Diez días que cimbraron a México

A 100 años de distancia, la Decena Trágica sigue siendo recordada como la jornada que terminó con la vida de Francisco I. Madero en 1913, cuando era presidente.

Se cumplen 100 años de la Decena trágica
Foto: Internet
Redacción
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Federico González

reporteros@revistavertigo.com

A 100 años de distancia, la Decena Trágica sigue siendo recordada como la jornada que terminó con la vida de Francisco I. Madero en 1913, cuando era presidente.

A su alrededor existen leyendas e hipótesis sobre sus orígenes o razones. Uno de los trabajos más recientes en esta materia corresponde a Adolfo Gilly (Buenos Aires, 1928).

El historiador naturalizado mexicano, más que concentrarse en los sucesos ocurridos entre el 9 y el 18 de febrero de hace un siglo, rastrea los detonantes que motivaron a Manuel Mondragón a liberar a Bernardo Reyes y Félix Díaz, y posteriormente fusilar a Madero y Pino Suárez.

Las investigaciones de Gilly se encaminan en una dirección: el presidente Francisco I. Madero cavó su propia tumba.

Decisiones impredecibles y desatinadas, como hacer a un lado a Zapata y ofrecerle una amnistía a cambio de su entrega incondicional al ejército; o ciertos desaires a Victoriano Huerta, plantea el autor, fueron piedras que posicionaron al mandatario en una situación de desventaja e impopularidad.

Al depositar tanta responsabilidad en Felipe Ángeles, Madero cosechó enemigos y una prensa crítica que no se cansó de hacer públicos los puntos flacos del titular del Ejecutivo, quien a juicio de Gilly pecó de ingenuo. “En realidad, los rumores sobre el levantamiento circulaban desde enero. Se dijo primero que iba a estallar el 1 de febrero y nomás no. Después, para la ceremonia del 5 de febrero en el Hemiciclo a Juárez, se planeó un golpe de mano para apresar al presidente y a todo su gabinete”, escribe.

Revolución dividida

El único que parecía no enterarse del polvorín en que se había convertido el país era el propio Madero.

La historia se rige por hechos concatenados que corresponden más a la causalidad que a la casualidad. Adolfo Gilly decanta su libro por una posición crítica hacia el mismo Madero, que refuerza la idea de que la Revolución mexicana en realidad fue un cúmulo de “revoluciones particulares”, donde cada quien jalaba agua para su molino. En este sentido, quien puso la primera piedra de la lápida de Madero no fueron Huerta ni Mondragón, sino el propio presidente, al no saber negociar con Villa y Zapata, y dar muestras de debilidad frente a sus adversarios políticos.

La Decena Trágica aún no es un tema agotado, en tanto que marcó la línea de lo que sería la Revolución mexicana: un mercado de traiciones y disputas cuya moneda de cambio era el poder.

La meritoria investigación del académico arroja luz sobre diez días que marcaron la historia nacional y abrieron la puerta al derrotero de una división política que no conoce límites y que se mantiene aun hasta nuestros días.

Otros títulos de Adolfo Gilly son La revolución interrumpida e ¿Historia para qué?

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