciente. Aunque la mayoría de los medios de comunicación coinciden en que Taiwán es el tema de mayor roce.

El periódico británico The Guardian ubicó el encuentro en su primera página con la foto de ambos líderes reunidos virtualmente, bajo el título de playing with fire (“jugando con fuego”); el Financial Times, por su parte, destacó que Biden urge a Xi a evitar que la competencia derive en un conflicto; mientras que el español El Mundo abordó que Biden y Xi se enfrentaron por Taiwán en su primera cumbre.

Los medios franceses dieron poca relevancia a la reunión y apenas Le Monde publicó una nota perdida en algún espacio señalando que “Xi Jinping y Biden tratan de limar sus diferencias” y Le Figaro siguió en la misma tónica: sin tanta alharaca, apuntó que “Joe Biden exhorta a Xi Jinping a que su competición no termine en un conflicto”.

Taiwán

Cada líder abordó una serie de puntos de fricción mutua: para el inquilino de la Casa Blanca las aristas de reclamo a China pasan por el respeto a los derechos humanos, tema en el que volvió a mencionar la situación de la minoría musulmana uigur en la provincia de Xinjiang; también la salud de la libertad de expresión y de las libertades políticas; la competencia comercial y los desencuentros en el Mar de la China Meridional.

Biden sacó a colación a Hong Kong y a Taiwán. Sobre este pequeño Estado insular dijo que lo defenderá de todo intento de invasión o de apropiación por la fuerza, aunque señaló estar de acuerdo con la política de “una sola China”.

Para Xi la isla es una situación de política nacional y condenó todo tipo de injerencia bajo el ultimátum de que “quien juegue con fuego terminará quemándose”. Según el presidente chino se actuará en caso de que “fuerzas separatistas” crucen las líneas rojas y en respuesta “habrá que tomar medidas”.

Si bien hablaron de otras aristas internacionales como la situación en Irán, Afganistán o Corea del Norte, así como el comercio mundial afectado por la crisis de los suministros y la necesidad de trabajar juntos en áreas como el cambio climático o la lucha contra la pandemia, hoy por hoy el gran tema de elevada fricción es Taiwán.

Desde finales de octubre Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán, confirmó en una entrevista para CNN que fuerzas militares norteamericanas llevaban días entrenando al ejército de Taiwán y que confiaba en que EU terminase defendiéndolos si China “invadía su territorio”.

En su conversación con la prensa norteamericana la política comentó que Taipéi extiende sus lazos y nexos de cooperación con la Unión Americana a fin de incrementar la capacidad de defensa de la isla.

Apenas en agosto Biden aprobó la primera venta de armas a Taiwán en lo que va de su gobierno: un conjunto de 40 obuses autopropulsados M109 nuevos; y le surtió nuevas municiones más precisas con tecnología GPS. Una venta por 750 millones de dólares.

Medición de fuerzas

A veces la realidad es obtusa, apunta el analista internacional Xulio Ríos, porque quizá sea difícil cambiar las relaciones entre China y EU si antes no se modifican algunos enfoques en aras de construir un marco de diálogo que sea superior a los puntos de confrontación.

“Hay que tomar en cuenta que sus antagonismos son de carácter comercial, tecnológico, económico, político, ideológico, militar y geopolítico. En fin, que desatascar todo esto es realmente complicado; habrá que ver cómo se desarrolla la relación bilateral en los próximos meses y si hay una norma de estilo en cuanto a la gestión de las diferencias”, destaca el experto.

Ríos es un destacado especialista en China y en Asia. Conoce de cerca su cultura como resultado de varios viajes anuales por trabajo que le permiten enriquecer su labor como director del Observatorio de la Política China.

Hace unos meses publicó su más reciente libro, La metamorfosis del comunismo en China, un ensayo muy a propósito de cómo el Partido Comunista de China, su ideología y concentración de poder va reforzándose rápidamente como eje y guía de la mano de Xi Jinping.

—Pensamos que cambiaría el tono de la diplomacia estadunidense hacia China y Rusia con la llegada del demócrata Biden a la Presidencia, pero no varía ni un ápice. ¿Cuál es su opinión?

—Hay cosas que sí han variado. Por ejemplo, el acuerdo gestado en Glasgow entre China y EU sería improbable con Trump debido a su postura ante el cambio climático. Yo veo que sí hay un acercamiento y una voluntad bilateral de compromiso. En otros ámbitos, en la cuestión tecnológica, comercial o la cuestión estratégica, es mucho más difícil de gestionar.

Incluso, subraya Ríos en entrevista con Vértigo, Biden ha sido más incisivo que Trump, como se observa con la creación de la alianza militar AUKUS entre Australia, Reino Unido y EU.

“Tampoco cambia el concepto, esa idea de la competición estratégica. Ahora bien, este año ha sido complicado para Biden, quien tiene también un frente interno importante que le exige muchísima atención y le falta por definir políticas más allá del ámbito estratégico militar; en cambio, China usa su economía como punta de lanza de su estrategia exterior”, comenta el directivo.

