India se fortalece; los demás ladrillos se erosionan

Nueva Delhi está llamada a ser uno de los motores de la economía mundial, Brasilia y Moscú se encuentran en recesión.   

Georgianna Meza
Política
India se fortalece
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Hace apenas 3 años, cuando las naciones más industrializadas del orbe permanecían sumidas en la recesión o con crecimientos raquíticos como consecuencia de la crisis financiera desatada en 2008 en Estados Unidos, los llamados países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) aportaron más de 50% del crecimiento global, frente a 9% del Grupo de los Siete (G-7, integrado por Estados Unidos, Canadá, Alemania, Japón, Italia, Francia y Reino Unido).

Pero los BRICS comenzaron a ser víctimas de su propio éxito, subrayan especialistas, y su cada vez mayor presencia e importancia en organismos como la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el G-20 se tornó en una grave incapacidad para negociar, al sobredimensionar ellos mismos, aseguran, tanto su propio poderío como su verdadero potencial.

Lo anterior queda de manifiesto en datos del FMI: en conjunto las naciones BRICS producen 23% del PIB mundial, 17% del comercio internacional (mayormente concentrado en China), dan cobijo a 40% de la población del planeta y ocupan 27% del territorio, pero alojan a casi la mitad de los más pobres del orbe (casi mil 700 millones de individuos).

Contrastes

En 2001, Jim O’Neill, ex presidente de la firma financiera Goldman Sachs (entonces el más importante banco de inversión mundial), escribió un ensayo titulado Building better global economic BRICS (Construyendo mejores ladrillos económicos globales), haciendo un juego de palabras entre el acrónimo originado con las iniciales de Brasil, Rusia, India y China, y el vocablo inglés brick, que significa ladrillo.

Con ello puso de relieve la importancia económica que en un futuro asumirían Brasil, Rusia, India y China (Sudáfrica se unió al grupo en 2011, con lo que la sigla se transformó en BRICS), pero después de apuntalar el crecimiento mundial en los años más álgidos de la crisis global más importante en casi un siglo, las economías de los BRICS enfrentan realidades diferentes.

Mientras sus socios BRICS luchan por evitar o salir del crecimiento mediocre de sus economías o incluso de la recesión, en los últimos años India ha registrado un insospechado dinamismo.

En contraste, Brasil y Rusia están sumidos en la recesión; el modelo de China da cada vez más señales de agotamiento, en tanto la economía de Sudáfrica no crece en los índices que necesita tras la caída de los precios de las materias primas.

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En ascenso

Especialistas como Kunal Kundu, economista en el banco Société Générale de Bangalore, asegura que India se encamina a convertirse en el miembro del G-20 con el índice más alto de crecimiento —en torno de 7% anual— y una situación financiera reforzada gracias al bajo precio del petróleo.

Por su parte, la entidad financiera norteamericana Morgan Stanley destaca que contrario a los signos de desaceleración que pueden observarse en Brasil, Rusia, China y Sudáfrica, India retoma el camino del crecimiento sostenido: después de registrar un incremento del PIB de 5.4% en 2012, un año después escaló a 6.9%; en 2014 alcanzó 7.4%, y el Banco Mundial espera que registre 7.5 y 7.9% en 2015 y 2016, respectivamente.

Asimismo, tras los cambios políticos producido en el país con el mayor apoyo ciudadano de las últimas tres décadas, detalla el organismo, las previsiones apuntan a que este año será el mejor mercado de inversión con un incremento de 17 por ciento.

Goldman Sachs, por su parte, recuerda que mientras el PIB de India en 2012 era de 1.84 billones de dólares, en 2050 se acercará a los 25 billones y ascenderá del puesto diez al tres en el ranking mundial.

