Telarañas en tres millones de casas

Mientras las estadísticas hablan de un rezago de nueve millones de viviendas de interés social, existen tres millones de ellas que se llenan de telarañas.

Alberto Barranco
Columnas
Existen tres millones de casas abandonadas en México
Foto: CO

Paradojas de la vida: mientras las estadísticas hablan de un rezago de nueve millones de viviendas de interés social, existen tres millones de ellas que se llenan de telarañas, sin mayor opción de remate por parte de las constructoras.

La exposición de motivos habla de zonas inseguras, cobro de derecho de piso al calce por parte de la delincuencia; de lugares lejanos a los centros urbanos; de ausencia de servicios mínimos, como centros comerciales, transporte, escuelas; o de plano de imposibilidad de pago.


El problema ha colocado de espaldas a la pared a las principales desarrolladoras de vivienda (Geo, Urbi y Homex), cuyo equilibrio financiero se rompió al ser mayor la oferta a la demanda.

En conjunto, las tres firmas acumulan deudas por 42 mil millones de pesos, con una caída vertical en su capital contable al derrumbarse 75% en promedio la cotización de sus acciones.


La carambola alcanza a media docena de bancos, entre ellos Santander y Banorte, que financiaron la compra de terrenos; a la Sociedad Hipotecaria Federal, que a su vez financió la operación de las vivienderas; además de, naturalmente, organismos de vivienda como el Fovissste o el Infonavit, que financiaron la compra por parte de los particulares.

Este último acaba de ofrecer en remate, bajo el clásico de-lo perdido-lo-que-aparezca, 20 mil viviendas que más o menos están en opción de recuperar viabilidad.

Y aunque el gobierno le colocó una barrera al alud, al modificar radicalmente las reglas para la construcción de conjuntos habitacionales en lugares lejanos de los centros urbanos, privilegiándose las construcciones verticales, el problema es hasta dónde aguanta el hacinamiento urbano.

¿Se tiran vecindades añejas para construir condominios? ¿Se extiende la mancha urbana a los cerros, las cañadas o los espacios de siembra?

Efectos

En la anarquía, hete aquí que un día se construyeron en la zona de San Juan Ixhuatepec, conocido como San Juanico, plantas almacenadoras de gas LP, en la conciencia de estar alejadas de los centros de población; otro día, se rodearon de miles de casas-habitación… a las que arrasó la terrible explosión de noviembre de 1984.

La cuota fue de 500 muertos.

Pese a ello, la cohabitación subsiste. Se van las gaseras o se van los millones de habitantes de la zona.

En la misma ruta, de pronto resultó que centenares de “paracaidistas” habían construido sus casas en la zona boscosa del Ajusco, en la misma ruta en que años antes el tristemente célebre Arturo Durazo había levantado su famoso palacete conocido como El Partenón.

Y la zona del Bosque de Chapultepec palmo a palmo se fue llenando de residencias de influyentes, en cuyo escenario se ha disminuido a la tercera parte la zona de recreo prevista originalmente, alcanzando ahora la voracidad al Desierto de los Leones.

La multiplicación de la oferta irregular de las empresas promotoras de vivienda la permitió el anterior gobierno panista, a cuya mano laxa las empresas se engolosinaron en comprar millones de metros cuadrados en zonas alejadas de las ciudades… pero a precios de ganga.

Tres millones de casas abandonadas.

¿Nos esperamos a que la mancha urbana nos acerque a ellas? ¿Las dejamos como guarida de la delincuencia? ¿Las tiramos para evitar que se conviertan en monumentos a la incuria?

Como México, dicen, no hay dos.