HONGOS MEDICINALES: UNA BUENA DEFENSA FRENTE A LOS VIRUS

Algunas especies contienen una serie de compuestos que se encargan de potencializar la respuesta inmune de nuestro organismo ante padecimientos como el cáncer, el VIH y hasta la reducción de azúcar en la sangre.

Martha Mejía
Bienestar
Rare Lion’s mane mushroom in a Dutch forest
Cor van der Waal

Los hongos son usados por el hombre desde tiempos antiguos: los griegos consideraban que daban fuerza a los guerreros, los faraones los apreciaban por su aportación nutrimental, los romanos los veían como el “alimento de los dioses”, los chinos les denominaban “el elíxir de la vida eterna”…

No obstante su aplicación más reciente se incluye en el tratamiento de enfermedades pulmonares y el cáncer. De hecho en Japón y China desde hace 40 años se aprobó su uso clínico para complementar tratamientos oncológicos como radioterapia y quimioterapia.

En México existen más de 70 especies de hongos usados tradicionalmente por sus efectos terapéuticos por más de diez grupos originarios para tratar más de 40 afectaciones.

“Se trata de organismos heterotróficos, es decir, para alimentarse requieren transformar compuestos orgánicos, los cuales obtienen por medio de sus paredes celulares a través de un proceso de absorción. Los hongos tienen características propias que los distinguen de las plantas y animales, por lo que ahora son clasificados en un reino aparte, el Fungi”, explica en entrevista Roberto Garibay Orijel, investigador del Instituto de Biología de la UNAM.

En China, dice, “se habla de usos de algunos, como el Ganoderma lucidum reishi, que datan de hace cuatro mil años. En México desafortunadamente no tenemos documentos históricos tan antiguos pero hay referencias en las crónicas prehispánicas que señalan que los originarios de nuestro país usaban los hongos para fines curativos antes de que los españoles llegaran”.

Al respecto la bióloga Clara Alfaro Maya, excatedrática de la Universidad Autónoma de Chapingo y fundadora de la empresa de biotecnología Hongos Mayas, agrega: “Desde épocas prehispánicas existen diferentes códices que nos dan información de que se utilizaron como alimento por su alto contenido en fibra, vitaminas y minerales, pero también en ceremonias religiosas y rituales que se hacían en esa época, siendo el Teonanácatl nombrado como el dios de los hongos”.

Betaglucanos

La ciencia actual ha descubierto que los hongos y algunas clases de setas contienen una serie de compuestos que refuerzan la inmunidad: se trata de los betaglucanos, unos polisacáridos (un tipo de fibra) que estimulan la formación de macrófagos, los glóbulos blancos que se encargan de reconocer y atacar a los virus, las bacterias y los patógenos.

“Los proteo betaglucanos son los compuestos bioactivos más importantes de los hongos en términos médicos. A estos compuestos se les llama inmunomoduladores o inmunopotenciadores (son sustancias que tienen la capacidad de aumentar o disminuir la respuesta inmune). Una de sus características es que al ser muy grandes y complejos, cuando el cuerpo los recibe, ya sea como alimento, en pastilla o en un extracto, nuestro organismo los reconoce como si fueran agentes externos dañinos y entonces se activa el sistema inmunológico, pero en realidad estos compuestos no hacen ningún daño: lo que hacen es que ponen al sistema inmunológico en alerta”, explica Garibay.

Añade que estos betaglucanos de algunas especies de hongos y setas son buenos para ayudar en los tratamientos relacionados con padecimientos que deprimen el sistema inmunológico, por ejemplo el VIH, pero particularmente el cáncer.

“Hay muchísimos estudios científicos, la mayoría provienen de Asia, que demuestran que los betaglucanos de los hongos tienen capacidades para disminuir tumores cancerígenos, incluso para erradicar ciertos grupos de cáncer, y hago hincapié en que es cuando se usan en combinación con la quimioterapia o con la radioterapia, no solos: cuando se usan en combinación con los medicamentos ya conocidos ayudan a que los pacientes se recuperen mejor y más rápido”.

De acuerdo con los especialistas hay especies de hongos que tienen más inmunopotenciadores que otras. Las que ya se usan en países asiáticos en tratamientos contra el cáncer son Ganoderma lucidum o reishi, Cordyceps militaris, Hericium erinaceus o melena de león, Trametes versicolor o cola de pavo, entre otros.

“Por ejemplo el melena de león (Hericium erinaceus) es un hongo que tiene muchos filamentos; su aspecto es el de una melena blanca, crece sobre madera, de ahí que se pueda cultivar. Es importante porque tiene principios activos que mejoran la memoria. También sirve para la demencia senil, puede prevenir el Alzheimer, para problemas del sistema nervioso como el mal de Parkinson. Es paliativo en malestares del aparato digestivo desde la boca hasta el recto, es decir, gastritis, colitis e inclusive para cáncer de colón”, explica Clara Alfaro Maya.

Los hongos, comenta Roberto Garibay, también producen muchos alcaloides, terpenoides, flavonoides y antioxidantes. Todas estas moléculas en conjunto son particularmente buenas como antioxidantes, hipoglucemiantes (es decir, para reducir el azúcar en la sangre), al mismo tiempo que ayudan a detener la presión arterial y en tratamientos relacionados con el sistema inmunológico.

Producción

Casi todos los hongos y las setas se desarrollan en ecosistemas que comprenden bosques o selvas. “La mayoría en bosque templado (de pino y encino) pero también en bosques más tropicales, como los bosques mesófilos y las selvas. Evidentemente requieren de una cobertura forestal importante para que se puedan desarrollar. El detalle es que la gran mayoría de estos hongos son silvestres, se recolectan en el campo y no abundan, no salen todos los años, ni en todos los ciclos. Por ello conseguirlos es un poco difícil y por lo tanto es importante, además de cuidar bosques y selvas, hacer la investigación relacionada para su cultivo”, explica Garibay Orijel.

Afortunadamente el reino Fungi puede abrirse a la vida en cautiverio. En México la producción de hongos comestibles tuvo su inicio en 1933 con el cultivo de Agaricus bisporus (champiñón) y varias décadas después, en 1974, el cultivo de Pleurotus ostreatus (seta). El shiitake japonés u hongo asiático (Lentinula edodes) se produjo en 1984.

Actualmente existen algunas líneas de investigación en la Universidad del Estado de México, en el Centro de Investigaciones Agropecuarias (CIAP), además de algunas empresas de biotecnología, para continuar con la investigación y producción de hongos y setas con betaglucanos.

“Actualmente en Hongos Maya preparamos microdosis de Shiitake, Ganoderma, Hericium y Trametes versicolor. Todos ellos tienen propiedades antivirales, antibacteriales y anticancerígenas. Se trata de un método terapéutico en el cual utilizamos concentraciones muy pequeñas que tienen un efecto muy rápido y actúan a nivel de sistema nervioso, esto para reforzar al sistema inmunológico y protegernos de todos estos padecimientos que enfrentamos actualmente”, finaliza Alfaro Maya, excatedrática de la Universidad Autónoma de Chapingo.