Ruvalcaba por partida doble

El autor escribe para desnudarse la fragilidad o la debilidad, que después de todo es lo que nos humaniza y nos hace sentir cercanos.

Redacción
Todo menos politica
El arte de mentir
Foto: Creative Commons/Pexel

Por: Federico González

Eusebio Ruvalcaba. El arte de mentir. Almadía. 356 pp.

Eusebio Ruvalcaba. Elogio del demonio. Lectorum. 153 pp.

La música es un arte supremo que solo de vez en cuando se alcanza a tocar a través de la literatura. Conviene advertir que si uno es buen poeta tiene más posibilidades de éxito. A Eusebio Ruvalcaba (Guadalajara, 1951) el ritmo y la armonía le vienen de familia. No es violinista como su padre, el virtuoso Higinio Ruvalcaba, pero a cambio persigue una literatura cadenciosa y contundente.

Los relatos de Elogio del demonio, por ejemplo, son la reverencia de un autor a la música. Le hace caravana con pequeñas prosas protagonizadas por un Vivaldi acostumbrado a escuchar epítetos como “Su majestad el violín”; un Wagner magnánimo; un Bach con la salud de un roble. La dinámica de Ruvalcaba no va por el panegírico per se: traza la dimensión del personaje para después, y de un plumazo, abordarlo en su dimensión humana. El interés biográfico sucumbe por tanto ante la importancia de episodios concretos y definitivos. Léanse a manera de homenaje o como un mero ejercicio de divulgación, las prosas incluidas en el volumen nos conmueven como un buen nocturno de Chopin y perturban como cualquier sonata de Brahms.

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Igual de breves pero más concisos son los aforismos, ensayos o máximas reunidas en El arte de mentir. Ruvalcaba conoce de suyo que escribir ficción es mentir y que toda gran mentira esconde una verdad. La diferencia entre los buenos o malos mentirosos radica en quién lo hace desde adentro y no se queda en la superficie. Tras varios kilómetros de vuelo el autor tiene la sapiencia necesaria para redondear ideas y reflexiones.

“No creo que nadie tenga más allá de una docena de amigos. Sobra decir que de amigos entrañables, profundos, verdaderos. Hay un poema en el que se afirma que Cristo tuvo precisamente doce y que uno le falló”, dice. “Los hombres duros se tragan sus lágrimas, que les saben a amargura. Si no fueran duros, les sabrían a dulzura. O a carne cruda, que es el sabor de la vida”, agrega.

¿Verdades inquebrantables? ¿Mentiras elegantes?

Los temas son variados: mujeres, alcohol, música, literatura... Nunca desde la posición de quien presume sabérselas de todas, todas sino al contrario, desde quien escribe para desnudarse la fragilidad o la debilidad, que después de todo es lo que nos humaniza y nos hace sentir cercanos.

Otros títulos de Eusebio Ruvalcaba son Una cerveza con nombre derrota, 52 tips para escuchar a Mozart y Con los oídos abiertos.

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