Koulsy Lamko: palabras en el reino del exilio
Koulsy Lamko es un escritor nacido en 1959 en Douard, Chad, país ubicado en África central. Es sobreviviente de genocidios y ahora radica en México.
Por: Verónica Rivera
Koulsy Lamko es un escritor nacido en 1959 en Douard, Chad, país ubicado en África central. Es sobreviviente de genocidios; combatiente cuya arma es la palabra. La usa para preservar la identidad de los pueblos negros y en contra de las falsas creencias creadas por la colonización.
Ahora vive y trabaja en un viejo edificio del centro de la Ciudad de México. Es la Casa Refugio Hankili So África. Ahí nos recibió con una mirada melancólica, llevaba atuendo de revolucionario faso danfani hecho con algodón artesanal de Burkina Faso, otro país africano fundamental en su vida marcada por el exilio.
Comienzo del destierro

En 1979 era estudiante, tenía 19 años. Ese año estalló una guerra civil que partió el territorio en 13 partes y cerró la universidad a la que acudía.
Cuatro años después, Thomas Sankara –de quien Koulsy tiene fotos en la casa Refugio– asume el poder en Burkina Faso. En esa época el escritor dejó su país por primera vez y se unió al movimiento popular que apoyó al revolucionario de 22 años.
Koulsy hizo teatro en las zonas rurales con el apoyo del Instituto de los Pueblos Negros, fundado por el gobierno de Sankara. En esa etapa escribió la obra parteaguas en su vida: la obra revelación. Se trata de una obra en recuerdo de estos muertos, aquellos que dejó la guerra de Chad en los campos de refugiados.
En la puesta en escena, la poesía y la música se mezclaron con el llanto del público que estalló al escuchar los nombres de los difuntos. Entonces, fuera de su tierra, atestiguó la fuerza de la palabra.
“A partir de esta obra, del seminario que organizamos alredor del congreso, fuimos nosotros personas declaradas non gratas en nuestros países y empezó la vida del exilio definitivo: la matanza de tres de nosotros que regresaron a nuestro país; les atraparon desde el aeropuerto”.
De ida y vuelta

Cuando asesinaron a Thomas Sankara, en 1987, Koulsy salió de Burkina Faso. Se instaló dos años en Costa de Marfil, pero no soportó estar lejos de esa tierra y regresó en 1989 para continuar su labor en el Instituto, que se convirtió en un espacio de encuentro de los negros del continente para debatir sobre la cultura de los pueblos y para recuperar la dignidad perdida.
“El Instituto tenía esa misión de invitar a los negros de la “diáspora” a Burkina Faso (…) para impulsar a la cultura que se estaba dejando borrar por la nueva cultura dominante occidental”, explicó.
El término diáspora se utiliza para representar la migración de africanos hacia otras partes del mundo, sobretodo occidental.
“Trabajé cerca de tres años en el Instituto, pero como empezaron a volverlo más administrativo como las instituciones internacionales, renuncié”, dijo el poeta.
Ya fuera del instituto, pensó en crear sus propias empresas culturales, pero en 1992 consiguió una beca que lo llevó a Francia como escritor residente. En ese país retomó sus estudios para estudiar el doctorado, aunque nunca se olvidó de África, a donde constantemente iba y venía.
La palabra se muda a Ruanda

