La influenza es una enfermedad respiratoria y contagiosa provocada por virus, la cual se transmite de persona a persona a través de gotitas de saliva que se expulsan al estornudar o toser, así como al saludar de mano, beso o abrazo a un enfermo de este mal, principalmente en la temporada invernal.
El contagio también puede darse además al tener contacto con superficies previamente contaminadas por gotitas de saliva de una persona enferma de influenza, como mesas, teclados de computadora, artículos personales, teléfonos, manijas, barandales, pañuelos desechables y telas.
El virus ingresa al organismo por la boca, nariz y/u ojos.
Señales de alerta
Los síntomas que presenta una persona infectada por influenza son fiebre superior a los 38 grados centígrados, dolor de cabeza intenso, tos, escurrimiento nasal, congestión nasal, dolor de articulaciones al grado de no poder moverse, dolor muscular y postración.
También malestar al pasar líquidos y alimentos, dolor intenso en el pecho, dolor estomacal y diarrea.
El virus de influenza, una vez que ingresa al organismo, se adhiere y penetra en las células del epitelio respiratorio, lo que resulta en la destrucción de la célula hospedera. El periodo de incubación es de uno a cuatro días.
La enfermedad puede ser desde leve hasta una severa, en cuyo caso puede, en ocasiones, llevar a la muerte.
La fiebre declina al segundo o tercer día de la enfermedad; al ceder la fiebre, los síntomas respiratorios pueden exacerbarse, la tos y el escurrimiento nasal pueden ser más intensos. Cuando se resuelven la mayoría de los síntomas, la tos y la debilidad pueden persistir hasta una semana o más.
El tratamiento temprano con medicamentos antivirales puede reducir la duración de la fiebre y los síntomas de la enfermedad, además de disminuir el riesgo de sufrir complicaciones por influenza.
En el caso de las personas que corren alto riesgo de manifestar complicaciones graves por la influenza el tratamiento con un medicamento antiviral puede marcar la diferencia entre tener una enfermedad más leve o una muy grave que podría requerir hospitalización.
Los mayores beneficios del tratamiento antiviral se presentan cuando se inicia dentro de las 48 horas del comienzo de los síntomas. Los medicamentos antivirales también pueden utilizarse para prevenir la influenza en personas que han estado expuestas al virus, teniendo una efectividad de 70 a 90% para prevenir el desarrollo de la enfermedad.
Vacunación
La mejor manera de protegerse contra la influenza es la vacunación anual, porque la inmunización puede ser administrada antes de la exposición al virus y puede proporcionar inmunidad segura y efectiva durante toda la temporada de la influenza.
En estos casos es vital evitar la automedicación, ya que puede retrasar el diagnóstico y tratamiento correcto y con ello podrían presentarse complicaciones de lamentables consecuencias.
Cuando ya está confirmado el diagnóstico, es importante que el paciente ingiera suficientes líquidos, permanezca en casa descansando y seguir las indicaciones del especialista, quien establecerá el tratamiento antiviral específico para la influenza y otros fármacos para aliviar los síntomas.
El tratamiento antiviral siempre debe ser prescrito por el médico y no reemplaza a la vacuna contra influenza.
Los recién nacidos y hasta los cinco años, los adultos mayores y las mujeres embarazadas deben vacunarse contra la influenza.
Además es necesario lavarse continuamente las manos, consumir alimentos ricos en vitamina C, porque ayudan al óptimo funcionamiento del sistema inmunológico, así como abundantes líquidos.
Pandemia en México
A mediados de marzo de 2009 apareció la última pandemia de influenza en México, provocada por el virus de influenza AH1N1. Esta enfermedad afectó tanto a niños como a adultos jóvenes, produciéndose 90% de las muertes en menores de 65 años.
El 11 de junio de 2009 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la fase 6 de alerta de pandemia, la primera del siglo XXI.
Se estima que a nivel mundial hubo 285 mil 500 muertes causadas por el virus de la influenza AH1N1. Geográficamente, 59% de los decesos ocurrieron en el sudeste de África y Asia.
Oficialmente, el 10 de agosto de 2010 la OMS anunció el fin de la pandemia de influenza AH1N1.
En México se registraron 72 mil 546 casos y mil 289 defunciones al mes de mayo de 2010.
La influenza es responsable de grandes pérdidas económicas en todo el mundo: cada año, hasta 23% de la población corre el riesgo de contraer influenza y cada caso llevará asociado un descenso de la productividad y el riesgo de muerte.
El Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) estima que en promedio cada año entre 5 y 20% de la población se enferma de influenza; decenas de miles son hospitalizados y miles mueren.
Diabetes e influenza
En América Latina la diabetes es considerada una epidemia que afecta a 25 millones de personas y podría alcanzar a 40 millones dentro de dos décadas.
Este padecimiento aumenta en forma tan alarmante, que la OMS decidió dedicar el Día Internacional de la Salud en 2016 a generar conciencia sobre las causas de esta enfermedad, sus complicaciones y las formas de prevenirla.
Una de las maneras principales de evitar complicaciones es aplicar la vacuna contra influenza cada año a los diabéticos.
De acuerdo con la American Diabetes Association (ADA), las personas con diabetes tienen alteraciones en el sistema inmunológico del organismo que los hacen más susceptibles a las infecciones. Entre ellas, las causadas por el virus de la influenza.
En el mundo hay alrededor de 387 millones de personas con diabetes, seis millones de los cuales están en México (si hablamos solo de los diagnosticados), es decir, 9.2% de la población adulta. Esto implicó en 2013 una carga económica para el país de más de 362 mil millones de pesos, correspondiente a 2.25% del PIB de ese mismo año.
Las personas que tienen diabetes corren más riesgo de sufrir complicaciones graves (neumonía, bronquitis, sinusitis y afecciones del oído) por influenza.
Los diabéticos también tienen tres veces más riesgo de morir si sufren influenza o neumonía.
Además, el control de la glucemia es más difícil en personas diabéticas que padecen influenza.
Por lo tanto, el CDC y las autoridades sanitarias de los países latinoamericanos recomiendan la vacuna inyectable contra influenza a todas las personas que presenten diabetes, a partir de los seis meses de edad.
El Comité Asesor de Inmunizaciones de la ADA también exhorta a que se vacunen los familiares de las personas diabéticas, para evitar los contagios.
Historia
Hipócrates, el padre de la medicina, reportó la enfermedad en 412 a.C. y posteriormente, en la Edad Media, también se realizaron registros de la infección.
El término de influenza fue introducido en Italia al inicio del siglo XV para describir una epidemia que fue atribuida a la “influencia de las estrellas”. El término fue adoptado por los ingleses en el siglo XVIII; durante el mismo periodo los franceses denominaron la enfermedad como “la grippe”.
En cuanto al número de víctimas humanas, la gran pandemia de 1918-1919 no tiene precedentes, puesto que se estima que murieron entre 20 y 40 millones de personas en todo el mundo. Algunos países perdieron hasta 50% de su población.
Por fortuna, en la actualidad se cuenta con un arsenal terapéutico (vacunas y antivirales) para prevenir que una tragedia como la que ocurrió en 1918 se vuelva a repetir, pero la humanidad y las autoridades sanitarias no deben dormirse en sus laureles.