Crisis de identidad

La historia narra el viaje de unos milicianos que viajan a nuestro país mientras las huestes militares se apropian de su tierra

Lectura
Foto: Kamil Porembi?ski/Creative Commons
Todo menos politica
Compartir

Por: Federico González

¿Nombre es destino? No siempre, pero a veces: así, por ejemplo, Méjico con ‘j’ anuncia el rumbo de la nueva novela del tapatío Antonio Ortuño (Zapopan, 1976). Sobre el exilio español se ha escrito bastante. La historia genérica es más o menos conocida, como también lo son algunos episodios dramáticos de quienes salieron de allá para llegar a nuestras tierras.

Si faltaba algo por decir al respecto, era sobre la herencia de los exiliados y la marca cultural entre sus descendientes ya nacidos de este lado del océano. Antonio Ortuño algo sabe de eso: sus abuelos y su madre huyeron del viejo continente por simpatizar con la causa republicana.

En resumidas cuentas, la historia narra el viaje de unos milicianos que viajan a nuestro país mientras las huestes militares se apropian de su tierra. Tiempo después, y como sorpresas te da la vida, uno de sus descendientes se ve obligado a partir a la madre patria por estar involucrado en un escándalo de corrupción política.

Con esta suerte de thriller el autor sale de su estado de confort. Si hasta ahora se había dedicado a los infiernos contemporáneos, como son la enajenación laboral o la migración, ahora profundiza en una historia que sin perder un marco social crítico bucea de manera más expuesta en conflictos personales.

Libro de madurez

A lo largo de la novela nos encontramos con una ácida, irónica y frontal aproximación al tema de la identidad. Ortuño habla de su origen, pero también de sus condicionantes.

Sabe que al tocar el punto sin concesión alguna habla de la sociedad contemporánea y del que es probablemente uno de los mayores dilemas del siglo XXI.

Deudor de Jorge Ibargüengoitia, se vale del humor negro para incomodar, cuestionarse a sí mismo y a quien se le ponga enfrente. Si algo sabe hacer el tapatío es zarandear a sus lectores. Nada más que ahora hay una variable diferente. De ser un narrador con espíritu punk, parece que Ortuño entra a una nueva etapa. Ya no le basta con cuestionar y denunciar, como lo hizo en Recursos humanos o La fila india: aquí hay atisbos de un escritor que va más allá y se asoma con mayor madurez a la condición humana.

Méjico es, por tanto, una novela sobre la identidad; pero resulta aun más estimulante leerla como una pieza de transición hacia un discurso punzante y cada vez más solvente.

Otros títulos de Antonio Ortuño son El buscador de cabezas y Ánima.

Vértigo también recomienda

Ignacio de Loyola. La perla asesina. Historia de un aneurisma. Cal y arena. Trad. Delia Juárez G. 231 pp.

El protagonista y autor se despertó un mal día con una arteria cerebral a punto de explorar. A partir de entonces la vida del escritor brasileño se transformó en la historia que aquí se cuenta.

Homero Aridjis. Carne de Dios. Alfaguara. 216 pp.

¿Que tenía María Sabina que era capaz de seducir a John Lennon y Jack Kerouac? El escritor mexicano construye una hilarante ficción a la que suma personajes como Rulfo, Fidel Castro o el Che Guevara.

Arthur Schopenhauer. El arte de insultar. Alianza. Fabio Morales. 190 pp.

Si bien el filósofo nunca escribió este libro ex profeso, la serie de conferencias y citas compiladas tienen la suficiente coherencia para dar vida a este ejemplar manual de la impostura.

×