Cuando vivía en Francia, lo invitaron a Ruanda, junto con un grupo de escritores, para narrar lo ocurrido cuatro años después del genocidio y un millón de personas muertas.
En su nuevo país, dio clases de narrativa y dramaturgia en la universidad. Al mismo tiempo, abrió el Centro Universitario de las Artes cuyo era objetivo rescatar la capacidad para emocionarse de un pueblo azotado por la violencia.
Cuando llegó a Ruanda, Koulsy encontró a un montón de jóvenes huérfanos y viudas con comportamientos suicidas. Ellos habían visto morir a mucha gente. Morir ya no tenía ningún sentido para esos jóvenes. La gente ni siquiera hablaba fuerte, no había alegría.
“Cuando hay una matanza como la de Ruanda, hay una pérdida del sentido de lo que es el ser humano. La gente se vuelve apática a la vida”, dijo.
Más de 60 africanos dieron talleres de pintura, teatro, música, danza contemporánea, cine y literatura. Esto ayudó también a reconstruir la Secretaria de Cultura de Ruanda. De 1999 a 2002 se concentró en este trabajo.
En esos años cayó en la cuenta de que Francia apoyó a Habyarimana, quien gobernara Ruanda durante casi dos décadas. A él se le responsabiliza de la masacre contra los Tutsis que integraban el Frente Patriótico Ruandés, formado a principios de los años 90 para terminar con la dictadura.
Esto lo llevó a repensar su vuelta a Francia: “¿Cómo puedes regresar y vivir en un país que ayudó a la matanza a un millón de gente? ¿Cómo puedes tener un discurso coherente? ¿Qué puedes intercambiar con la gente?“.
México, el destino

En la parte final de su estancia en Ruanda, Koulsy viajó a Montreal para impartir una conferencia sobre el Centro Cultural. Ahí coincidió con Christian Salomon, quien dirigía el Parlamento Internacional de Escritores.
Koulsy le comentó que ya le era difícil seguir con el trabajo en Ruanda y que deseaba otro espacio de exilio. Recibió como despunta dos posibilidades: Noruega y México.
“Así llegué a México porque no quise ir a Noruega, por el frío, por Europa que ya conocía un poco y que no me gustó tanto como espacio de vida. México es descubrir el mundo, otro mundo”, explicó.
De este país conocía algo de los Aztecas, de la civilización Maya. Entonces dijo: “Tengo que conocer esta parte del mundo”. Kously Lamko vive en México desde 2003.
Desde este lugar del mundo, desde esta vieja Ciudad de los Palacios, siente lo que cree, asume y aporta al género humano. Aquí encontró la estabilidad que un país como el suyo, en constante guerra, no hallaría.
Pero él siempre carga a África, como un caracol con su casa. África está adentro, lo lleva todos los día. El dolor a veces también lo sigue: no convive directamente con su pueblo, no está con su familia. “Siempre se tiene el dolor de la tierra, la nostalgia. Eso lo llevas contigo, y lo dominas, y es parte del motor que da la fuerza de la resistencia”, afirma.
Su filosofía es: “Si no estoy viviendo en mi país, tengo que hacer que mi estancia en estos otros lugares sea una estancia productiva, que proporcione satisfacción por el ideal de lo que uno se ha propuesto a alcanzar en la vida”. Desde donde se encuentra aporta lo que puede porque las fronteras sólo están trazadas, dibujadas.
Para eso, desde hace tres años, montó la Casa Refugio Hankili So África en un edificio –paradójicamente- colonial que el Gobierno del Distrito Federal le prestó.
Es un centro cultural africano que recibe hasta 3 residentes al mismo tiempo, a los que les otorga una beca.
La Casa Refugio es una especie de extensión del sueño coartado que llevó por nombre Instituto de los Pueblos Negros, el ideado por el líder africano Thomas Sankara. En ese lugar, ubicado en la céntrica calle República de Cuba, imparten talleres que sirven para cambiar los perjuicios sobre los negros y lo africano.
El espacio pertenece a la red ICORN (International Cities of Refuge Network). También recibe apoyo de diversas fundaciones e instituciones nacionales y extranjeras como la del Príncipe Claus, el FONCA, la UNAM y la Universidad Autónoma Metropolitana.
La palabra, sobretodo
Para el escritor, el exilio puede convertirse en un reino. “No estoy seguro que estando en mi país hubiera escrito lo que he escrito”. Koulsy Lamko escribe cuando algo le duele. Escribe para interrogarse a sí mismo, a su entorno, aunque éste resulte agresivo. Lo importante para él es la palabra y lo que intercambia a través de ella.
“Es parte de lo que pienso que puede ser un espacio de la expresión de lo que es mi compromiso conmigo mismo, pero también con las comunidades, los pueblos en lucha. Es lo que me interesa de lo que hago. Es una herramienta de lucha más que todo,” afirmó contundente.
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