Sumado al frente que Rusia mantiene en Ucrania tras invadir ese país, Moscú sostiene una guerra de gas con Europa. Los cinco meses de conflicto en territorio ucraniano tienen múltiples efectos y además de miles de muertes, destrucción, así como crisis migratorias y humanitarias, hay otras consecuencias colaterales ligadas a lo económico e incluso a lo medioambiental.
Las sanciones contra el país que gobierna Vladimir Putin y la respuesta del líder ruso están cambiando los planes que programaban los países europeos.
El caso más notorio es de los cortes en el suministro del gas con que Rusia venía abasteciendo a la Unión Europea (UE).
Y recién el gigante del gas ruso, Gazprom, anunció un nuevo corte del suministro por el gasoducto Nord Stream 1, el más importante que llega a Alemania. Así, a partir del 27 de julio Moscú enviará apenas 33 millones de metros cúbicos diarios, equivalentes a 20% del suministro actual.
Si bien la empresa señaló que la medida es parte de una simple revisión técnica, no escapa a la realidad que dicha disminución comenzó desde la invasión rusa del 24 de febrero a Ucrania.
Y aunque el Kremlin insiste en que a Rusia “no le interesa” cesar el suministro de gas, la UE tuvo que acelerar aún más el Plan Europeo de Reducción de Demanda de Gas, una estrategia con la que intenta prepararse para un posible corte total del suministro de gas ruso.
Hechos
El miércoles 27 Gazprom anunció que a partir de ese momento reduciría a la mitad el actual flujo por el gasoducto Nord Stream 1, reabierto apenas el 21 de julio tras una pausa por mantenimiento.
Cabe recordar que los flujos de Nord Stream 1 ya se habían reducido a 40% de su capacidad en junio. Desde ese mes el gasoducto operaba un envío limitado que Rusia justificaba con el argumento de que Canadá bloqueaba, a causa de las sanciones, la devolución del motor de una turbina que estaba en reparación en ese país, un argumento que la Unión Europea considera un pretexto.
El 26 de julio, durante un encuentro con periodistas en Irán, Vladimir Putin señaló que Gazprom no solo no contaba con una turbina reparada en Canadá, sino que otra más presentó una falla porque se rompió un revestimiento interno.
Agregó el líder ruso que hasta ahora funcionaban dos turbinas que proporcionaban unos 60 millones de metros cúbicos diarios y si no llega el recambio caerá aún más el bombeo. “Eso serían unos 30 millones de metros cúbicos al día”, subrayó respecto de instalaciones que tienen capacidad para enviar 167 millones de metros cúbicos diarios.
Ante la situación, ese mismo día los gobiernos de la Unión Europea acordaron racionar su gas natural este invierno para protegerse de cualquier nuevo corte de suministro por parte de Rusia mientras Moscú prosigue con la invasión en Ucrania.
Para ello los ministros de energía de la UE aprobaron un proyecto de ley que busca reducir la demanda de gas en 15% de agosto a marzo. La nueva legislación implica medidas nacionales voluntarias para reducir el consumo de gas y si generan ahorros insuficientes desencadenarían medidas obligatorias en el bloque de 27 miembros.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, elogió la iniciativa y afirmó que “la UE ha dado un paso decisivo para enfrentar la amenaza de una interrupción total del gas por parte de Putin”.
Para líderes y analistas europeos los recortes rusos en el suministro son un pretexto para dividir a los países de la UE y aumentar los precios. “La situación en desarrollo parece respaldar nuestra opinión de que los recientes recortes en los flujos de Rusia son un deterioro intencional en el comercio de gas debido a escaladas geopolíticas”, opinó James Huckstepp, analista en la firma S&P Global Commodity Insights.
Por su lado, el regulador de energía en Alemania, Klaus Mueller, señaló que “el gas forma parte ahora de la política exterior rusa y posiblemente de la estrategia bélica rusa”.
Y es que desde que Rusia invadió Ucrania y Occidente protestó con sanciones económicas, doce países de la UE se han enfrentado a interrupciones o reducciones en las entregas de gas ruso.
Aunque la UE acordó aplicar un embargo al petróleo y el carbón de Rusia a partir de finales de 2021, se abstuvo de sancionar el gas natural ruso porque Alemania, Italia y otros Estados miembros dependen en gran medida de estas importaciones.
Repercusiones
El gasoducto Nord Stream 1 es clave para Europa y especialmente para Alemania. Inaugurado en 2011, tiene una capacidad de 55 mil millones de metros cúbicos de gas anuales, aproximadamente un tercio de todo lo que se importó de Rusia ese año. Ese país suministró en torno de 45% de los 380 mil millones de metros cúbicos de gas que el bloque comunitario compró en el extranjero en 2021.
Un corte indefinido del gas ruso supondría que aunque las reservas de gas natural de la UE han subido a buen ritmo en los últimos dos meses, no serían suficientes para compensar el mayor consumo de gas que se producirá en los meses de frío. Distintos análisis sitúan en este caso la carencia de gas natural el próximo invierno en alrededor de 20 mil millones de metros cúbicos de forma conjunta en la UE.
Más relevante, si cabe, es que el impacto sería muy desigual por países debido tanto a la distinta intensidad en el uso de gas natural como a la falta de infraestructuras de conexión que aseguren un auténtico mercado interior del gas en la Unión Europea. Así, algunos necesitarán recortes de la demanda mucho más pronunciados. Los países más afectados son los de Europa del Este, que tenían mayor dependencia del gas ruso a principios de año, seguidos por los de Centroeuropa, como el caso de Alemania, donde se estima que sería necesaria una caída de la demanda de gas en torno de 30% respecto de 2021. España, Portugal y Francia serían los menos impactados y su ahorro de gas podría servir, en función de las posibilidades de conexión, a otras naciones.
