SEPARAR PARA RECICLAR: ASÍ SERÁ LA RECOLECCIÓN DE RESIDUOS EN LA CDMX

“Cada habitante genera en promedio un kilo de basura al día”.

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El reto no será solo tener tres contenedores, sino cambiar toda una cultura en una ciudad que apenas separa 15% de su basura.

A partir del 1 de enero de 2026 la Ciudad de México dará un nuevo paso —o intentará darlo— en su política de manejo de residuos y la nueva disposición obligará a toda la población a separar la basura en tres categorías: orgánicos, inorgánicos reciclables e inorgánicos no reciclables.

El objetivo del programa Transforma tu ciudad, cada basura en su lugar, que coordinará la recién creada Agencia de Gestión Integral de Residuos (AGIR), es mejorar la eficiencia en el tratamiento de desechos y reducir la presión sobre los rellenos sanitarios.

Pero el desafío parece monumental: solo 15% de los residuos se separan correctamente hoy en día y a tres meses de que el nuevo esquema entre en vigor persisten dudas sobre si la infraestructura, la educación ambiental y la logística estarán listas para cumplir con el reto.

Nuevas reglas del juego

Desde 2026 los residuos orgánicos —restos de comida, poda y jardinería— se recolectarán los martes, jueves y sábado; mientras que los inorgánicos reciclables (PET, metales, papel, cartón, vidrio, aluminio) y los no reciclables (pañales, colillas, residuos sanitarios) deberán entregarse en días diferenciados: lunes, miércoles, viernes y domingo.

La basura orgánica se destinará a compostaje y carbonización hidrotermal; los reciclables, a plantas de recuperación; y los no reciclables, a rellenos sanitarios o a la generación de combustible derivado de residuos. En teoría, el modelo busca cerrar el ciclo de los materiales; en la práctica, la ciudad enfrenta sus propios desafíos en cuanto a la recolección y disposición de los residuos.

Para Sandra Gazca, vocera de la organización Vida Circular, la medida representa “un cambio cultural enorme. Hay que entender que la separación ya no es una buena práctica, sino una obligación. Pero eso requerirá educación, comunicación y paciencia. De otra forma, simplemente no les van a recoger la basura”.

El reto, añade, comienza con los pequeños detalles. “Si tienes una caja de pizza, por ejemplo, ¿dónde la tiras? Es cartón, pero si está llena de grasa, queso o salsa, ya no es reciclable”. Ese tipo de confusiones, asegura, son las que definen si un sistema funciona o se desborda. “Separar no es solo tener tres botes; es entender lo que tiras y el impacto que tiene”, dice a Vértigo.

La encuesta nacional sobre hábitos de reciclaje 2025 que elaboran Vida Circular, ALPLA y P&G México, muestra una paradoja: siete de cada diez mexicanos dicen preocuparse por el medio ambiente, pero solo un tercio traduce esa preocupación en acciones sostenibles. Más de la mitad de las personas (56%) separa sus residuos en casa, pero en oficinas la cifra baja a 39% y en escuelas apenas alcanza 29%. Además, solo 46% de los encuestados confía en que su basura separada sea realmente reciclada, lo que refleja una desconfianza estructural en el sistema de recolección.

“Separar ya no es el problema, sino creer que sirve de algo hacerlo”, explica Gazca.

Inversión y dudas logísticas

La AGIR asumirá la coordinación operativa, con apoyo de las alcaldías. Según datos preliminares, se prevé renovar parte de la flota de camiones, instalar nuevas plantas de tratamiento y composta y capacitar a los trabajadores de limpia.

Sin embargo, como advierte Gazca, el reto logístico no es menor: “No sabemos si el gobierno ya tiene las rutas diferenciadas ni si los destinos están listos. Hoy casi todo acaba en rellenos sanitarios. No se ha explicado con claridad a dónde irán los nuevos flujos de residuos”.

El riesgo, indica, es que la responsabilidad quede en manos de los ciudadanos sin que la infraestructura acompañe el cambio.

Para Carlos Torres, director general de ALPLA México, Caribe y Centroamérica, la capital ya cuenta con una estructura informal de recuperación de materiales que debería ser fortalecida, no desplazada.

“Con nosotros se recupera hasta 95% del material reciclable. Hay recolectores que ya hacen esa labor y eso se ha convertido en un sistema económico. Si se les incluye en el nuevo modelo, el reciclaje sería más eficiente”, afirma.

Su llamado señala un punto ciego de la política pública: la economía informal del reciclaje, sostenida por miles de pepenadores y recolectores que han sido la columna vertebral del sistema durante décadas.

En el mismo sentido, Montserrat Ramírez, directora de operaciones en ECOCE, considera que el cambio debe incluir tanto a la ciudadanía como a la industria. “Todos somos corresponsables. Si la industria diseña envases reciclables, pero la gente no los separa, o los contamina, el ciclo se rompe. Y si los gobiernos no garantizan infraestructura, el esfuerzo se pierde”, afirma en entrevista.

Entre la intención y la acción

De acuerdo con ECOCE cada habitante de la Ciudad de México genera alrededor de un kilo de residuos al día, de los cuales 46% son orgánicos. Sin separación adecuada, los líquidos y restos contaminan el resto de los materiales, reduciendo drásticamente las posibilidades de reciclaje. Ramírez reconoce que el espacio limitado en las viviendas y la falta de costumbre complicarán el cumplimiento. “Muchos hogares apenas tienen lugar para un bote. Ahora necesitarán tres”.

La campaña de información del gobierno capitalino comenzará en noviembre. No habrá sanciones, pero sí consecuencias: si los residuos no están separados, el camión simplemente no los recogerá.

En este contexto, los resultados de la encuesta nacional son reveladores: 76% de las personas dice estar dispuesto a pagar más por productos sustentables, pero solo 19% lo hace realmente. El mismo desfase podría repetirse en la gestión de residuos: ciudadanos con buena intención, pero sin hábitos consistentes; autoridades con leyes avanzadas, pero con infraestructura rezagada.

“Debemos dejar de ver a los residuos como desechos. Son recursos”, resume Gazca. “Pero si seguimos mezclando, no habrá ley que alcance”.

De acuerdo con los especialistas la educación ambiental aparece como el verdadero motor del cambio: enseñar desde la infancia que cada residuo tiene un valor y que el futuro urbano dependerá de lo que decidamos tirar… o rescatar. Si el reciclaje logra convertirse en una práctica cotidiana —desde la caja de pizza hasta el envase de agua—, el resultado no será solo calles más limpias, sino una ciudadanía más consciente y capaz de transformar su propio entorno.

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