Durante el proceso electoral del próximo 7 de julio, en el que se competirá por alcaldías y diputaciones locales en 14 entidades, así como por la gubernatura en Baja California, los militantes y simpatizantes de las distintas fuerzas volverán a constatar el pragmatismo político, la conveniencia electoral y la incongruencia en que incurren cada vez con mayor frecuencia los partidos políticos en México.
Y es que por encima de sus principios ideológicos, partidistas o sociales, los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática (PRD), Verde (PVEM), Nueva Alianza (Panal), Movimiento Ciudadano (MC) y del Trabajo (PT) realizaron en su gran mayoría alianzas para tratar de evitar el triunfo del que gobierna, formando coaliciones incluso con rivales con los que comparten más una larga historia de agravios y acusaciones, que coincidencias.
El ejemplo que puede tal vez dar una mejor idea del grado de conveniencia política en la que incurren los partidos es el caso del PT, que mientras en Baja California se alió con el PRI, en Durango lo hizo con el PAN.
Una situación similar ocurre con Nueva Alianza, que se alió al tricolor en Chihuahua, Coahuila, Durango, Hidalgo, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas y Veracruz, pero es aliado del PAN y el PRD en Baja California y Puebla.
Los expertos afirman que la experiencia de las alianzas partidistas en los últimos 15 años demuestra que esas uniones convenencieras, establecidas al calor de los comicios y la mayoría de las veces sin un real compromiso más allá de la jornada electoral, se han sustentado en la búsqueda del poder y del ganar por ganar, más que en verdaderos proyectos de gobierno con sustento programático.
Así, los partidos tratan de ganar a como dé lugar e irán todos contra todos para evitar derrotas que les resten presencia y fuerza a nivel nacional.
Ganancia electoral
En una actitud política cuestionada, y con un costo electoral mínimo hasta ahora, los partidos han privilegiado la ganancia electoral por encima de sus ideales o compromisos.
Y en su frenético intento por alcanzar el poder se olvidan de promesas y compromisos contraídos con los votantes, quienes resultan engañados por uniones forzadas que, además de efímeras y llenas de reproches, se distinguen más por sus incongruencias que por solucionar los problemas ciudadanos.
Si bien el establecimiento de alianzas o coaliciones entre partidos en principios, ideologías políticas o sociales afines son signo de madurez y desarrollo democrático de un país, en México esas uniones partidistas se han distinguido más por acuerdos a corto plazo, sin un compromiso real de quienes se unen: así como se acuerdan, desaparecen, casi de inmediato, sin dejar mayor huella que desconcierto generalizado entre los electores, quienes al final de cuentas no saben bien a bien a quién dieron sus votos.
Hoy, una vez más, rumbo a los comicios de julio los partidos políticos dejan atrás viejos y recientes agravios, para volver a refrendar sus “votos” de unión con miras a encarar los comicios en gran parte de las 14 entidades donde habrá renovación de congresos locales y elección de ediles.
Pero si bien algunos de los partidos establecieron alianzas para ser competitivos en diversos estados en los que tienen una débil o mínima presencia electoral y con ello tratar de equilibrar la balanza, lo que se vislumbra en el proceso electoral del 7 de julio es una vez más el poco respeto a sus principios partidistas y a los electores.
Si quieres terminar de leer el texto completo, descarga el PDF de nuestra versión impresa.