A corto plazo, si Rusia cierra el grifo, no existe otra opción que no pase por una caída del consumo de gas natural por parte de la UE, racionamiento incluido a algunos demandantes, un escenario que las autoridades no descartan dado que se filtran ya criterios de intensidad de uso de gas y vulnerabilidad ante su falta, para ordenar la demanda en caso necesario.
Por otra parte, el desarrollo del Producto Interno Bruto (PIB) de los países europeos se vería seriamente afectado. Tres estudios del Fondo Monetario Internacional (FMI) indican que un corte total del suministro de gas a la región podría costarle a la Unión Europea hasta 2.7 puntos de crecimiento económico. Entre los socios comunitarios España aparece como uno de los menos afectados por su baja dependencia del gas ruso. Pero eso no significa que no sufriría las consecuencias, con una pérdida de crecimiento económico de hasta 1.2 puntos porcentuales. Esto se debe a que el cierre de los gasoductos rusos hacia Europa tendría un efecto en cascada de unas economías a otras, provocando nuevos cuellos de botella y problemas en las cadenas de suministros y alimentando la inflación en última instancia.
Para otros países la situación sería aún más grave. Hungría aparece en los cálculos del FMI como el más afectado, ya que su PIB podría caer hasta 6.5 puntos en caso de quedarse sin gas de Rusia.
Lo mismo pasaría en Eslovaquia y República Checa, con pérdidas de crecimiento de cinco a seis puntos. En Italia, una de las mayores economías comunitarias, la caída podría llegar hasta 5.7 puntos por su alta dependencia del gas para fabricar electricidad.
El impacto directo no queda solo ahí. De hecho, Rusia tiene la capacidad de golpear si cierra sus ductos a la mayor economía de la UE, Alemania, y también a su vecina Austria. Su crecimiento se vería reducido en 2.8 y 2.6 puntos, respectivamente.
Los otros países podrían lidiar con fuentes de gas alternativas, aunque eso no evitaría a muchos un fuerte correctivo económico, con retrocesos en el entorno de los dos puntos de PIB para Eslovenia, Holanda o Polonia.
Hasta el momento el FMI estima que la baja de suministro de gas ha costado 0.2 puntos porcentuales de crecimiento a la UE en el primer semestre de 2022.
Y el problema no es únicamente la disminución de la provisión de gas, sino también el consecuente encarecimiento que se produjo a escala mundial.
A ello se suma el posible advenimiento de un invierno duro, que necesitará de mayor consumo de ese combustible. Alemania debe buscar cómo reemplazar ese 15% de su energía que en 2021 se produjo con gas, un recurso que importaba en 60% desde Rusia.
El escenario afecta también al plano ambiental, ya que la situación causa que diferentes países deban recalcular los objetivos planteados, incluso en compromisos internacionales, para frenar el cambio climático.
Por ejemplo, Alemania tuvo que reajustar sus centrales de carbón para reducir su consumo de gas. Robert Habeck, vicecanciller y ministro federal de Economía y Protección Climática, calificó esta modificación como algo “amargo, pero indispensable”.
Eso choca con las pretensiones de cumplir con los objetivos de la lucha contra el calentamiento global que se ratificaron en la última Cumbre de Glasgow y en sus antecesoras, el Protocolo de Kyoto y el Acuerdo de París, donde se pusieron metas concretas de reducción de la energía con base en el carbón.
De hecho, el gobierno alemán se apoyará en las centrales de carbón “de reserva”, que actualmente solo estaban disponibles como último recurso, lo que aumentará la generación de dióxido de carbono (CO2). Las autoridades de la principal potencia de la UE se habían comprometido a que en 2038 eliminarían por completo el uso del carbón. Hoy, con este cambio de escenario por la guerra y las dificultades con el gas, dichas metas parecen alejarse. En el mismo sentido se encuentran naciones como Austria, Bélgica o Suiza, que se plantearon ser neutrales en emisiones contaminantes para 2045.
Pero para Alemania ese objetivo se vuelve aún más incansable si se tiene en cuenta que otra de las misiones que se había fijado era dejar de usar todas sus centrales nucleares, cuando este tipo de energía resulta clave para ir reduciendo categóricamente el uso del carbón.
En tanto en Suiza los ciudadanos agotan las existencias de madera previstas para los próximos meses. Lo plantean como una alternativa para combatir el frío del invierno ante la crisis energética y las previsibles interrupciones del suministro de gas ruso, que representa 47% de su consumo nacional. Esto llevó a que a dos meses del inicio del otoño ya estén agotadas las reservas de madera previstas para esa estación.
Y eso no solo agrava un potencial problema de deforestación, sino que además la combustión de madera emite más elementos contaminantes que el gas.
Frente a este escenario, los países europeos encaran el dilema de qué hacer ante la disminución del gas ruso, con el conocimiento que la guerra en Ucrania traerá aún más consecuencias para la ya golpeada economía mundial.
Principales países proveedores de Gas a Europa
Fuente: Eurostat
Importancia del gas natural de Rusia para Europa
Rusia le entregaba a Europa 40% de su gas natural antes de la guerra. Eso disminuyó a 15%, lo que ha hecho disparar los precios y ha puesto en apuros a los sectores que dependen del gas.
El gas se usa en procesos que por lo general no tienen gran visibilidad, como fabricación de acero para vehículos, elaboración de botellas de vidrio o pasteurización de productos lácteos.
Las compañías advierten que no pueden de un día para otro cambiar a fuentes de energía como el fuel oil (combustóleo) o la electricidad. En algunos casos las maquinarias que moldean metales o vidrios se estropean si se les apaga la calefacción.
Hoy los altos precios de los energéticos amenazan con causar una recesión en Europa.
Fuente: AP