Hospital de historia

El Hospital Juárez es algo más que un monumento vivo a la medicina social.

Hospital Juárez
Foto: NTX
Alberto Barranco
Columnas
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Epicentro, por derecho de antigüedad, de la zona de hospitales cobijada por el viejo barrio de San Pablo, el Hospital Juárez es algo más que un monumento vivo a la medicina social.

Llamado originalmente San Pablo, su historia se liga a una de las cuatro primeras iglesias de la Nueva España edificadas por los franciscanos, con atención especial de Fray Pedro de Gante.

De hecho, esta es aún parte de su estructura, como lo fue, al fragor de los años, la Plaza de Toros de San Pablo y la Casa del Judío de la alguna vez llamada Calle del Cacahuatl.

La primera, edificada originalmente con la madera de desecho a la modernización del Mercado del Volador, ubicado en lo que hoy es la Suprema Corte de Justicia, sería célebre por haberse elevado desde su redondel el primer globo aerostático que convocó al asombro en los albores del México del siglo XIX, por más que en su bitácora está escrito el bestial combate entre un tigre indio y un torito mexicano… que ganó este.

En la segunda vivía Tomás de Treviño y Sobremonte, a quien la Inquisición llevó a la hoguera, alimentada esta por sus propios muebles, en cuya agonía el reto se volvió inolvidable:

—¡Echen más leña que mi dinero me cuesta!

Construido formalmente entre 1800 y 1805 por los agustinos y operado después por los hipólitos, el hospital recogería la estafeta del de San Lázaro con un pabellón para la atención a los leprosos.

Ahí, entre sus paredes de adobe, se atendería a los heridos de la batalla de Padierna entre el ejército invasor estadunidense y la resistencia mexicana, el 21 de agosto de 1847.

La hazaña le valdría el reconocimiento como hospital municipal a cuyo título se alquilaba parte de las instalaciones del hospital de San Andrés, al que sustituyó el Museo Nacional de Arte de la Plaza Tolsá, antes sede de la Secretaría de Comunicaciones.

Ahí llegarían los presos que habían sido atendidos en el Hospital de San Hipólito.

Evolución

Años después la Sociedad Francesa le anexaría un pabellón para enfermos del país galo, haciendo lo propio la colonia española. Sin embargo, esta le abriría la puerta a mujeres aun sin ser españolas bajo la condición que fueran “pobres y honradas”.

La atención se centraba en las enfermedades génito-urinarias, comunes de la época.

El nombre de Juárez llegaría el 19 de julio de 1872, al día siguiente de la muerte del presidente Benito Juárez en Palacio Nacional.

Y aunque el presidente Manuel González, conocido como El Manco, inició su restauración en 1882, esta no pudo concluirse hasta principios del siglo XX, reconstruyéndose no sólo las salas para enfermos, sino también las aulas para pasantes.

Lo que fuera la nave mayor de la añeja iglesia de San Pablo el Viejo se volvería salón de actos; el coro, una hemeroteca especializada, y la sacristía, anfiteatro y sala de velación.

Más allá surgirían campos deportivos y jardines para los convalecientes.