Durante los últimos años el progreso de la tecnología en la ciencia ha sido enorme. Ejemplo de ello se refleja en la ingeniería genética, donde la investigación sobre desextinción —el proceso inverso a la extinción o el proceso de revivir ejemplares— hace que especies que no han caminado, volado o nadado en este planeta desde hace tiempo puedan ubicarse cada vez más cerca de estar de nuevo en la naturaleza.
En busca de regresar a la Tierra a ejemplares extintos los investigadores utilizan tres técnicas diferentes que han logrado diversos éxitos.
La primera es haciendo los cruces selectivos con especies derivadas o cercanas a ella; la segunda se realiza mediante la obtención de células vivas de una especie para su clonación; y la tercera secuenciando el genoma de la especie, analizándolo y sintetizando y sustituyendo cada alelo en el genoma de una especie cercana existente.
Cruces
En la primera de ellas, los cruces selectivos o “retrocruzas”, lo que se hace es obtener los rasgos más útiles en los animales, pero buscando recuperar los de un animal ancestral, un antepasado. Este tipo de técnica se realizó con uros a partir de las vacas y en las quaggas a partir de las cebras.
La quagga era una cebra sudafricana con franjas solo en la mitad de su cuerpo. Se extinguió el 12 de agosto de 1883, cuando murió el último ejemplar en el zoológico de Ámsterdam.
Gracias a que se conservaron 23 pieles de quaggas repartidas por museos de todo el mundo, en 1984 pudo analizarse por primera vez el ADN de este animal extinto. El análisis del genoma mitocondrial reveló que este equino no era una especie separada, sino una subespecie (Equus quagga quagga) de la cebra común (Equus quagga). Un equipo de investigadores de Sudáfrica tuvo entonces la idea de que mediante cruces selectivos de cebras sería posible restaurar el fenotipo de la subespecie original.
Así, en 1987 nació el Proyecto Quagga, que al año siguiente produjo el primer potro de lo que se ha denominado Rau quaggas en honor al fundador del proyecto, Reinhold Rau. Los científicos no pueden estar seguros de que el resultado sea una verdadera quagga, ya que no se conoce en detalle el genoma de la subespecie. Pero con animales cada vez más parecidos en su aspecto a la quagga original los investigadores esperan algún día repoblar los antiguos dominios de este herbívoro africano.
Clonación
La segunda técnica es la clonación. Cabe recordar que en 1996 se dio a conocer el primer éxito de esta tecnología: la oveja Dolly. Desde entonces se ha intentado emplear ese mismo método a partir del ADN de animales desaparecidos.
Y así fue como se revivió por primera y única vez a una especie extinguida, el bucardo. Lo lograron técnicos del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón al recuperar a Celia, la última de los bucardos, una cabra montesa cuya especie se extinguió en 2000 tras décadas de caza desenfrenada.
El clon de Celia llegó a nacer, pero una malformación en los pulmones la ahogó sin llegar a cumplir los diez minutos de vida.
Una gran limitante de esta técnica es que la clonación requiere disponer del ADN intacto de la especie extinguida, lo que en su momento redujo las esperanzas de recrear animales como el tilacino o lobo marsupial de Tasmania.
Por ello el objetivo actual de varios grupos de investigadores es emplear células de la especie viva más próxima y modificar sus genes para obtener un ADN lo más parecido posible al del animal extinguido.
Edición
Y es aquí donde se da el tercer sistema para la desextinción: la edición del genoma, cuya técnica es la más prometedora debido a las capacidades que dan las nuevas tecnologías para reelaborar el recetario de la vida.
Los proyectos de desextinción han recibido un nuevo empuje en los últimos años gracias al desarrollo de la tecnología CRISPR (Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats o Repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente espaciadas), la herramienta molecular de edición genética que ha posibilitado la modificación de ADN con una facilidad y limpieza muy superiores a las de sistemas más clásicos.