El descenso

En cambio, tan solo en un lustro Brasil pasó de ser “el gigante emergente” que maravilló al mundo con un espectacular crecimiento de 7.5% del PIB en 2010 impulsado por el boom de los precios de los commodities y programas sociales del gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva que permitieron sacar de la pobreza a más de 40 millones de personas, a un país que en los tres años subsiguientes consiguió magros avances y que desde el segundo trimestre de este año está sumido en una recesión que Standard & Poor’s (S&P) estima lo llevará a una contracción de 2.5% del PIB este año y se extenderá durante todo 2016.

Si esto se confirma, Brasil enfrentará su peor crisis en los últimos 85 años, ya que la última vez en que la economía se contrajo dos años seguidos fue en 1930-1931.

Como producto de lo anterior, S&P decidió rebajar la calificación de la deuda soberana de Brasil a la categoría “basura”, que según analistas empeorará la actual recesión económica, acelerará aún más la inflación (por ahora casi de 10%) y el desempleo y encarecerá el costo del endeudamiento.

El primer día de este año, al tomar posesión para un nuevo mandato como presidenta de Brasil, Dilma Rousseff prometió investigar “con rigor” la corrupción en la estatal Petrobras y anunció medidas de ajuste para reactivar el crecimiento económico sin afectar los programas sociales para los más pobres.

Pero a casi diez meses desde entonces, a menos de un año de acoger los Juegos Olímpicos y con una moneda (el Real) que se ha devaluado más de 32% en lo que va de 2015 (se cotiza en más de cuatro unidades por dólar, el menor valor desde su entrada en vigor, en 1994), Rousseff enfrenta un creciente descontento social.

De hecho, es la presidenta de Brasil más impopular desde el fin de la dictadura, hace 30 años: mientras su aceptación no rebasa 9%, el rechazo a su gobierno se eleva a 71%, según un sondeo de la encuestadora Datafolha difundido a principios de agosto.

Además, la oposición pide juicio político contra ella, en tanto el Congreso cuestiona su crucial plan de austeridad. Sin duda, un complejo coctel que llena de nubarrones el futuro inmediato de la economía más grande de Latinoamérica.

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Factura

Conforme han caído los precios de los energéticos, Rusia ha ido resintiendo la desaceleración, debido a que es uno de los mayores productores de petróleo y gas natural del mundo (sus exportaciones en 2013 hacia Europa sumaron 350 mil millones de dólares).

Alrededor de la mitad de los ingresos públicos rusos provienen de las exportaciones de tales energéticos, pero los precios del petróleo se desplomaron desde 107 dólares por barril en junio pasado a 44 dólares esta semana, lo cual obligó a Moscú a reducir el gasto en todos los ámbitos.

No obstante, expertos coinciden que las heridas autoinfligidas de esa nación son aún más graves, debido a que la invasión de Ucrania decidida por el presidente Vladimir Putin produjo sanciones estadunidenses y europeas que gradualmente se han vuelto más severas desde que fueron impuestas en julio de 2014.

Y pese a perder casi 100 mil millones de dólares en 2014, Rusia tiene en reservas más de 370 mil millones de dólares. Sin embargo, también enfrenta grandes deudas en billetes verdes cuyo servicio se vuelve más difícil de pagar conforme su moneda, el rublo, cae: el lunes 21 anterior, la divisa rusa se desplomó 10% y otro 20% dos días después, con lo que alcanzó un nivel inédito de 100 rublos por euro y 80 rublos por dólar, pese a la intervención del banco central.

La autoridad monetaria rusa elevó las tasas de interés de 10.5% a 17%, pero no logró calmar los ánimos de los inversionistas y la presión sobre la divisa continúa en ascenso. Paralelamente, el miércoles 23 su bolsa cayó 15% y operó en mínimos desde marzo de 2009.

Así, la combinación de las sanciones de Occidente y la caída de los precios del petróleo empujan a Rusia a una prolongada, cuya economía se contrajo 4.6% en el segundo trimestre, su mayor caída desde la crisis financiera mundial en 2009.

