2 casos donde leyes anti-chatarra no ayudaron a disminuir obesidad

Existen casos de otros países donde incrementar el precio o limitar el acceso a la comida “que engorda” no ayudó a disminuir la medida de cintura de sus habitantes.

La prohibición de refrescos en Nueva York impedía comprar algunas presentaciones en restaurantes, pero estaban disponibles en supermercados
Foto: Creative Commons
Política
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La Estrategia Nacional para Prevención y el Control de Sobrepeso del Ejecutivo Federal contempla gravar con 8% los alimentos calóricos o “chatarras”, como las frituras, confitería, botanas y sopas instantáneas, además de aumentar 1 peso al precio de cada litro de refresco.

Si bien el motivo de estas medidas es frenar la epidemia de obesidad y diabetes en México, existen casos de otros países donde incrementar el precio o limitar el acceso a la comida “que engorda” no ayudó a disminuir la medida de cintura de sus habitantes.

Dinamarca

Tras sólo un año de haber sido aprobada, los legisladores daneses revocaron en 2012 un impuesto a las grasas que gravaba los alimentos con más del 2.3% de grasas saturadas, lo que incluía lácteos, algunos productos cárnicos y alimentos procesados.

Los legisladores argumentaron que el primer impuesto de este tipo en el mundo fracasó debido a que tuvo un efecto dañino en el comercio y en el poder de los consumidores.

Los daneses simplemente cruzaban la frontera hacia Suiza o Alemania para comprar mantequilla o helado, donde los productos eran más baratos.

Al final las autoridades determinaron que el impuesto anti-grasa inflaba el precio de la comida y ponía en riesgo puestos de trabajo.

De acuerdo a la Autoridad Nacional Danesa de Salud y Medicinas, el 47% de los habitantes de Dinamarca tienen sobrepeso y el 13% obesidad.

Nueva York

La prohibición de refrescos del alcalde Michael Bloomberg es otro ejemplo de que los consumidores encuentran la manera de evadir las medidas anti-obesidad.

La medida implementada en Nueva York prohibía la venta de sodas de 16 onzas en restaurantes, cines y carros de comida callejeros, pero no impedía a los ciudadanos comprar la cantidad que quisieran en supermercados, del tamaño que quisieran.

Y quienes querían tomar más refresco en restaurantes podían ordenar dos bebidas de 8 onzas en lugar de una de 16.

De la prohibición además estaban exentos los jugos y néctares, malteadas y lattes, que en realidad tienen un contenido calórico más alto que las sodas.

Por estas contradicciones la Suprema Corte de Justicia del Estado revocó la medida, poniendo fin a la prohibición de refrescos en Nueva York.

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