Bajo esta tecnología la compañía Colossal Laboratories & Biosciences, de Estados Unidos, anunció hace unos días la desextinción del mamut lanudo.
La investigación, dirigida por el genetista George Church, se dará a la tarea de introducir genes del mamut, identificados a partir de animales conservados en el hielo, en el genoma de su pariente evolutivo más cercano actualmente, el elefante asiático, con el que comparte 99.6% del genoma.
El proceso de desextinción del mamut se llevará a cabo en la Escuela de Medicina de la Universidad Harvard.
“Tomaremos restos fósiles de los mamut, reconstruiremos su ADN y lo alinearemos con el genoma del elefante actual. Luego identificaremos los genes diferenciales que podrían hacer que los animales actuales se adapten a vivir en un entorno frío”, explica Church.
Ello implicaría crear un híbrido entre mamut y elefante. Sin embargo, “mamutizar” a un elefante, es decir, introducir las características biológicas del primero en el segundo, no es tarea sencilla. El equipo de investigadores recurrirá a las técnicas de ingeniería genética, específicamente a CRISPR/Cas9, las famosas tijeras por las cuales Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna obtuvieron el Nobel de Química en 2020.
“En un cultivo celular se toman células del elefante, se las edita genéticamente y luego se realizan transferencias nucleares. Después se crea un embrión y, finalmente, se coloca en una madre subrogante, en una elefanta, para que pueda gestar una cría”, explica el científico.
Con este procedimiento el elefante que se gestará tendrá ese pequeño porcentaje de genes que le faltaba para ser un mamut lanudo. Por ejemplo, adquirirá las características necesarias para transportar oxígeno a bajas temperaturas de manera eficiente, tendrá más pelo, producirá más grasa corporal e incluso desarrollará orejas más pequeñas —ya que las grandes son menos eficientes térmicamente.
El equipo de Church ya identificó entre 50 y 60 genes diferenciales. “Tendremos que avanzar sobre todas esas ediciones genéticas en un solo organismo. Contamos con la tecnología, pero será un proceso largo. Creo que de aquí a cinco años podremos tener las primeras crías de elefantes genéticamente modificados con los rasgos del mamut”, destaca el investigador.
Mientras tanto, equipos en Australia buscan revivir al tigre de Tasmania, cuyo último sobreviviente murió en cautiverio en 1936. Sin embargo, diversos investigadores indican que incluso si la edición genética fuera perfeccionada los animales replicados con esa técnica tendrían por el momento ciertas deficiencias críticas.
RECUADRO
Causas de la extinción de animales
Más de 99% de los organismos que una vez vivieron en la Tierra ya no existen.
Las especies, en líneas generales, se extinguen por las siguientes causas.
Fenómenos demográficos y genéticos Por un lado, las especies con poblaciones pequeñas tienen mayor riesgo de extinción. Por otro, la selección natural hace su labor al mantener los rasgos genéticos beneficiosos y eliminar los deficientes. Hay animales con buen acervo genético —robustos, con mayor adaptabilidad a circunstancias exógenas no previstas— y otros más débiles.
Destrucción de hábitats silvestres La mano del hombre es causa directa de la extinción de especies: un millón —de los ocho millones existentes— está en peligro por la sobreexplotación de los recursos terrestres y marinos.
Introducción de especies invasoras La introducción de especies exóticas invasoras de forma artificial, intencionada o accidental en hábitats que no le son propios puede alterar la biodiversidad de los ecosistemas. Los nuevos habitantes desplazan a las especies nativas, que en el peor de los casos mueren y se extinguen.
Cambio climático El aumento de la temperatura global y la subida del nivel del mar impactan negativamente en la biodiversidad. Según estudios la mitad de las especies de plantas y animales en las áreas naturales más ricas del mundo podrían sufrir una extinción local a fin de siglo por el cambio climático.
Caza y tráfico ilegal El mercado negro, que mueve entre ocho mil y 20 mil millones de euros al año, pone en jaque a más de 300 especies que ya se encuentran al borde de la extinción.