HUERTOS URBANOS: HERRAMIENTA PARA LA SEGURIDAD ALIMENTARIA

El generar una alimentación más saludable se ve reflejado en la salud.

Martha Mejía
Bienestar
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Durante la Segunda Guerra Mundial en hogares de Estados Unidos, Alemania y Reino Unido se comenzaron a desarrollar huertos urbanos con los cuales se llegó a producir hasta 40% de alimentos.

Denominada Victory gardens o War gardens, esta nueva forma de cultivo se convirtió rápidamente en un elemento de producción indispensable, ya que durante las dos grandes guerras muchos países no se podían permitir depender de las importaciones y había que garantizar el alimento.

A diferencia de aquellas épocas hoy el mundo enfrenta una de las pandemias más grandes e inesperadas, por eso es necesario adaptarnos. “Una forma de hacerlo es siendo más autosuficientes al producir algunos de nuestros alimentos. Esta actividad, entre otros muchos beneficios, también ayuda a reducir la tensión y estrés que genera no salir de casa, puesto que el mantenimiento de un huerto familiar funciona como terapia ocupacional y puede darnos muchas satisfacciones, incluyendo una alimentación más sana”, explica en entrevista Michelle Montijo Arreguín, coordinadora de Estrategias para la Biodiversidad de la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema) de la Ciudad de México.

¿Cómo empezar?

Además de un espacio con toda la luz directa posible, dependiendo del espacio del que se disponga se puede cultivar mayor cantidad y variedad de alimentos. Lo ideal es poder aprovechar una terraza o una azotea. Si no es posible se puede diseñar un huerto en un balcón o frente a una ventana con bastante luz.

María Juárez Contreras, fotógrafa de profesión, explica a su vez que lo importante no es tanto el espacio sino comenzar con esta actividad. “Pueden comenzar con cosas pequeñas, como lechuga, acelga, rábano… cosas rápidas, porque a veces se hace algo tedioso esperar tanto tiempo y las hortalizas son rápidas: en mes y medio ya ves el producto y te lo puedes comer. Se puede poner en la ventana o en la azotea; de repente ahí hay espacio muerto que puede aprovecharse”, dice.

Y añade: “Reciclen, pueden utilizar una maceta o un bote que ya no usen, un huacal de madera que les regalen; inicien con eso. También pueden ver tutoriales en YouTube o en plataformas de siembra urbana para que se vayan empapando y le pierdan el miedo, porque es una actividad que ocupacionalmente te hace sentir muy bien, esto para todas las personas que quizá por el confinamiento padecen la falta de actividades: esto les puede servir mucho”.

María recuerda que comenzó su huerto debido a la practicidad, pero después se convirtió en esparcimiento. “De repente descubrí que era muy práctico tener en la casa plantas que se ocupan para cocinar, por ejemplo, cilantro, albahaca, hierbabuena, todas esas plantas; posteriormente creció esa necesidad de ampliarlo un poco más: se me ocurrió sembrar cosas para hacer una ensalada rápida, eso porque a veces llegas del trabajo y solo tienes carne en el congelador, pero subes a tu huerto y listo. Desde que comenzó el confinamiento tengo más tiempo para atenderlo, además de que se convirtió en un excelente aliado para no salir tanto a la calle porque resulta muy práctico”.

En su huerto la fotógrafa cultiva además epazote, perejil, tomillo, lavanda y romero. “También tenemos cebolla, zanahoria, acelga, lechuga… A veces la lechuga es tan abundante que regalamos un poco a la gente que conocemos. Además tenemos habas, algunas matas de frijol, ejotes y chayote”, comenta.

Beneficios

De acuerdo con Michelle Montijo Arreguín, de la Sedema, los huertos urbanos pueden traer consigo diferentes tipos de beneficios en diferentes escalas, sobre todo para las poblaciones de las grandes ciudades.

“Desde el punto de vista de seguridad y soberanía alimentaria, producir de manera local, es decir, cultivar y cosechar lo que vamos a consumir, ayuda a disminuir la huella ecológica que implica la importación de alimentos: traer alimentos de zonas fuera de la ciudad o incluso del país implica una huella ecológica enorme”, explica.

Al respecto, María señala que se ha vuelto muy común consumir de manera inconsciente. “Ya sea por la falta de tiempo o por otras cuestiones, pero vamos fluyendo y perdemos ese reflexionar, ese estar conscientes de los procesos de la naturaleza. Vas al súper o al mercado y compras lo que quieras con toda esta oferta tan tremenda, por ejemplo, de nueces de India o flores que vienen de otros lados, pero de repente uno pierde esa parte espiritual con los alimentos. Será que vengo de provincia, pero allá vas consumiendo lo que la temporada te va dando”.

Agrega que sembrar un huerto te indica también cómo ser paciente y te das cuenta de que una zanahoria tardará cuatro meses para crecer y poderla comer. “Muchas veces me dicen: “¡Es que tienes que esperar tanto tiempo para comerte algo!” Yo les digo que no es tanto eso sino más bien la parte de disfrutar verlas crecer, sentir que de alguna manera eres capaz de crear esa vida, de aguantar, esperar y cuidar, hasta el momento en que cosechas y lo consumes. Además de que ofrendarle a tu familia estos alimentos es definitivamente una forma de decirles que los quieres mucho”.

Calidad

Otro beneficio, indica Montijo Arreguín, es que producir nuestros propios alimentos nos puede ayudar a generar una alimentación más saludable y eso se ve reflejado en la salud.

Al respecto, María señala que la fruta o verdura que cosecha en su casa son totalmente orgánicas, puesto que no tienen ningún tipo de fertilizante. “Esa parte es muy buena, porque sabes que estás consumiendo algo de primera mano, no tienes miedo de que tu lechuga traiga un bichito de E. coli o que esté regada con aguas tratadas, sino que sabes que tú estuviste a cargo de ese cuidado”.

Los huertos urbanos también ayudan a hacerle frente al cambio climático, debido a que las plantas como parte de su propio metabolismo capturan contaminantes como el CO2 y de esa manera se reduce este tipo de contaminantes.

Estas instalaciones también incorporan algunas ecotecnias, como la captación de agua de lluvia o la composta para el control de plagas, prácticas que también ayudan a proteger el medio ambiente.

“En general subo a revisar el huerto cada tercer día, porque instalamos un sistema casero de riego donde pusimos unas botellas de PET que van goteando y regando las plantas; entonces le dedico menos tiempo, pero depende de la temporada y del clima. En promedio le dedico media hora cada tercer día”.

Además de los beneficios anteriores, algunas de las plantas cultivadas en los huertos caseros sirven para alimentar a polinizadores como abejas, pájaros y colibríes.

“Los huertos tienen esta característica de fortalecerte en tiempos de crisis. Ahora que estamos en un momento difícil en cuanto al tema de salud pública, nos representa justo la oportunidad para modificar diferentes patrones de comportamiento con nuestro entorno y una de esas oportunidades puede ser sin duda establecer un propio huerto en casa”, finaliza Montijo Arreguín.