El pasado 6 de septiembre el presidente ruso Vladimir Putin ordenó finalmente cerrar el grifo del gas para los países de la Unión Europea (UE) involucrados indirectamente en la contención de la invasión rusa en Ucrania y en establecer y adoptar una serie de durísimas sanciones contra Moscú.
Las consecuencias son ya visibles cuando se han superado los 200 días de la invasión. La estrategia del Kremlin pasa por dejar morir de frío no solo a los ucranianos, que observan con pánico cómo se paraliza la central nuclear de Zaporiyia tomada por el ejército ruso y que surte de energía al sur y el este del territorio ucraniano, así como al centro del país, sino también a sus aliados en general.
Rafael Grossi, titular del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), de visita a la central junto con otros expertos del organismo inspector nuclear manifestó su profunda preocupación por la situación de riesgo tanto en el interior como en los exteriores.
“La infraestructura eléctrica que alimenta a Enerhodar, donde viven los operadores de la central nuclear y sus familias, ha sido destruida por el bombardeo de la central térmica de la ciudad, lo que provocó un apagón total en Enerhodar: no hay agua corriente, ni electricidad, ni alcantarillado”, declaró tras dejar Zaporiyia.
Tropas rusas ocupan la central nuclear desde el pasado 4 de marzo. Se trata de la planta más grande de Europa. En ella trabajan diez mil empleados y debido a los bombardeos en varias ocasiones ha sido expuesta a un enorme riesgo.
Una explosión sería catastrófica para Ucrania, para Rusia, Bielorrusia y toda Europa por la contaminación nuclear. Por el momento está inutilizada para proveer de electricidad.
Respecto de la UE los planes del gobernante ruso pasan por castigar a los europeos dejándolos sin el gas necesario para calentar a los hogares, pero también sin el que requieren fábricas, empresas e industrias para llevar a cabo sus actividades.
Alarmado por la inminente situación para los próximos meses, el canciller austríaco, Karl Nehammer, advirtió de un colapso económico en Austria si acontece lo mismo con la economía germana.
En Alemania, Robert Habeck, ministro de Economía, reiteró que el Kremlin usa el gas como un arma de guerra y dijo que Rusia no es un socio fiable porque juega con los contratos.
Los países más dependientes de las importaciones de gas ruso son Grecia, Bulgaria, Eslovaquia, Moldavia, Alemania, Polonia, Estonia, Austria, Rumanía y Hungría. La política energética alemana está pagando con sudor y lágrimas los largos años en que su anterior canciller, Angela Merkel, cerró las centrales nucleares y apostó todo por el suministro del gas ruso barato por la vía del gasoducto Nord Stream 1 y, de hecho, dio su visto bueno para la construcción del Nord Stream 2, que no ha podido entrar en funcionamiento por la invasión de Rusia a Ucrania.
Precisamente a principios de septiembre la compañía Gazprom anunció la suspensión del suministro habitual aduciendo problemas en una parte de la tubería que para ser repuesta necesita, según la empresa energética, del levantamiento de las sanciones de Estados Unidos y de sus aliados.
En Europa llama mucho la atención —además de cómo Putin utiliza la energía como un arma de guerra— la bruma de misterio en torno de los constantes fallecimientos en situaciones dramáticas de varios ejecutivos relacionados con empresas energéticas rusas desde el inicio de la invasión.
Los casos más llamativos son: 1) en Lloret de Mar, España, fallecieron en circunstancias que están averiguándose el millonario ruso Sergey Protosenya, quien desempeñaba un alto cargo en Novatek, dedicada a la distribución de gas, así como su mujer e hija, ellas destrozadas por un hacha y él ahorcado; 2) en Moscú aparecieron muertos Vladislav Avayev, su esposa e hija en su residencia; Avayev fue hallado con una pistola en la mano; era vicepresidente de Gazprombank, entre cuyas operaciones estaban los contratos de gas; 3) más rara fue la muerte de Alexandr Subbotin, exdirector de Lukoil, quien se habría inyectado veneno de sapo en la casa de un chamán en Moscú; y, 4) las más recientes: la de Yuri Voronov, ejecutivo ligado a Gazprom, con contratos en el Ártico, quien apareció flotando en la piscina de su casa de San Petesburgo, y Ravil Maganov, presidente de la petrolera rusa Lukoil, quien se arrojó desde la ventana de su habitación en el Hospital Clínico Central Moscú.
Una cara dependencia
Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en el debate del estado de la UE del 14 de septiembre planteó como esencial confrontar juntos —los 27 países miembros— el desafío energético planteado por Putin y hacerlo además sin fisuras. Algo difícil de cumplir dada la actitud de Hungría, reacia a sancionar a Putin.
Von der Leyen defendió un precio tope al gas, gravar las ganancias extraordinarias de las compañías eléctricas, crear una serie de subsidios para los consumidores y reducir el consumo de luz.
La realidad es que la UE está pagando sus cuitas por depender como lo ha hecho de Rusia. Durante su presidencia Donald Trump echó en cara a los líderes europeos en varias ocasiones que dejasen su viabilidad productiva en manos del gas y del petróleo de Putin.
Simplemente, en 2021 la UE pagó 195 mil millones de euros por petróleo importado y 63 mil millones de euros por gas; en total, 258 mil millones de euros. Dicho año la factura total pagada a las empresas energéticas rusas fue por 160 mil millones de euros (la suma de gas y petróleo), un cuantioso caudal.
