La Asociación Mundial de Medicina del Sueño (WASM, por sus siglas en inglés) advierte que dormir bien es uno de los tres pilares fundamentales para gozar de buena salud, además de una dieta equilibrada y ejercicio regular. Sin embargo existe la idea generalizada de que “dormir es una pérdida de tiempo”, por lo que las personas cada vez suman más actividades a su vida diaria y restan tiempo a las horas de sueño, sobre lo cual incluso algunos piensan: “Ya dormiré cuando me muera”.
A escala mundial 40% de la población adulta presenta insomnio en algún momento de su vida, de acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
De igual forma la prevalencia del insomnio en México es de 36.9%, es decir, una de cada cuatro personas, de las que únicamente la mitad lo comenta a su médico en un servicio de atención primaria; y de este 50% que lo identifica solo 5% recibe tratamiento. Las mujeres son quienes más lo padecen, en una proporción de casi dos a uno.
Los efectos de no dormir suficiente o presentar trastornos del sueño van desde irritabilidad, pasando por somnolencia, pérdida de memoria de corto plazo, aumento de peso, ansiedad, depresión, infecciones recurrentes, diabetes, hipertensión arterial y, en los casos más graves, hasta cáncer y Alzheimer, coinciden especialistas en clínica del sueño, neurología, siquiatría, sicología y neumología.
“Las personas no comentan estas situaciones al médico; este no pregunta cómo duermen sus pacientes y las autoridades no le dan la importancia necesaria. Es un problema de salud pública que pasa de noche para todos”, señala Margarita Reyes Zúñiga, siquiatra y presidenta de la Academia Mexicana de Medicina del Dormir (AMMD).
En México una de cada cuatro personas duerme mal, ya sea por insomnio, apnea del sueño, ronquidos o la privación del dormir, trastornos provocados principalmente por un estilo de vida agitado, mayor uso de dispositivos móviles, estrés y ansiedad.
Tan solo el insomnio es un trastorno del sueño que consiste en la dificultad para conciliar el sueño o para mantenerlo debido a múltiples despertares o bien despertarse de manera anticipada, lo que afecta el desempeño físico, social o laboral.
Se clasifica como transitorio si se registra tres días a la semana; de corta duración o agudo si dura de una a cuatro semanas, y como crónico cuando se prolonga por más de cuatro semanas, detalla la especialista.
Los trastornos del sueño afectan a diferentes grupos. Por ejemplo, en los adolescentes se asocia con el incremento en el riesgo de suicidio y de conductas autolesivas; también es factor de riesgo para depresión. En cuanto a la Población Económicamente Activa, de acuerdo con Ensanut 2016 se estima que 30% duerme poco y mal, es decir, uno de cada tres. Es una población sometida al estrés por el trabajo o por el estudio y por las condiciones económicas.
En los adultos mayores el insomnio es una de las quejas más frecuentes. En muchas ocasiones se asocia con alteraciones del estado de ánimo, síntomas físicos como tos o dolor causado por alguna enfermedad crónica; otra causa frecuente del insomnio en este grupo de edad es el consumo de algunos medicamentos.
“La privación de sueño es un mal de nuestro siglo. La velocidad de vida en las grandes ciudades, traslados largos, horarios laborales y escolares, abuso en el uso de dispositivos electrónicos a toda hora y en todo lugar, han venido a desplazar las horas de sueño. Pero privarnos de sueño es alimentar al monstruo de la enfermedad. Hay estudios que demuestran que entre las 20:00 y las 6:00 horas es cuando más mensajes de texto envían los adolescentes”, advierte la especialista.
Larga vida
“Las personas tienen que dormir entre seis y ocho horas diarias; los que duermen adecuadamente tienen larga vida. De lo contrario se alteran los neurotransmisores, como la melatonina y acetilcolina, responsables de tener un sueño reparador. Si en la edad adolescente o joven se sufre de insomnio, en la edad adulta aparecerán alteraciones en el funcionamiento de varios sistemas, principalmente en el nervioso central”, alerta Thomas Roth, director del Centro de Investigación de Desórdenes del Sueño en el Hospital Henry Ford de Detroit, en Michigan.
“El insomnio tiene mayor riesgo para la depresión y el Alzheimer, problemas de memoria y metabólicas. La basura metabólica del organismo se desecha en la noche; mientras se duerme se purifican varios órganos, y cuando no se duerme empiezan las acumulaciones de toxinas. La memoria de corto plazo también se ve afectada”, explica el especialista.
En tanto Edilberto Peña, neurosiquiatra e integrante de la Fundación Panamericana de la Salud, expresa que “los pacientes con insomnio tienen tasas más altas de accidentes en casa, accidentes automovilísticos y accidentes laborales relacionados a trastornos en el sueño, independientemente de cualquier efecto adverso de los tratamientos hipnóticos”.
Encuesta
La encuesta Trastornos del sueño y su impacto en la calidad de vida de los mexicanos, en la que participaron siete mil 794 personas de todo el país, revela que 61% de las personas encuestadas indicaron no haber consultado a un médico para tratar los problemas de insomnio que las aquejan.
Guadalupe Terán, de la Clínica del Sueño de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), señala que “lo preocupante es que la gente aprende a dormir mal y lo considera normal; o tiende a subestimar los problemas de sueño y no acude con el médico en el momento adecuado”.
La encuesta revela que 51% de los casos se encuentran asociados a trastornos mentales diagnosticables como estrés, depresión y ansiedad; y 49% a enfermedades como hipertensión, obesidad y reflujo gástrico.
“El insomnio pocas veces se toma como una afectación seria ya que el paciente acude con el médico cuando su estado es muy crítico; es decir, cuando de manera crónica duerme menos de cinco horas diarias”, comenta Óscar Próspero García, del Departamento de Fisiología de la UNAM.
Recomendaciones para un sueño reparador
Mantener una higiene del sueño adecuada, como ir a la cama solamente cuando se tenga sueño.
Evitar las siestas durante el día, alimentos pesados o cenas copiosas.
No realizar actividades estresantes horas antes de acostarse.
Tomar baños de agua a temperatura ambiente.
Mantener la habitación con condiciones ambientales adecuadas (controlar ventilación, ruidos, luz, temperatura, etcétera).