Crisis de la agenda

Crisis en la agenda presidencial
Foto: Presidencia de la República
Carlos Ramírez
Columnas
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En medio de la desarticulación del sistema político y del arrinconamiento del presidente de la República, el principal indicador de gobierno señala la crisis en la agenda presidencial.

En términos de la gestión pública, la agenda es la capacidad de iniciativa en una situación de sobresaltos institucionales.

La crisis económica por la caída de precios petroleros, la crisis política y social por los asesinatos de estudiantes normalistas, y la crisis de mayoría legislativa por el empantanamiento de las iniciativas legislativas de emergencia tienen al gobierno central jaloneado por el corto plazo.

La crisis en el establecimiento de la agenda tiene al gobierno detrás de los acontecimientos. El problema radica ciertamente en la reorganización del sistema y en el replanteamiento del margen de movilidad presidencial, pero en casos concretos los problemas revelan más bien una falta de previsión en el análisis de los acontecimientos de la coyuntura.

Llama la atención el aislamiento del presidente de la República, a pesar de que el jefe de la Oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño, mantiene hilos de poder y de control: una cosa es la capacidad de negociación y otra que las iniciativas de gobierno no pueden marcar el ritmo de la política y sus diferentes crisis.

En términos de comunicación política la agenda es establecida por los medios y no precisamente en materia de propuestas, sino más bien en términos de crítica. Los medios habían formado parte de los sectores invisibles del sistema político priista por su participación en la fabricación de consensos; pero a partir de la presidencia de Ernesto Zedillo los medios fueron marginados por el poder y se convirtieron en un espacio para la crítica.

Hoy la institución presidencial, el PRI y el sistema político son bombardeados por una crítica que inclusive ha decidido pasar de la información a la calificación de hechos sin cumplir la aportación de análisis explicativos de la realidad.

Las instituciones alrededor de la Presidencia se han hecho a un lado: empresarios, PRI, oposición leal, Iglesia católica, jefaturas legislativas, gobernadores, alcaldes, aliados internacionales, prensa internacional, grupos de presión y hasta su gabinete; es decir, el aparato de poder ha decidido soslayar su apoyo al jefe del Ejecutivo.

Condiciones

Además, en el entorno presidencial no parece haber la capacidad de análisis ni los grupos de interpretación de la crisis. Y lo peor parece estar en la falta de capacidad de lectura de la realidad en los medios.

El 22 de mayo de 2012, como candidato con tendencia favorable en las encuestas, Enrique Peña Nieto pareció entender la nueva lógica del poder y enlistó las diez nuevas características de la sociedad política y se comprometió a una “presidencia democrática”. De hecho, la crisis política actual responde justamente a esa nueva movilidad de la sociedad. Y si bien había una previsión de una nueva realidad en la dinámica política, la gestión de gobierno se estancó en el tradicionalismo.

La única manera que tiene el presidente de la República para romper el cerco radica en la urgencia de recuperar la iniciativa política en el establecimiento de la agenda. Y por la desarticulación tan rápida del sistema, la viabilidad de la agenda solo podría funcionar con el regreso de la capacidad de reformas políticas del gobierno en turno.

Pero deben ser reformas para reorganizar, no reformas para resistir.