LA SEQUÍA INVISIBLE: EL AIRE ABSORBE AHORA MAYOR HUMEDAD DE LA TIERRA

“Ver la sequía desde una perspectiva más amplia”.

Sequía
Arturo Moncada
Bienestar
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En un mundo cada vez más cálido una amenaza silenciosa y persistente avanza sobre campos agrícolas, bosques y fuentes de agua: la sed creciente de la atmósfera.

Según un nuevo estudio publicado en la revista Nature el aumento de la llamada Demanda Evaporativa Atmosférica (DEA) —la capacidad del aire para absorber humedad del suelo y las plantas— intensifica las sequías globales, incluso en regiones donde las precipitaciones no han disminuido significativamente.

De hecho, la investigación concluye que esta “atmósfera sedienta” agravó las sequías en alrededor de 40% de los casos a nivel global en los últimos 40 años.

La sequía, tradicionalmente entendida como una disminución en las lluvias, ahora debe verse desde una perspectiva más amplia. “La sequía ocurre cuando la demanda de agua atmosférica excede el suministro; y a medida que la atmósfera se calienta esa demanda crece”, explica Chris Funk, coautor del estudio y director del Centro de Riesgos Climáticos de la Universidad de California en Santa Bárbara, Estados Unidos.

Este desbalance entre lo que llueve y lo que la atmósfera “exige” altera dramáticamente los ecosistemas y los medios de vida humanos.

El principio es sencillo: el aire caliente puede contener más vapor de agua que el aire frío. En términos prácticos, esto significa que un aire más cálido extrae más humedad del entorno. Este fenómeno explica por qué el cabello se seca más rápido con aire caliente o por qué los desiertos pierden agua con tanta facilidad. En el contexto del cambio climático, esta propiedad física desencadena un nuevo y preocupante patrón de sequedad global.

Investigación

El estudio titulado El calentamiento acelera la severidad de la sequía global fue liderado por Solomon Gebrechorkos, hidroclimatólogo de la Universidad de Oxford, junto a un equipo internacional de científicos.

Para llevar a cabo la investigación el grupo analizó datos climáticos de alta resolución que abarcan más de un siglo, aplicando modelos avanzados que incorporan múltiples variables climáticas —más allá de la temperatura— para evaluar la evolución de la DEA.

“No existe una forma directa de medir cuánta humedad quiere la atmósfera en cada momento”, señala Gebrechorkos. “Por eso utilizamos modelos complejos para estimar esa demanda a partir de parámetros como la temperatura, la radiación solar, el viento y la humedad relativa”.

Posteriormente, los investigadores compararon esa demanda con el suministro de agua disponible (precipitaciones) y observaron cómo ambos factores han evolucionado.

Los resultados son contundentes: la DEA aumenta a un ritmo más acelerado que las precipitaciones en muchas partes del mundo. El efecto neto es un alza significativa en la gravedad de las sequías, incluso en lugares donde la lluvia se ha mantenido estable.

“Estos hallazgos deben alarmarnos”, subraya Funk. “La gente es consciente del aumento de temperaturas, pero no siempre entiende cómo esto incrementa la capacidad de la atmósfera para ‘chupar’ humedad del suelo, de los cultivos y de la vegetación”.

Peligros

Este fenómeno no solo pone en jaque la seguridad alimentaria y la disponibilidad de agua, sino que también exacerba otros riesgos, como los incendios forestales, puesto que una atmósfera más demandante deseca rápidamente la vegetación, creando condiciones propicias para incendios más intensos y extensos.

De hecho, estudios recientes ya vinculan el aumento de la DEA con la frecuencia y la virulencia de los incendios en regiones como California, el Mediterráneo y Australia.

El informe publicado en Nature también hace un llamado urgente a mejorar los sistemas de alerta temprana y las estrategias de adaptación: las sequías ya no pueden preverse únicamente a partir de los pronósticos de lluvia, sino que ahora es necesario integrar modelos que consideren también la sed de la atmósfera. Solo así se podrán tomar decisiones informadas para prevenir pérdidas agrícolas, asegurar el abastecimiento de agua y evitar crisis humanitarias.

Desde un punto de vista agrícola, por ejemplo, los expertos sugieren implementar técnicas como el microrriego, el uso de coberturas vegetales o tratamientos del suelo que mejoren la retención de humedad. En zonas urbanas, una mejor planificación hídrica y la reforestación de áreas degradadas podrían ayudar a mitigar el impacto del aumento de la DEA.

El estudio igualmente invita a repensar la manera en que los científicos y las autoridades definen y monitorean las sequías. Durante décadas, los índices de sequía se han basado principalmente en datos de precipitación. Pero el aumento de la DEA exige una redefinición del concepto, que incluya la interacción entre el suministro y la demanda de agua a nivel atmosférico. Solo con esta visión más integral será posible anticipar las crisis que podrían derivarse del agravamiento de las sequías en un planeta cada vez más cálido.

Más allá de la agricultura y la gestión del agua, las implicaciones son profundas. “El desplazamiento de comunidades por falta de agua, la inseguridad alimentaria y los conflictos sociales están ligados de forma cada vez más clara al cambio climático”, afirma Funk. “Comprender estos mecanismos nos permite diseñar políticas más efectivas y reducir el sufrimiento humano”, agrega.

En conclusión, el aire más caliente y sediento transforma el panorama hídrico global. Si bien el calentamiento del planeta es un fenómeno conocido y debatido, este estudio arroja luz sobre una consecuencia menos visible, pero no menos crítica: una atmósfera con una sed creciente que de no atenderse puede secar la vida misma.

Hallazgos clave del estudio

En 40% de las sequías globales recientes la DEA fue el factor principal.

Incluso cuando no hay disminución de lluvia, el aire más cálido “roba” humedad.

En muchas regiones la DEA crece más rápido que las precipitaciones.

Impactos en cadena

Mayor riesgo de incendios forestales.

Reducción de cosechas y estrés hídrico.

Amenazas a la seguridad alimentaria y desplazamientos humanos.

Nuevas estrategias necesarias

Cambiar la forma en que se mide la sequía (ya no solo por lluvia).

Incluir DEA en sistemas de alerta y modelos climáticos.

Técnicas agrícolas adaptativas (microrriego, coberturas vegetales).

Fuente: Universidad de Santa Barbara

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