Año tras año el club comunitario compra en promedio 92% del petróleo que necesita y 84% de su gas. Los desafíos presentes deben imponerse en las rancias ideas de algunos países sobre la utilización de la energía nuclear, pero es menester que la UE invierta más en exploración en aguas profundas y vertebre con ductos y gasoductos la Europa mediterránea con la Europa central y la del este.
Diversificar la cesta energética no sucederá pasado mañana, porque hay mucho por invertir para generar un boom de la energía eólica, solar, de las alternativas con hidrógeno y de los biocombustibles de los que casi nadie habla y que podrían generar una nueva industria a su alrededor.
Alternativas para lograr una independencia energética existen, lo que falta es visión, voluntad y dejar los egoísmos en el armario con la actitud de Francia de oponerse a la construcción del gasoducto MidCat, que conectaría desde Almería hasta el territorio galo de Occitania y a partir de allí se podría distribuir a Europa central. El MidCat lleva paralizado desde 2005 y el presidente galo, Emmanuel Macron, se niega a resucitarlo.
Por su parte, Francia e Italia se han acercado más a Argelia. Es de tal importancia, que Macron visitó Argel acompañado por los ejecutivos de Engie, la distribuidora de electricidad y de gas natural. El Elíseo quiere incrementar 50% el suministro de gas argelino.
Italia también ha hecho lo propio y de forma más anticipada comenzó desde marzo pasado a estrechar relaciones con Abdelmadjid Tebboune, presidente de Argelia; en su momento, Mario Draghi, quien fungía como primer ministro, cerró varios acuerdos de suministro de gas a favor de la empresa italiana ENI.
Los países europeos han intentado contra viento y marea subir sus reservas de gas en tiempo récord, en lo que redefinen la estrategia para reimpulsar su propio sector energético.
Por ejemplo, España tiene a 80% sus reservas de gas y la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, sigue afirmando que el suministro para el invierno está garantizado “y nadie pasará frío”.
Dentro de un mes empezarán a encenderse las calefacciones centrales en los edificios de oficinas, escuelas, universidades y en los hogares; y se apagarán hasta mayo de 2023.
“Está bien llenar las reservas pero no asegura nada. En un escenario de corte total del gas ruso, Europa no tiene gas para pasar este invierno”, de acuerdo con Ignacio Gistau, consultor energético.
Los analistas de Rystad Energy dicen a su vez que Europa podría enfrentar una grave escasez de electricidad antes de que finalice el año: “Este invierno habrá recortes de 15% en el uso de gas; será todo un desafío para el sistema eléctrico europeo; ya se anticipan racionamientos de energía y apagones”.
Renovables como alternativa
En el VII Foro de la Energía realizado por El Economista aquí en España y al que asistió Vértigo diversos directivos del sector energético criticaron los gravámenes extraordinarios sobre las ganancias señalando que solo terminan perjudicando al consumidor.
La actual crisis del gas resucita el uso del carbón, siendo perjudicial para la transición energética con una UE con retos como las emisiones cero antes de 2050 y la descarbonización de las economías.
“No debemos ni pensar en abandonar esta carrera por la descarbonización. Hay que ver las oportunidades y alternativas. Tenemos el caso de Chile, que tuvo que independizarse energéticamente cuando se cortó el suministro de gas procedente de Argentina: construyó una central de gas natural licuado y aprovechó las renovables”, señaló Mario Ruiz-Tagle, consejero delegado de Iberdrola España.
A su vez, Loreto Ordóñez, consejera delegada de Engie España, dijo ante los asistentes que hay que apostar fuertemente por los recursos renovables y comentó que Engie ha invertido cuatro mil 400 millones de euros en la compra de activos hidráulicos en el Duero y en la adquisición de Eolia.
Del sector de las energías limpias la mayoría de los empresarios del sector criticaron que sigue siendo muy lento y muy burocrático los trámites y procesos oficiales, que las ayudas son incipientes y deben mejorarse las normativas.
Para Josu Jon Imaz, CEO de Repsol, es ilógico creer que se dejará de utilizar petróleo o gas porque “durante décadas los necesitaremos”; sin embargo, hay que contribuir a la transición energética cuidando la seguridad del suministro como aspecto prioritario. “La demanda de gas obliga a importar y se emite incluso más CO2 que si se produjese en el país”.
Los panelistas hablaron de cambios prioritarios en los próximos años. Raquel Espada, vicepresidenta de Servicios Energéticos y Sostenibilidad de Schneider Electric, aventura una auténtica revolución.
Espada la avizora así: “Habrá un protagonismo todavía mayor de las renovables; se prevé que en 2025 superen al carbón como fuente primaria de energía a nivel global; la aparición de los prosumidores creará nuevas oportunidades de mercado”.
A decir de la ejecutiva surgirá un nuevo mundo de “activos energéticos autónomos, virtuales e hiperlocalizados” en un sector energético cada vez más demandante, con el hidrógeno adquiriendo un papel preponderante.
“Se trata de un futuro excitante, lleno de oportunidades, pero también de retos. Uno de los principales es dotar de inteligencia a una red totalmente envejecida para que pueda satisfacer estas nuevas demandas. La electrificación, descentralización y sobre todo la flexibilidad serán las claves”, inquiere la ejecutiva.
Por lo pronto, España y toda Europa tienen el reto inminente de sobrevivir al duro invierno. La población adulta de edad mayor está acostumbrada a los sacrificios de las etapas de la posguerra, pero no así los millennials que van manifestando ya su hartazgo con varias protestas en ciudades como Praga y París.
La gente exige en la calle neutralidad ante la invasión de Ucrania y no sufrir más en sus bolsillos por la guerra de Putin.