El alud de inversiones de cartera (compra de acciones o de valores por parte de extranjeros) que el país ha recibido en los últimos años ha provocado una revaluación de nuestra moneda que, a últimas fechas, empieza a inquietar al sector público y privado ante las repercusiones que el llamado Superpeso puede provocar en nuestra economía.
Y es que ante las tasas cercanas a cero (0.25%) que pagan los bonos del Tesoro norteamericano y 0.75% que venía manejando el Banco Central Europeo (BCE) —entidad que el jueves 2 anterior decidió rebajar la tasa de interés un cuarto de punto, hasta situarla en 0.5%, nuevo mínimo histórico—, la tasa referencial de 4.5% que México ofreció desde 2009 (ajustada a 4% a partir de marzo) convierte a nuestro país en un poderoso imán que atrae importantes flujos de capital internacional.
Así, el diferencial de tasas de interés entre los instrumentos de deuda estadunidenses (refugio tradicional de los inversionistas) y mexicanos ha generado un enorme incentivo para que los capitales inunden nuestro territorio: mientras los Cetes a 28 días pagan una tasa anualizada de 3.88%, un T-Bill a un mes emitido por el gobierno norteamericano ofrece una tasa anualizada de 0.06%, lo que representa que los instrumentos de deuda mexicanos pagan 65 veces más rendimiento que los de nuestros vecinos del norte.
Para leer la nota completa, descarga nuestra versión impresa.