La violencia contra la infancia en el mundo, a través de diversas prácticas, limita el desarrollo de millones de menores y perpetúa en la sociedad los malos tratos, golpes, abusos y agresiones contra los niños.
El fenómeno se ha generalizado y las cifras de diferentes organismos internacionales son alarmantes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), por ejemplo, indica que casi 150 millones de niñas y 73 millones de niños a nivel mundial han sido víctimas de alguna forma de abuso sexual, mientras que 31 mil menores de 15 años mueren al año a consecuencia de homicidios.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT), por su parte, señala que casi 215 millones de infantes realizan alguna actividad productiva en el mercado laboral sin alcanzar la edad mínima legal, no reciben el salario mínimo y 5.7 millones son forzados a trabajar en condiciones de servidumbre.
De igual manera, un estudio reciente de dicho organismo revela que 1.8 y 1.2 millones son víctimas de prostitución y de trata de personas, respectivamente.
No obstante, los patrones culturales y la poca sensibilización sobre sus consecuencias han convertido a la violencia en actitudes y actos socialmente permisibles.
Vulnerabilidad
En México, la cuarta parte de la población mexicana justifica golpear a los niños para que obedezcan a los mayores; casi tres de cada diez menores comentan que sus padres les han hecho llorar; y a uno de cada cuatro le han pegado en su casa, según la última Encuesta Nacional Sobre Discriminación (Enadis).
Por otra parte, nueve de cada diez infantes han sufrido violencia escolar —conocida como bullying— y, según este estudio, 19.1% ha sido objeto de burla; a 12.7% le han golpeado; y a 15.3% le han hecho bromas pesadas.
Gráfica tomada de la Encuesta Nacional Sobre Discriminación 2010 (Foto: Conapred)
Dicho reporte denuncia que son las zonas metropolitanas de Toluca, Ciudad de México, León y Tijuana donde los infantes expresan en mayor medida que han sido golpeados, mientras que otros estudios y encuestas demuestran que son las niñas y adolescentes —debido a su edad y género— quienes más son violentadas no sólo en el hogar o la escuela, sino en todo ámbito social.
Esta situación generalizada que viven millones de féminas ha traído consigo tristeza y estados de ánimo alarmantes. Por ejemplo, la primera Encuesta sobre exclusión, intolerancia y violencia en las escuelas públicas de educación media superior, realizada por la Secretaría de Educación Pública (SEP), revela que son las mujeres quienes presentan niveles más altos de estrés y depresión.
Este estudio también arroja que, de las jóvenes encuestadas —que podían escoger varias respuestas—, 74.5% ha tenido ganas de llorar; 60% se ha sentido sola; 79.6% se sentía triste en el último mes; 42.6% ha tenido la sensación de que no vale la pena vivir; 16.8% ha estado a punto de intentar quitarse la vida; y 46.4% ha vivido situaciones que hacen desear dejar de existir.
Por otro lado, las consecuencias del maltrato no se relacionan únicamente con efectos síquicos o físicos, sino que existen estudios que avalan que el abuso y la violencia en los hogares van de la mano con la trata de personas.
Al respecto, María Teresa Sotelo, presidenta de la Fundación en pantalla contra la violencia infantil, comenta: “El maltrato es un factor de riesgo, ya que arroja a los niños a la calle y esto los vulnera más para ser reclutados por bandas delictivas con fines de explotación sexual o venta de enervantes”.

Los estudios afirman que los niños, niñas y adolescentes en situación de calle son los más vulnerables de ser víctimas de redes de prostitución, por ejemplo, debido a sus condiciones de pobreza e invisibilidad ante las autoridades.
La Fundación Casa Alianza México reporta que 98% de las adolescentes entre doce y 18 años que llegan generalmente de la calle a vivir en hogares de asistencia pública, ha sido víctima de explotación sexual al tener relaciones sexuales como medio de intercambio por estupefacientes, alimentos, bienes materiales diversos y/o techo.
