En 2011 realizó su primera incursión en el universo cripto y abandonó por desconocimiento, pero el periodista italiano Emanuele Giusto Kantfish decidió no tirar la toalla y adentrarse a conocer —de la mano de ingenieros y otros expertos— el funcionamiento de los criptoactivos y las criptomonedas.
A partir de esa experiencia escribió Crypto Jungla a manera de expiación, tras empaparse de la nueva realidad financiera. Para él se trata de “la mayor revolución social y económica” de esta era, que revela además un cambio en la forma de convivir, de relacionarse, de trabajar y de socializar.
Giusto Kantfish nació en Catania en 1976. Asegura a Vértigo que él siempre fue muy digitalizado. De ahí el interés por los criptoactivos y por conocer bien a bien su origen y funcionamiento.
“Mi libro es una aventura amena. Me he sumergido en el sotobosque de la Crypto Jungla, así es que se trata de un análisis completo del fenómeno, tanto desde una perspectiva social, antropológica, humanística e histórica, como desde un punto de vista práctico”, confiesa animado.
Como él dice, ha detectado la enorme dificultad que tiene la opinión pública para comprender los criptoactivos, un mundo creado por ingenieros y programadores con una barrera de entrada tecnológica y de comunicación que no hace nada fácil su comprensión.
Sin embargo, es una realidad imparable: “No es casualidad que lo cripto se haya convertido en noviembre de 2021 en la economía más grande del mundo con tres mil millones de dólares en volumen, superando a Apple; o que Bitcoin haya llegado a ser el sexto asset, superando a Tesla y a Facebook”, afirma el autor.
¿Qué es una criptomoneda? Para el Banco de España son monedas virtuales o digitales en forma de criptodivisas o bitcoins usadas como instrumentos de inversión y también como medio de pago que utilizan una tecnología conocida como Blockchain o cadena de bloques.
¿Y un criptoactivo? Fundamentalmente es un activo virtual con un valor de mercado y es totalmente digital e intangible para intercambiarse por bienes, servicios o dinero. Aproximadamente hay cerca de diez mil criptoactivos.
Regular el segmento
Al respecto, el periodista italiano reflexiona que “esta aventura” es un ambiente difícil para quien no lo experimenta todos los días pero sin duda cree que es bastante útil.
“Habiéndolo pasado en mi piel y como amante de la tecnología, porque tengo amor por todo esto, yo sé que no es muy fácil de entender porque los ingenieros, que son muy buenos en resolver problemas y crear cosas utilísimas, no tienen el don de la comunicación, ni le han dado el sentido humano”, añade.
Durante su investigación para escribir el libro encontró que la gente casi siempre piensa que lo cripto es solo pura y dura especulación, en la que o te haces rico o lo pierdes todo y se acabó la historia.
“Eso simplemente es una pintura grotesca de lo que pasa en la realidad, porque hay un colectivo mundial que intenta de manera absolutamente espontánea crear algo en lo que cree. Nosotros vivimos en una sociedad que se mueve con determinadas lógicas, que yo defino como productivistas, y todo está dirigido a producir cosas que generen riqueza o para consumir”, explica convencido.
Los criptoactivos, añade Giusto Kantfish, facilitan el intercambio de valor entre personas de manera sencilla; el internet es el intercambio de comunicación, de información; y los criptoactivos han concebido un sistema donde intercambiar cosas digitales.
Si bien hasta el momento está fuera de las regulaciones de los bancos centrales y tampoco existe un consenso global al respecto, ningún economista descarta que en 20 o 30 años llegue el final del dinero contante y sonante siendo totalmente sustituido —no solo como medio de pago, sino también de ahorro e inversión— por las monedas y los activos digitales. Ello traería una alteración absoluta de la política monetaria, de las tasas de interés y de la inflación.
Al misterio de su creación en 2009 por alguien que se hace llamar Satoshi Nakamoto, quien no ha dado la cara y se especula podría ser un grupo de personas bajo ese seudónimo, con el paso de los años los bitcoins han ido atrapando primordialmente a la Generación Z y a la Millennial y también a ciertos inversores proclives al riesgo.
