Más de un siglo y medio después del intento frustrado entre México y Estados Unidos de establecer una zona de libre tránsito y comercio en el Istmo de Tehuantepec, late otra vez la posibilidad de aprovechar la estrecha cintura del país para crear un polo de desarrollo.
Estamos hablando de abrir el paso de los barcos de todas banderas a la posibilidad de alcanzar dos océanos, el Atlántico y el Pacífico, con ingreso vía los puertos de Coatzacoalcos, Veracruz, y Salina Cruz, Oaxaca.
México como Panamá, para conectar barcos procedentes de Europa o de Asia y Oceanía, con proa a la costa oeste de Estados Unidos o el resto del hemisferio.
La alternativa que baraja el gobierno podría representar el gran proyecto sexenal, con incierta aún la sede para un nuevo aeropuerto capitalino.
Se calcula una inversión de 20 mil millones de dólares.
Los barcos correrían en paralelo al ferrocarril transístmico, cuyas mercancías desde una y otra bocas se transformarían en la ruta, vía una cadena de maquiladoras en pro de valor agregado.
Empleos, pues, para Tabasco, Chiapas, Oaxaca y Veracruz, con disponibilidad de carga local en contenedores, disposición de combustible para navieras y rutas alternas a Panamá y Long Beach.
A partir del tratado McLane-Ocampo, que finalmente vetaría el presidente Benito Juárez tras dos rechazos por parte del Senado de Estados Unidos, se han realizado al menos cinco intentos de aprovechar la franja.
En el camino se proyectó la posibilidad del Ferrocarril Transístmico, que llevaría carga de uno a otro océanos, con posibilidad de algún valor agregado a las mercancías vía furgones-maquiladora, que nunca llegó a cuajar.
Más allá, durante el gobierno de José López Portillo, en 1980 se planteó un proyecto denominado Alfa Omega, que planteaba no solo una ruta de vías férreas, sino además carreteras, modernizando los puertos de Coatzacoalcos y Salina Cruz.
La posibilidad la frustró la falta de recursos públicos, colocada en la mesa una negativa para utilizar los privados.
Más adelante, en 1996, durante el gobierno de Ernesto Zedillo, la consultora Ochoa y Asociados diseñó un proyecto similar, aquí sí con el concurso del capital privado; el plan naufragó ante la crisis derivada de la macrodevaluación del peso.
El Istmo de Tehuantepec concentraría las mercancías con paso a Europa y Oriente Medio, en lo que se ubicaba como el gran despegue exportador mexicano.
Otra vez
En el más de lo mismo, se planteó un programa logístico para el Desarrollo Productivo del Istmo; se abrió el proyecto Parques Eólicos de Oaxaca; y se creó lo que se llamó Megaproyecto del Istmo, todo lo cual se quedó a medias en el transito sexenal.
Lo cierto es que en el camino, frustrada la posibilidad de un puerto en Baja California que permitiera aliviar el exceso de carga en los puertos de Estados Unidos, la mayoría de los países latinoamericanos mejoraron notablemente su infraestructura.
Mientras Nicaragua proyectaba abrir un canal transoceánico similar al de Panamá, se abrían al comercio mundial los puertos de Magallanes, en Chile; Callao, en Perú; Manta y Grijalbo, en Ecuador; y Buenaventura en Colombia…
La posibilidad de un polo de desarrollo en el suroeste atenuaría la pobreza ancestral de Oaxaca y Veracruz, cuyos índices de desempleo son los más bajos del país.
De no ser por el turismo, que emplea a 32.8% de la población en edad productiva en Oaxaca y a 39.8% en Veracruz, las cifras serían de escándalo.
Otra vez, el Istmo de Tehuantepec.
¿La enésima es la vencida?