El referéndum griego

Juan Gabriel Valencia
Columnas
El Referéndum Griego
Foto: NTX

Cuando se publiquen estas líneas estará por terminar la cumbre de los 28 líderes de la Comunidad Económica Europea que ratificarán o desecharán los acuerdos resueltos por los ministros de la zona euro (19) que determinarán el destino inmediato de la economía de Grecia.

Las conversaciones y desencuentros de esta semana culminan un largo proceso de deliberación política en Europa sobre las sesiones, concesiones y omisiones multilateralmente impuestas para que Grecia permanezca como integrante de la zona monetaria del euro.

El desenlace viene precedido por un referéndum en Grecia en el que con más de 62% de la votación los ciudadanos rechazaron los planteamientos de la zona euro para ajustar el comportamiento macroeconómico de ese país y, por tanto, seguir siendo elegible para un programa de ayuda financiera a su recuperación y, de fondo, seguir teniendo acceso al euro como medio de pago nacional.

Se presenta una paradoja de inicio en este debate: el referéndum de “Sí” o “No” se realizó sobre un planteamiento que la Unión Europea ya había retirado como propuesta de acuerdo. Le tomaron el pelo, sus gobernantes, a sus ciudadanos: estaban optando ante una disyuntiva inexistente. Ese es el tamaño de la ambición y de las impertinencias políticas.

Es claro que el país griego celebró el resultado del referéndum el domingo 5 de julio por la noche. Celebró que haya prevalecido el orgullo y el sentimiento de la dignidad nacional frente a la exigencia casi insolente de una estructura multilateral y supranacional de decisión. Es entendible, pero no necesariamente conducente para la prosperidad de una nación inserta inexorablemente, sea un “Sí” o un “No”, en la interdependencia global. Bien decía el diario El Mundo que “antes la nada que lo razonable”.

Dilema

El “Sí”, de haberse dado, suponía la aceptación de restricciones y austeridades impuestas por los 18 países restantes de la zona euro. Era la confirmación y la aceptación por el mal menor o, si se le quiere ver, el precipicio menos profundo, frente a la opción del “No”, que fue no solo el rechazo a esas exigencias sino la afirmación de su corolario; esto es, un nuevo programa de ayuda financiera por parte de aquellos países que estaban planteando condiciones que a la opinión mayoritaria griega fueron merecedoras del rechazo.

Puesto de otra forma: tanto el “Sí” como el “No” eran un reconocimiento de la ciudadanía griega a la necesidad de continuar y profundizar su dependencia respecto de los países integrantes de la eurozona.

Otra paradoja. Grecia salió a pedir por la vía del “No”, bajo condiciones diferentes a las del “Sí” que conllevaban un apoyo financiero automático.

¿El lector entiende algo? Creo que los griegos tampoco, pasada la euforia de la prevalencia del orgullo y del sentimiento nacional.

El desenlace de este episodio internacional puede ser malo o peor. Tendrá implicaciones económicas, estructurales en organismos internacionales y regionales, sin descartar consecuencias geopolíticas de alcances imprevisibles.

Toda una lección para aquellos pueblos y gobiernos que deben entender con racionalidad y objetividad que la convocatoria a un referéndum popular, donde se pone por delante la identidad de un pueblo, es un vil chantaje y se ubica en la historia inmediata de un conjunto social en el falso dilema del peor de los mundos posibles o lo que le sigue.