A su corta edad Pablo Romo entendió que los conflictos no necesariamente tienen que terminar en violencia y destrucción sino que es posible enfriarlos y tranquilizarse, para lo cual un camino es aprender del pasado y de las experiencias aportadas por problemas anteriores: el joven cree que una respuesta no debe ser necesariamente reactiva para ofrecer una solución.
Por ello fundó el Observatorio de la Conflictividad Social, que contribuye a generar paz en México. “Se ofrece de manera oportuna un amplio entendimiento de los conflictos y la capacidad de prever y transformar de manera positiva los que se presenten. Esta herramienta hace un seguimiento y evaluación para que los actores sociales implicados en él puedan resolverlo”, dice a Vértigo.
El emprendedor, junto con su equipo de trabajo, utiliza una herramienta denominada Serapazpara recaudar datos y llevarlos a una base que incluye información sobre la demanda presentada, la ubicación en México, los interesados o grupos étnicos involucrados, las raíces del conflicto, cómo este se intensificó y las estrategias utilizadas para resolverlo.
“Nuestra primera intervención fue en 1994, donde Serapazfue fundamental en las mediaciones entre el gobierno federal y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) cuando estalló el conflicto en Chiapas. De igual forma actuamos como mediadores en la disputa entre la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO) y las autoridades”, agrega el entrevistado.
Resalta que durante la mediación del conflicto de Oaxaca entre la APPO y el gobierno la información estadística del Observatorio ayudó a convencer a las autoridades para empezar a involucrar a la Policía Federal Preventiva, cuyos elementos utilizaron chorros de agua en lugar de armas de fuego. Aunque la disputa fue virulenta no se produjo una escalada en el conflicto porque la policía evito usar armas de fuego como tenía planeado en un principio.
En casi 80% de los problemas seguidos por el Observatorio de la Conflictividad Social las conciliaciones se realizan sin la presencia de un mediador a lo largo de todo el proceso. Únicamente 20% de los conflictos se negocian con la participación de un mediador, por lo general un representante de derechos humanos o el líder moral de la comunidad (80% de los casos), las autoridades (17%) o una organización como Serapazque se especializa en la mediación de conflictos (3%).
“Cada mediador tiene que desarrollar y fortalecer sus propias destrezas ya que no existen herramientas prefabricadas que puedan orientarlos. En los conflictos las partes frecuentemente son intransigentes y visualizan la disputa solamente en términos de vencedores y vencidos. Es poco común negociar o encontrar una solución que satisfaga a ambas partes y por eso en muchos casos se recurre a la violencia en vez de seguir los procedimientos institucionales”, añade.
Romo y su equipo siguen de cerca más de 400 conflictos sociales. El Observatorio ha sido recibido por universidades y organizaciones civiles y ha establecido equipos de voluntarios en Guadalajara, Chiapas, Oaxaca y Ciudad Juárez, lo que la ha permitido seguir las disputas regionales, mientras que en escuelas ofrece cuatro sesiones de tres días durante el año.