El FMI prevé que el PIB de Rusia retrocederá 3.4% este año y más de 1% en 2016, a medida que la caída en los salarios reales, el mayor costo de los préstamos y la confianza destrozada afectan negativamente la demanda interna.

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Freno

El explosivo crecimiento económico de China impulsó hace pocos años una demanda aparentemente insaciable por metales industriales, situación que ha cambiado drásticamente conforme va creciendo la desaceleración del gigante asiático.

El sector de los servicios en Sudáfrica es floreciente: emplea a casi 70% de la población activa y representa dos tercios del PIB, pero los precios de los commodities en general están muy lejos de sus máximos de 2011 y en los últimos meses se han derrumbado.

Esta situación afecta directamente a países como Sudáfrica, el mayor productor y exportador de oro, platino y cromo, y el cuarto productor de diamantes del mundo. El país posee 80% de las reservas mundiales de platino y también 60% de las reservas globales de carbón.

Así, el desplome en la demanda de los metales por parte de China frena el crecimiento de la economía sudafricana, que de acuerdo con expertos bien pudiera avanzar más allá de 2% calculado para este y un poco más para el siguiente año.

Asimismo, el impacto del descenso de los precios de las materias primas ha traído consigo que el índice bursátil de Sudáfrica haya caído 7% en los últimos tres meses, en tanto el índice de extracción de oro se ha desplomado 24% solamente este mes.

Como resultado de lo anterior, las minas que alimentaron la voraz demanda de metales están despidiendo a los trabajadores.

Sudáfrica aloja 75% de las principales empresas del continente africano. El país registró un crecimiento promedio de 4.2% entre 2000 y 2008, pero luego se vio afectado por la crisis internacional. En 2013 el crecimiento no sobrepasó 1.9% y luego disminuyó en 2014 a 1.5 por ciento.

Este año organismos internacionales calculan un repunte del PIB de Sudáfrica a 2% y una décima más en 2016, situación que puede variar si se acrecienta la crisis de precios de las materias primas.

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Desgaste

La desaceleración de la economía de China, que se significó por ser el motor del avance mundial antes y después de la peor crisis del orbe desde la Gran Depresión, es evidente: mientras logró espectaculares avances de su PIB de 9.2, 10.4 y 9.3% en 2009, 2010 y 2011, de manera respectiva, a partir de 2012 su crecimiento ha ido en declive: ese año el PIB avanzó 7.7%, al igual que en 2013, pero cayó a 7.3% en 2014, y organismos globales como el Banco Mundial calculan que este año alcanzará 6.8% y retrocederá a 6.3% el año entrante.

El avance de 7.7% registrado en 2012 y 2013 es el peor en tal rubro en los 14 años precedentes, mientras que el del año pasado, de 7.4%, es el más bajo en 25 años.

Y es que el principal motor de crecimiento de la economía china durante muchos años fueron las exportaciones, pero conforme perdieron vigor como producto de la crisis de sus principales mercados (Estados Unidos y la Unión Europea), aunado al descenso de competitividad del sector, la inversión pública ha tenido que jugar un papel cada vez más creciente para impulsar la economía.

La sorpresiva devaluación del yuan el mes pasado y un desplome en los mercados de valores chinos desde junio han avivado los temores de más choques a la economía de ese país, a pesar de que el primer ministro Li Keqiang, ha minimizado lo evidente: el modelo chino se ha desgastado.

Como prueba de lo anterior, la actividad del sector manufacturero sumó en septiembre siete meses consecutivos a la baja, esta vez a un ritmo mayor al esperado, tocando su menor nivel en seis años y medio debido a la continua baja de la demanda local y de exportaciones.

Con todo, durante su visita de esta semana a Estados Unidos el presidente chino, Xi Jinping, buscó proyectar un buen clima de negocios para las firmas estadunidenses, al decir que su país estaba preparado para reducir gran parte de las restricciones sobre la inversión extranjera y estimó un largo periodo de crecimiento para China, algo que en opinión de expertos, por ahora queda en entredicho.

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