Sana, sana…

La medicina no siempre ha sido como ahora. El rigor científico que hoy le conocemos a los galenos clínicos —no me refiero a quienes practican disciplinas alternativas como la homeopatía—, no siempre fue tal.

Francisco González Crussí
Foto: Internet
Redacción
Todo menos politica
Compartir

Por: Federico González
reporteros@revistavertigo.com

La medicina no siempre ha sido como ahora. El rigor científico que hoy le conocemos a los galenos clínicos —no me refiero a quienes practican disciplinas alternativas como la homeopatía—, no siempre fue tal. De hecho, no se puede entender su historia sin tomar en cuenta los tratamientos populares y tradicionales.

Francisco González Crussí (Ciudad de México, 1939), patólogo radicado en Estados Unidos, es quizá de los autores que más han profundizado en la divulgación de esta ciencia. A lo largo de más de una decena de títulos, ha construido una obra caracterizada por un sentido lúdico y claro a la hora de explicar su disciplina. No obstante, quizá ninguna de sus obras anteriores tenga el alcance o el soporte de conocimiento que Remedios de antaño.

No se confunda, improbable lector: no estamos ante un compendio de “recetas de la abuela”, ni tratamientos milenarios que hoy no son más que leyendas. González Crussí apenas se dedica a tomar un puñado de casos, que si bien partieron de la medicina popular, en su momento doctores formales consideraron como auténticos mecanismos de curación. Para abrir boca, inicia con los polvos de momia. Durante años se creía que consumir momias molidas era un tratamiento más que efectivo para diversas enfermedades. El éxito del paliativo era tal, que incluso había quienes falsificaban los residuos.

A partir de este ejemplo, González Crussí reflexiona sobre el uso medicinal del cuerpo y casos como la orinoterapia, todavía vigente. El ensayista continúa con enemas o lavativas, alternativas que iniciaron en el antiguo Egipto y que hasta la fecha algunos doctores recomiendan para limpiar el organismo.

Sigue con los antídotos o sustancias para revertir los efectos de distintos venenos; con el uso de la sangre y otras sustancias para equilibrar al organismo; y, por último, con la electricidad, que si bien supuso un salto gigantesco en materia de estudios y prácticas de laboratorio, también se ha usado para tratamientos siquiátricos (caso concreto, los electrochoques).

Con el respaldo de una vasta investigación histórica, González Crussí consigue elaborar un tratado donde conviven la ciencia y la superstición. Contra la enfermedad todo se vale. La necesidad humana de combatir los padecimientos y conservar la salud es tal, que no hay absurdos ni imposibles. Otros títulos de Francisco González Crussí son Notas de un anatomista y La fábrica del cuerpo.

Vértigo también recomienda
Ferrez.Manual práctico del odio. Sur +. Trad. Alejandro Reyes. 304 pp. Si quiere conocer un poco de lo que sucede en las calles de Sao Paulo no se puede perder esta trepidante novela. Su olor a asfalto y ritmo casi de hip hop la convierten en un relato urbano demoledor. Omar Millán. La fábrica de boxeadores en Tijuana. Trilce. 291 pp. Notable reportaje del periodista fronterizo, donde exhibe las condiciones sociales y culturales que han convertido a esa ciudad en semillero de peleadores. Adrián Curiel Rivera. Quién recuerda a Doña Olvido. Axial. 72 pp. Relato de misterio que narra la historia de una mujer incapaz de adaptarse a su entorno. A partir de los mejores elementos del género, el escritor mexicano ofrece una historia que le quitará el sueño a más de uno.

×