Ante este panorama de violencia generalizada, los expertos aseveran que es urgente el fortalecimiento en la educación hacia el respeto de los derechos de las personas y, sobre todo, el reforzamiento en las políticas de protección de los niños y niñas.
Problema estructural
La trata de personas y la explotación se encuentran en la cúspide de los actos de violencia y vejaciones contra los derechos humanos; y son las niñas y niños los más vulnerables: el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) estima que en México existen casi 16 mil menores afectados.
En tanto, de acuerdo con las últimas cifras oficiales, 850 mil infantes de cinco a 14 años desempeñan algún tipo de empleo en nuestro país y hay casos en los que los niños son explotados en zonas carboníferas de alto riesgo, o en regiones agrícolas, así como situaciones de explotación laboral por mendicidad, que pasan desapercibidos en las ciudades.
Sotelo comenta que la trata es una de las expresiones más graves del maltrato, ya que se da “una situación completamente aterradora de sufrimiento y tortura”.
Las consecuencias son graves afectaciones síquico-sociales, daños permanentes, riesgo de muerte y dificultades de reintegración de las víctimas, explica por su parte Nuria Gabriela Hernández.
La directora interina de la Dirección de Estudios jurídicos de los derechos humanos de las mujeres y equidad de género de la Cámara de Diputados, añade: “¿Cómo reintegras la dignidad humana de un individuo? No hay ley, no hay forma, no hay política pública. Y por ello me parece que el punto principal es entender que vivimos con ese delito, que está entre nosotros y que no terminará con una ley ni con una política pública, ya que se necesitan datos reales e instancias especializadas”.
Enfoque
La Asamblea General de Naciones Unidas adoptó en 1989 la Convención universal por los derechos de los niños, en que los Estados parte se comprometen a reconocerlos y a considerar a los infantes como sujetos de derecho.
Recientemente, en México, la sociedad civil y la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) exhortaron al Estado a ratificar un Protocolo Facultativo referido a comunicaciones de dicha convención, con el cual niños y adolescentes podrán denunciar abusos o violaciones a sus derechos ante una comisión internacional.
No obstante, la mención de los derechos de las niñas y niños en la reforma al artículo 4 de la Constitución fortalece, difunde y delinea un enfoque específico para su protección.
Asimismo, la aprobación de la Ley para la Promoción de la convivencia libre de violencia en el entorno escolar, con un enfoque de derechos humanos y que se basa en tres conceptos: la violencia en el entorno escolar —teniendo en cuenta la existencia de un contexto familiar, social, cultural y comunitario que repercute en las aulas—, el maltrato escolar, incluyendo a toda la comunidad educativa —docentes, directivos, padres, tutores—, y, por último, el maltrato entre escolares o bullying, fue un gran paso.
Dicha norma creó una red interinstitucional en la que se instaló un Observatorio sobre convivencia escolar y el Programa para la prevención y atención de la violencia en el entorno escolar, organismos que delinearán las estrategias particulares.
Sociedad de paz
La consideración de los niños como sujetos de derecho podría construir una sociedad de paz, con valores esenciales, como el respeto a la dignidad de las personas y las normas: “La participación infantil es esencial. En la medida en que los niños y las niñas se perciban y comprendan como lo que son —sujetos de derecho—, van a poder promover estas garantías. Ellos son factores importantísimos. Tenemos que empezar por la niñez, si queremos transformar a la sociedad y tener una ciudadanía consciente y participativa. En la medida en la que ellos estén sensibilizados e informados, hacemos conciencia a través de la educación en derechos humanos”, apunta Paz Echeñique Pascal, directora general de Educación por los derechos humanos de la CDHDF.
Al respecto, opina Sotelo: “Debemos sensibilizar a los menores de edad y hablarles con la verdad sobre los riesgos que corren”. Y además, concluye, “debemos visibilizar el fenómeno de la trata, del maltrato y el abuso infantil, porque si bien es cierto que el gobierno tiene mucha responsabilidad, la sociedad es totalmente responsable”.