Se tambalea el proceso de negociación kurdo-turco

El conflicto armado entre el PKK y el gobierno de Turquía ha cobrado ya la vida de 40 mil personas, pero la paz vuelve a ser incierta.

Protesta de kurdos contra el gobierno de Turquía
Foto: Internet
Arturo Moncada
Política
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En medio de una lucha armada que se prolonga ya por 30 años y deja por lo menos 40 mil muertos, así como decenas de miles de heridos y desplazados, el gobierno de Turquía y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) acordaron recientemente iniciar al fin un proceso de negociaciones.

La esperanza de paz cobró entonces fuerza en un área del mundo que por décadas ha sido sacudida por la violencia, el hambre y la guerra, pero el pasado día 10 tres activistas del PKK fueron asesinadas en París, Francia, presuntamente por sicarios al servicio del régimen turco, lo que según analistas internacionales pone en peligro las negociaciones recién emprendidas.

El crimen

Las tres militantes kurdas fueron encontradas sin vida dentro del local de la Federación de Asociaciones del Kurdistán en la ciudad de París.

Se trata de Sakine Cansiz, originaria de una de las zonas más liberales de Turquía y quien nació en 1957. A principios de los setenta formó parte de la legión de jóvenes que engrosó los movimientos revolucionarios de Turquía, a partir de los cuales se formó en 1978 el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), del que fue fundadora junto con Abdulá Ocalán.

Otra de las activistas asesinadas en París fue Fidan Dogan, de 32 años. Era originaria de la zona de Maras y en Francia representaba al Congreso Nacional del Kurdistán, el organismo internacional impulsado por el PKK que en 1997 sustituyó al llamado Parlamento Kurdo en el Exilio.

La tercera víctima era Leyla Soylemez, también estrechamente ligada al movimiento kurdo que exige pleno respeto a sus derechos básicos y garantías individuales por parte del gobierno de Turquía.

El crimen resulta a todas luces político y no se puede separar de las conversaciones que el gobierno de Ankara inició con el encarcelado líder supremo kurdo, Abdulá Ocalan, preso desde 1999.

Sin embargo, no todos los analistas apuntan hacia sicarios al servicio del gobierno sirio como presuntos responsables de los asesinatos: hay quien afirma que “no es la primera vez que rivalidades internas en el PKK (partido considerado terrorista por la Unión Europea y Estados Unidos) finalizan en un ajuste de cuentas”. Otros señalan que pudo tratarse de un sabotaje sangriento de grupos de intereses contrarios al cambio de la política turca hacia los kurdos.

Pero lo cierto es que el triple asesinato de las activistas abre un nuevo escenario en un enfrentamiento que se ha prolongado ya durante tres décadas.

Orígenes

Para entender el conflicto turco-kurdo es necesario remontarnos a la historia kurda. Durante dos mil años los kurdos habitaron en su territorio, el Kurdistán, pero en 1639 a.C. el Imperio otomano (Turquía) y Persia (Irán) se repartieron esas tierras.

La parte del Imperio otomano fue a su vez subdividida luego de la derrota turca en la Primera Guerra Mundial: el Reino Unido incorporó una parte al recién creado Irak; otra parte, menor, fue incorporada por Francia a Siria. El pueblo kurdo quedó así repartido, en su mayoría, en las fronteras y las zonas más pobres de esos Estados, a pesar de que ese territorio cuenta con un gran manto acuífero y reservas de hidrocarburos.

Actualmente, la comunidad kurda está integrada por casi 40 millones de personas. Es la más numerosa minoría étnica sin Estado en el mundo.

En Europa hay un importante éxodo de kurdos, principalmente hacia Alemania y Francia.

Casi la mitad de la comunidad kurda vive en Turquía, donde representa 20% de la población de ese país, de 75 millones de habitantes. Ninguno de los Estados en los que viven reconoce a los kurdos como nación ni como minoría étnica o lingüística.

Sin embargo, es en Turquía donde los derechos del pueblo kurdo prácticamente no existen: la palabra Kurdistán está prohibida; un kurdo es ilegal; se le niega como pueblo; se le prohíbe ejercer sus costumbres; no tiene acceso a la vida política e intelectual; la represión en el campo de la cultura ha sido encaminada en forma paralela con la prohibición de su idioma…

Proceso

El PKK se formó en 1978, con Abdulá Ocalan como líder y con el objetivo de conseguir la autonomía y el reconocimiento de derechos políticos y sociales para la población kurda.

En 1984 se inició el conflicto armado entre el PKK y el Estado turco, en el que han muerto casi 40 mil personas, la gran mayoría militantes del PKK y población civil kurda.

El diálogo que estableció Turquía con el líder kurdo Ocalán es un cambio radical de estrategia, impensable hasta no hace mucho tiempo: poner fin al conflicto con la insurgencia kurda sería un gran éxito político para el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, quien ha sido criticado por su incapacidad para detener los enfrentamientos.

El argumento fundamental del viraje de la política hacia los kurdos y de la urgencia de negociar la paz son las crecientes ramificaciones del conflicto, que amenaza con entrar en un completo descontrol.

Cabe destacar la fuerte ofensiva insurgente del PKK contra los soldados turcos en los últimos meses; una huelga de hambre de cientos de prisioneros en protesta contra una ley que condena a una persona de terrorismo por actuar de un modo que se considere inspirado por el PKK; el fracaso electoral del gubernamental Partido del Desarrollo y la Justicia (AKP) en distritos de mayoría kurda; y las dos más inquietantes: el dominio kurdo del norte de Irak y la guerra civil en Siria, donde el creciente poder de una organización hermana del PKK en el norte suscita abiertamente en Ankara el miedo a que los kurdos de ese país consigan establecer una región autónoma en la frontera.

Sin embargo, señalan los analistas, si el único objetivo del gobierno de Ankara es hacer que el PKK abandone las armas, nada cambiará y esta guerra no declarada continuará.

Pero si el gobierno acepta cambios esenciales para reconocer los derechos políticos, sociales y culturales del pueblo kurdo, se podría hablar entonces del principio del fin de esta beligerancia. Para ello, el Estado turco tendría que aceptar reivindicaciones básicas, como el reconocimiento oficial de la lengua materna kurda en la enseñanza y una autonomía real a nivel local y provincial, tanto en la vida política como cultural.

Los asesinatos de Sakine Cansiz, Fidan Dogan y Leyla Soylemez, si en efecto estaban encaminados a impulsar una guerra sucia contra las negociaciones de paz, podrían provocar el efecto contrario: en principio, pusieron los reflectores de la comunidad internacional sobre las negociaciones de paz turco-kurdas, cuya continuidad se ha convertido en una exigencia unánime a pesar de los fuertes obstáculos que enfrentará en días venideros.

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