Ciudad de México, 2 de octubre de 2025. Cada 10 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, una fecha que invita a reflexionar sobre la importancia de atender nuestro bienestar emocional y físico. Este 2025, la Federación Mundial de Salud Mental dedica la jornada a un tema crucial: el acceso a los servicios de salud mental en catástrofes y emergencias.
La elección no es casual. Ante situaciones como huracanes, terremotos, epidemias, conflictos armados, desplazamientos forzados o accidentes de gran magnitud, miles de personas enfrentan pérdidas materiales, duelos, separaciones, miedo, incertidumbre y cambios drásticos en su vida cotidiana. Estos factores pueden detonar cuadros de ansiedad, depresión, estrés postraumático o trastornos del sueño, que, de no atenderse de manera temprana, se convierten en condiciones crónicas.
Proteger la salud mental en emergencias no solo reduce el sufrimiento individual: también favorece la recuperación, fortalece la capacidad de resiliencia y evita que las secuelas emocionales se sumen a las pérdidas materiales. Además, constituye un asunto de derechos humanos, pues toda persona afectada por una crisis tiene derecho a recibir atención psicológica y psicosocial digna, accesible y libre de estigmas.
“Proveer acceso real y oportuno a estos servicios no es solo una medida sanitaria, sino una inversión social: reduce el sufrimiento, acelera la recuperación y fortalece el bienestar colectivo, especialmente en tiempos de crisis”, afirmó Abelardo Perches, director general de Fundación CTR.
¿Cómo actuar ante este tipo de situaciones?
El psiquiatra Santiago Treviño San Martín, aliado de Fundación CTR nos da estas recomendaciones:
Cuando una persona vive una situación catastrófica, como un huracán, un terremoto, un conflicto armado o un accidente de gran magnitud, no solo enfrenta riesgos físicos, sino también un impacto emocional profundo. Estas experiencias pueden detonar miedo, ansiedad, estrés e incluso trastornos graves como el estrés postraumático.
Si no se atiende la salud mental, las reacciones iniciales pueden volverse crónicas y afectar la capacidad de trabajar, relacionarse y cuidar de uno mismo. Atender la salud física salva vidas, pero cuidar la salud mental permite recuperar la funcionalidad y prevenir problemas a largo plazo.
En situaciones de crisis, el primer paso para contener a alguien es priorizar la seguridad propia. Solo si es posible estar a salvo, se debe intervenir ofreciendo calma, seguridad y compañía. Hablar con voz pausada, escuchar con empatía, ofrecer apoyo físico si la persona lo permite y validar sus emociones, son acciones clave. Por el contrario, se deben evitar frases como “cálmate” o “échale ganas”, minimizar el problema, prometer soluciones imposibles o emitir juicios.
Tras un evento traumático, las reacciones como llanto, pesadillas, insomnio o ansiedad pueden considerarse normales en las primeras semanas, siempre que disminuyan gradualmente. Si los síntomas persisten más de cuatro semanas, empeoran o incluyen señales de alarma como autolesiones, abuso de sustancias, ideas suicidas o incapacidad para realizar actividades básicas, es indispensable acudir a un especialista en salud mental.
El autocuidado inmediato consiste en mantener rutinas básicas: comer, dormir, hidratarse, socializar y, cuando sea posible, retomar actividades laborales o escolares. Hablar con personas de confianza, evitar decisiones importantes en los primeros días y practicar técnicas de respiración o relajación también son herramientas útiles.
A largo plazo, se recomienda reincorporarse gradualmente a la vida cotidiana, hacer ejercicio regular, buscar apoyo terapéutico o grupal, limitar la exposición a noticias traumáticas y acudir siempre con profesionales si los síntomas persisten.
Finalmente, no solo quienes viven directamente una catástrofe pueden desarrollar trastornos. Testigos, espectadores o incluso quienes atienden a víctimas pueden presentar síntomas relacionados al trauma.
La exposición constante a noticias o imágenes de tragedias también genera impacto emocional. Por ello, es fundamental regular el consumo de información y que los medios de comunicación asuman su responsabilidad en la manera en que difunden contenidos sensibles.
No todas las personas cuentan con la misma capacidad de resiliencia, y reconocerlo es clave. Buscar ayuda no solo es un acto de autocuidado, sino también un paso necesario para fortalecer el bienestar individual y colectivo después de cualquier crisis. El Día Mundial de la Salud Mental recuerda que pedir ayuda está bien y es necesario.
Acceder a estos programas de salud mental permite a las personas expresar sus emociones, evitar el aislamiento y fortalecer la empatía y los vínculos sociales, elementos clave para prevenir complicaciones emocionales.
En 2025, la invitación es clara: cuidar de nuestra salud mental es un acto de autocuidado y de responsabilidad colectiva. Cada pequeño paso hacia nuestro bienestar emocional es también un paso hacia una sociedad más fuerte y resiliente.