No son pocos los analistas que aventuran una posible guerra en este siglo entre China y EU, así como que el detonante será precisamente Taiwán.

Señala el especialista: “El tema de Taiwán es el más delicado en la agenda bilateral y creo que ambas partes lo entienden. En estos momentos en Taipéi gobierna el soberanismo y lo hace con una agenda que preocupa a Pekín. Para China es un asunto central la reunificación: para ellos no es algo negociable. Cuando China dice que es una línea roja, es que lo es. Y creo que ambas partes son conscientes del peligro de esta situación. Precisamente por eso no creo que estemos a las puertas de un conflicto armado por Taiwán: la política china sigue apostando por la reunificación pacífica, aunque el desarrollo de las próximas políticas en varios lustros dependerá de la persistencia o abandono de esta idea de la reunificación. Como también habrá que estar a la expectativa de si EU cambia o no su retórica en torno de la hipotética defensa de Taiwán en caso de un conflicto abierto con China continental. Tampoco es fácil para EU”.

Además está el Indo-Pacífico. De cara a la segunda mitad del siglo XXI Europa no es la prioridad para la Casa Blanca: el eje lo ha desplazado hacia Asia como un triángulo neurálgico para la seguridad y el comercio global.

No en balde el 15 de septiembre nació una nueva alianza militar entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia, mejor conocida como AUKUS (por las siglas en inglés de los países firmantes) y que enfoca su órbita de actuación en el Indo-Pacífico.

También Biden habría dialogado con sus contrapartes Scott Morrison, primer ministro de Australia; Narendra Modi primer ministro de India, y Yoshihide Suga, primer ministro de Japón, para reflotar sus intereses comunes frente a China.

Estos países intentaron unir lazos con la anterior propuesta del entonces premier japonés Shinzo Abe, quien en 2007 logró convocarlos en el Quadrilateral Security Dialogue (Quad). Este foro puso sobre la mesa la necesidad de crear un frente de alianzas para salvaguardar la estabilidad de la región de Asia-Pacífico.

Ahora con AUKUS tanto Reino Unido como EU refuerzan su alianza militar con Australia y le aseguran que será provisto con modernos submarinos nucleares.

Frente a esa promesa el gobierno de Canberra desestima el contrato previamente signado con Francia para adquirir un conjunto de submarinos convencionales que, según el Pentágono, carecen de todas las novedades más vanguardistas en cuanto a tecnología militar se refiere.

Además AUKUS incluye otras ventajas: “Reforzará la cooperación diplomática, de seguridad y de defensa en el Indo-Pacífico. Incluye el trabajo conjunto sobre capacidades cibernéticas, Inteligencia Artificial, tecnologías cuánticas y capacidades submarinas adicionales, como sensores submarinos y drones”.

Si con Francia se han lastimado las relaciones derivadas de la cancelación del contrato, con China las reacciones han sido igualmente inmediatas.

Zhao Lijian, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, acusó a AUKUS de “dañar gravemente la paz y la estabilidad regional” porque endurece la carrera armamentista. En Taiwán, por el contrario, celebraron por todo lo alto la alianza.

RECUADRO

China: más marxista

Hace unos días el China Daily destacó cómo el gobierno de Xi Jinping refrenda su vocación comunista y de hecho logra rescatar al marxismo readaptándolo al siglo XXI.

De la plenaria del Partido Comunista de China, del 8 al 11 de noviembre, salió una resolución para reforzar el futuro del gigante asiático a fin de garantizar “la felicidad de los chinos” en una simbiosis entre el PCC y el pueblo chino que Wang Yi, ministro de Exteriores, calificó de estrecha y vital como “los peces y el agua” y “la tierra y las semillas”.

El PCC vive nuevos tiempos, ganando más poder y readaptándose a las necesidades de una economía de mercado pero sin ceder espacio, centralizando todas las decisiones fundamentales en los aspectos políticos, administrativos, burocráticos y de las libertades civiles.

Fundado en 1921, aglutina a más de 95 millones de miembros. En su trayectoria ha vivido distintos periodos torales: con Mao Zedong, una revolución cultural que combinó el marxismo-leninismo y sentó fuertes bases socialistas; después, bajo el mandato de Deng Xioping se le dio además un mayor contexto científico y se profundizó en las bases marxistas.

En la actualidad, con Xi Jinping en el poder desde 2013, se habla de la doctrina Xi como una nueva inyección ideológica en la que se sella al comunismo en la Constitución y se rescata la ideología marxista.

Para el historiador canadiense Timothy Cheek, con el gobierno de Xi el Partido Comunista se reencuentra con Marx como modelo para la población.

“Pero el marxismo de Estado de Xi es un intento verticalista de unificar a la población detrás de una ideología nacionalista y no de inspirar la lucha de clases en un contexto en el que China se transformó en una potencia global; recordemos que China se puso de pie bajo Mao Zedong, se enriqueció con Deng Xiaoping y cada vez es más poderosa con Xi Jinping”, según Cheek.