Cada vez más gente prueba inversiones en criptoactivos y no siempre sale bien por falta de información y una mala investigación sobre las ofertas que se publicitan. Las historias de fraudes reales en un país y en otro finalmente llamaron la atención de las autoridades supervisoras, cuya postura se había limitado a advertir que una inversión en bitcoins o similares está fuera del alcance legal del sistema financiero y que un fraude es potencialmente probable.
Hace unos días el Ayuntamiento de Badalona, en España, denunció la organización de un evento masivo con más de nueve mil jóvenes en la convención IM Mastery Academy y tachó al evento de criptosecta tras varias investigaciones de la Unidad de Delincuencia Económica de la Policía Nacional contra ocho cabecillas de dicho grupo por estafas piramidales digitales utilizando a jóvenes.
Romper la brecha digital
—¿Cómo le nació el interés?
—En 2011 empecé comprando bitcoins pero no entendía qué era el wallet ni el código que se tenía que pegar… era una página horrible, así que desistí. Luego averigüé al respecto y volví a comprar y me sumergí en el sotobosque de la Crypto Jungla y comprendí mejor su funcionamiento hasta el día de hoy. La gente no solo compra bitcoins porque cree que va a especular, lo hace porque cree en este cambio y en la necesidad de tener una organización descentralizada.
—Habrá que superar el atavismo generacional, que es una resistencia al cambio…
—Sí, hay una fractura generacional. La generación Baby Boomer creó un sistema muy egoísta porque trabajan muchos pero ganan pocos. Y los jóvenes, esos jugadores de videojuegos, han tomado las riendas creando algo disruptivo y que terminará cambiando la vida de todos.
De cara a la gente mayor, prosigue Giusto Kantfish, el freno tecnológico, la imposibilidad de acceder fácilmente por desconocimiento tecnológico, será un problema muy grande. “Yo espero que la tecnología termine siendo amigable y que surjan interfaces accesibles para todo el mundo. Llegará tarde o temprano. Simplemente hace años era tedioso conectarse a internet y ahora es facilísimo”, recuerda.
—Pero hay muchos analfabetas digitales. ¿Qué opina?
—Es un problema complejo. Esto es un sistema muy democrático porque todos pueden acceder al mundo financiero, en un sentido muy amplio, para multiplicar el valor. Y se gana dinero, lo que es muy democrático. Pero lo es para quien sabe bajarse una aplicación, entender el wallet, su funcionamiento, etcétera. Ahora mismo hay gente que tiene miedo de poner su tarjeta en un marketplace para comprar algo.
—Pero también hay un riesgo…
—Si compras bitcoins la única manera de perderlos es venderlos. Si vendes
cuando bajan, entonces pierdes. Hace unos años bajaron a tres mil desde 20 mil y mucha gente vendió, no esperó. Y resulta que el año pasado llegaron a 70 mil.
“Si no entiendes cómo funcionan se corre el riesgo de tomar malas decisiones”, indica Giusto Kantfish, quien ve cómo el lenguaje que se usa en las operaciones con criptoactivos solo contribuye al desfase generacional con terminologías como wallet, Blockchain, dogecoin, mining y token.
“Tenemos una oportunidad increíble creada por los token que se intercambian en estas redes. Son una capsulita y dentro puede programarse el intercambio de dinero, como en el caso de bitcoins; o se puede toquenizar una casa y venderla en partículas; o toquenizar una suscripción a una revista, como lo hizo Time. Hay muchas oportunidades”, insiste.
—¿Qué hay de la mala propaganda que señala a criptoactivos ligados para el lavado de dinero?
—Es muy estúpido decir algo así. Yo vengo del sur de Italia. En Sicilia hay un famoso juez que investiga los centros comerciales levantados con el blanqueo de dinero. Es solo una mala propaganda con los criptoactivos; es como decir que el teléfono móvil está al servicio de los mafiosos.