Por: Eusebio Ruvalcaba
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1. Como en una estructura rígida de orden castrense, en la llamada música de concierto, música culta o buena música —este último término por demás tendencioso- existen las jerarquías. En la base está la ópera, y la música de cámara en la parte más alta.
2. La música de cámara siempre estuvo considerada de élite. Al contrario de la ópera —que en mucho recuerda los deportes populares, ¿lo son todos?—, la música de cámara nunca ha sido masiva. Sus fanáticos se cuentan individualmente, no por cientos de miles.
3. La música de cámara comprende música que es ejecutada por unos cuantos instrumentos —digamos de dos a nueve. Esta magra dotación musical despliega una sonoridad de escasos decibeles. Por lo que no es apreciada por quienes prefieren las grandes sinfonías, los conciertos espectaculares, las oberturas y poemas sinfónicos a la Liszt.
4. La música de cámara es acérrima enemiga del alarde virtuosístico. Quien asiste a un concierto de música de cámara extrañará aquellas sesiones de prepotencia instrumental. No hay allí el fuego demencial que provoca asombro y maravilla. Lo que hay es recogimiento e introspección, dulzura y melodía, sentimientos bajo la luz de la más sublime de las músicas.
5. Pero aun en la música de cámara existe un desafiante escalafón. Hasta arriba se ubica el cuarteto de cuerdas (dos violines, viola y violonchelo), y en línea descendente el trío para piano, violín y violonchelo, el cuarteto para piano, violín, viola y violonchelo y los reconocidos como quintetos (que son para cuarteto de cuerdas y piano, o bien con clarinete o con dos violas). Luego, todas las demás dotaciones imaginables, que en realidad no son tantas: sextetos, septetos, octetos y nonatos.
Ejemplos
7. Imposible hablar de la música de cámara si no se hace especial énfasis en la sonata para dos instrumentos —violín y piano es la más socorrida; pero hay que destacar la dotación para clarinete y piano, y desde luego la de violonchelo y piano.
8. Es claro que el piano es el instrumento fundamental para la música de cámara. Su sonoridad hace feliz combinación con la de cualquier otro instrumento —incluso con la de otro piano; hay música de cámara para dos pianos, o para cuatro manos (dos pianistas al mismo piano; Schubert fue especialmente proclive a esta mixtura); pero curiosamente, no se considera a las sonatas ni al resto de la música para piano solo como música de cámara.
9. Los especialistas tienen localizados ejemplos de música de cámara excelsa, noble y elevada, cuya sola audición provoca un elevamiento espiritual. Música sublime, que se escucha con devoción. Entre estos ejemplos hay que mencionar cuando menos el quinteto para dos violonchelos de Schubert. Es de una belleza abrumadora. Desde los primeros compases, Schubert empata la disposición musical con el carácter de una plegaria. Schubert la compuso a una velocidad vertiginosa. Poco antes de morir, cuando ya el presagio de la muerte lo asediaba continuamente —en ese momento la sífilis había minado sus fuerzas, lo había enflaquecido hasta dejarlo hecho un guiñapo. Otro ejemplo sería el quinteto para clarinete y cuerdas de Mozart. Acontece que el Divino había tendido una amistad fresca y desinteresada con Anton Stadler, un clarinetista célebre de la época. Mozart compuso para él su quinteto —que asimismo es una de las obras postreras de Mozart. Está vertida ahí toda la genialidad del compositor de Salzburgo. Cualquiera pensaría que no puede haber música más intensa y desgarradora; pues se equivoca. Porque falta mencionar otro quinteto: el de Brahms. Que es una caricia para el espíritu, y que lo compuso poco antes de morir. Cuando una pena abate, es el momento de escucharlo.